La imaginación del pasado | Por: Nelson Pineda Prada

 

En torno del Canto Guerrero Cuica

II Parte

 

Dice Américo Briceño Valero en su obra: Geografía del Estado Trujillo, que: Las tierras trujillanas eran llamadas antiguamente con el pomposo nombre de Nación Cuica, diseminadas en los Valles de Boconó, Castán, Mosquey, Escuque, etc., incluyendo también la región oriental del Lago de San Bartolomé hasta las selváticas Ciénegas de Moporo, en cuyas orillas los españoles fundaron a Puerto Truxillo. Esta denominación fue decayendo y en su lugar tomó el nombre de Trujillo.

Afirma, asimismo, que: Los indios que vivían en este territorio (50.000 personas, entre adultos y niños), no formaban una sola nación, ni siquiera un pueblo, según el sentido sociologista de la palabra.

Dice que: … cuando llegó a Trujillo en las postrimerías del siglo pasado (el XIX), en cuyo remanso hubo de acogerse abrevando las sabias enseñanzas del sabio bachiller (Rafael María) Urrecheaga. Se enteró que éste había aprendido de los indios Muiscas de Esnujaque su idioma, cuando era un adolescente, lo que le permitió traducir el bello poema indígena que él tituló “Canto Guerrero”, en el año de 1844.

La primera versión editada de dicho canto, a la cual hemos tenido acceso, es la de Arturo Cardozo, plasmada en su libro: Sobre el cauce de un pueblo (un siglo de historia trujillana) 1830-1930, publicada por la Biblioteca de Temas y Autores Trujillanos, en el año 1963. Obra de la cual se hizo una segunda edición en el año 2001, a través del Fondo Editorial Arturo Cardozo, colección Crónicas, de la Gobernación del Estado Trujillo. Cardozo. En otra obra suya, titulada: Proceso de la Historia de los Andes (1965), editada por la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, de nuevo publica el referido Canto Guerrero Cuica.

En la primera, Cardozo dice: Todas las tribus timoto-cuicas, bajo la dirección del valeroso Jaruma, asociadas con los caribes del Lago, habían fundido fuerzas y esfuerzos para repeler a los forasteros blancos. De esta época ha debido ser el “Canto Guerrero” que, trasmitido de generación en generación, llegó hasta Don Rafael María Urrecheaga en 1844, trescientos años después. Este Ilustre e inadvertido humanista lo oyó directamente de los descendientes de los Muiscas en Esnujaque y, conocedor de la legua cuica, procedió a traducirlo, salvando para la historia un bello poema.      

En la segunda, afirma que: De la poesía aborigen solamente conocemos dos cantos guerreros, compuestos indudablemente con motivo de la invasión española. Don Rafael María Urrecheaga y Don Tulio Febres Cordero, en el curso de sus investigaciones históricas, lograron oírlos de labios y en lengua aborígenes y luego incorporarlos al verso castellano, hicieron posible que tan bellos poemas, llegasen hasta nosotros. Ellos son, el Canto Guerrero de los Cuicas; y, el Canto Guerrero de los Timotes. 

En el año 1979, el juglar escuqueño, Antonio (Artemio) Pérez Carmona nos entregó su excelsa obra: Los cuicas y sus herederos poéticos. Obra publicada bajo el auspicio de la Organización Muchacho Hermanos.

Dice “Artemio” que: En 1844, un joven –que apenas llegaba a los diecisiete años-, escuchó –de boca de un anciano indígena- un canto extraño, hermoso, con un hondo sentido heroico y religioso que incitaba a los Dioses a darle fuerza a los nativos, para combatir y echar fuera de los valles y mesetas a los peninsulares.  

Líneas más adelante, señala que: El joven fascinado por el canto lo copió con pasión y desde ese momento se abrió para él, el estudio de una lengua que estaba en vías de desaparecer y que gracias a aquel encuentro fortuito con el viejo indio esnujaque, se salvaría del olvido.

Un tercer autor es Don Mario Briceño Perozo, quien en su libro: Historia del Estado Trujillo, publicado por la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, en el año 1984, dice que: Después, ante la presencia del extraño, del guerrero de ignotos países que traía espadas, arcabuces, rodelas y caballos, las naciones indígenas se unieron para la resistencia común. A la larga fueron dominados. Pero quedó el testimonio vivo de su bravura, del designio irrevocable de luchar por la libertad. 

Necesario es destacar que, Don Mario Briceño Perozo, nos presenta una versión (castellana) de la traducción del Canto Guerrero Cuica en la cual, a la Madre Chía se le llama Madre Chaseung; y, al Padre Ches se le llama Padre Reupa; así como también, algunas otras variaciones menores en su nomenclatura. Variaciones que no cambian el sentido del referido Canto Guerrero, como expresión simbólica de los pueblos originarios Cuicas.

¡Madre Chía, que estás en la montaña / Con tu pálida luz alumbras mi cabaña / Padre Chés, que alumbras con ardor / No alumbres el camino al invasor! / ¡Oh Madre Ikake, manda tus jaguares / Desata el ventarrón y suelta tus cóndores / Afila los colmillos de las mapanares / Y aniquila a los blancos con dolores! / Madre Ikake que vives en Quibao / Padres Chés; Madre Chía / Alimenta mi espíritu con vino de rencor / Echad el fuego que calcina / El agua que destruye / Los rayos de las nubes / Truenos de las montañas / Padre Chés, a mi troje repleta con granos abundosos / Llena mis ollas con la fuerte chicha / Y mi pecho con valor / A mi mujer que cría / Dales pechos que manen / Ríos de leche blanca / Padre Chés dame una flecha / Aguda que mate al invasor / Tiempla el brazo que dispara / Esa flecha sin temor / Yo soy tu hijo, ¡Oh Chés, mi señor! / Yo soy tu esclavo, ¡Oh Chía, mi señora! / Dadme a beber el vino de tu inmenso valor / Dadme a comer la carne de odio al invasor.

 

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