La hora del tren | Por: Carlos Calderón

Santuario Niño Jesús del Dr. Jose Gregorio Hernández en Isnotú

 

Dice un viejo adagio popular que el tren de las oportunidades pasa una sola vez en la vida, la verdad es que siempre hay trenes transitando, siempre hay oportunidades que usualmente no vemos, pero esto último tiene que ver más con el tipo de observador que estamos siendo, que con la total falta de oportunidades, aun en medio de las dificultades que nos plantea la presente coyuntura.

Aunque definitivamente, si hay un tren que esperamos desde hace ya muchos años los trujillanos es el de la Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, pareciera que muchos aún no desciframos las implicaciones de este hecho, el significado cultural que esto tiene, dado el arraigo de la figura del Dr. José Gregorio Hernández, que trasciende lo religioso y nos conecta con los valores más elevados del humanismo.

Estamos ante una oportunidad histórica, para replantearnos Isnotú y el estado Trujillo, para empezar a construir una sólida industria turística, sostenible, apalancada en una robusta economía de kilómetro cero, donde se genere buena parte de los insumos que el turismo demande, el momento para soñar un Isnotú productivo y próspero con la existencia de un clúster de manufactura que sustente hoteles y posadas, donde se elabore hasta el último “souvenir” made in Isnotú y no con las estampitas del Beato traídas de China.

Es el momento de soñar a Isnotú con un movimiento gastronómico que sea un gran atractivo para el turista, generando fuentes de empleo y creando riqueza, una oferta gastronómica de clase mundial soportada en una pujante agroindustria de los campos trujillanos.

Es la oportunidad de consolidar un vigoroso ecosistema emprendedor que brinde servicios conexos al turismo, donde no hay más jóvenes marchándose a países vecinos en busca de empleos, sino conformando aquí una masa crítica de emprendedores sumando agregación de valor con innovación y calidad.

Un Isnotú con servicios públicos de primera, con el mayor índice de desarrollo humano y con los niveles de calidad de vida más alta de Venezuela y de la región. Una localidad que preserve sus valores culturales, que mantenga su identidad y color local, pero que se valga de ello para insertarse en las grandes tendencias globales y sumarse a la vanguardia, con producción cultural, una comunidad de economía naranja, eco-amigable, con tecnología y comunicaciones.

Ahora bien, ¿cuán factible es construir este Isnotú? ¿será sólo un sueño o será posible construirlo? ¿Cuánto costaría lograrlo? Son interrogantes que seguramente estarán resonando en la mente de muchos hasta este punto. Ciertamente tendría que ocurrir un fenómeno extraordinario para que algo de estas dimensiones ocurriera.

¡Pues algo extraordinario está por ocurrir! Estamos ante la oportunidad y la posibilidad real de “dar el salto” cualitativamente, el punto de partida, supone incluir en la agenda de las conversaciones los temas de vanguardia, generar esa visión del sueño compartido y empezar desde lo conversacional y la activación del capital social a hacerlo realidad.

Los trenes de la oportunidad siempre están transitando, pero tienen una particularidad: usualmente pasan sin avisar. Pero este tren es especial, tiene un itinerario claro y definido, el 30 de abril es su arribo. Se escucha cada vez más cerca el silbido, en el horizonte, sobre el solitario riel que conduce a Isnotú se divisa su inequívoca silueta, evocando aquella que el “progreso” borró hace décadas de la memoria trujillana, el momento que por tanto tiempo esperamos llegó. Es la hora del Tren.

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