Francisco Graterol Vargas
La familia Celadón se contó entre aquellos italianos que emigraron de su país a Venezuela por la devastadora II Guerra Mundial en busca de un mejor porvenir. El personaje de esta historia, Serafino Celadon, nació el 1 de febrero de 1937 en la provincia de Vicenza y arriba a Caracas el 21 de noviembre de 1951 pero su padre, Camilo, y su mamá, Alicia ya se habían asentado en Valera. Era un jovencito de apenas 16 años de edad. El célebre Germán “Tarzán “Hernández, por su parecido A Johnny Weismuller, falconiano, corredor de automóviles quien viviera muchos años en el sector La Plata (amigo mío) fue el encargado de buscarlo en la capital para traerlo a la tierra que ha sido su hogar desde entonces.
En una larga conversación acompañado de Frank Graterol y Oswaldo Vergara, Serafino Celadon, rememora los acontecimientos más relevantes de su vida como deportista y empresario. A los 86 años se le ve fuerte, rozagante, producto de una vida sana donde el deporte en sus años de atleta, luego dirigente y el trabajo han copado la escena de su existencia.
“Yo no me quería venir a Venezuela, le dije a mi papá que iba a estudiar y sin que mi familia lo supiera era mensajero de la guerrilla italiana llevando papeles entre las filas de las tropas americanas (EE.UU) instaladas en mi pueblo, Sodio, en la Provincia de Vicenza en Italia. Me ayudaban al mantenimiento un tío y una tía que estaban allá. Una bicicleta como deportista era el transporte que utilizaba para trasladarme de un sitio a otro sin despertar sospechas. Italia no escapaba a los avatares de la guerra. “Mi papá insistió y tuve que hacer maletas para Venezuela y aquí estoy muy feliz y contento”.
Serafino -cuenta- no se vino solo, traía consigo una bicicleta William Triestina. Aquí en Valera con la mirada atenta de Don Camilo repartía carne por las calles y avenidas de la ciudad. Pero también cumplía con sus quehaceres deportivos. Asi se inició como empresario, ganándose el pan con el sudor de la frente…o de la carne. Rememora aquella Venezuela con cierta nostalgia. Venía de un país en guerra a otro que contaba con tres características especiales. El buen clima, la materia prima o sea el negocio de la carne y un mandatario con visión de progreso como Marcos Pérez Jiménez. “Si dura unos años más en el poder, Venezuela sería otra. Ahí están sus obras. Tenía visión de futuro”.
Se fue incorporando a las competencias de ciclismo junto al Negro Luis Sánchez, Andrés “El Loquillo” Avendaño, Antequera, a la postre conocido cantante, Claudio Martin, el mejor de la época, Vicencio Rivas en sus inicios entre otros, hasta hacer llave con Elio Raggioli. Ganó pruebas en Trujillo, y otras en Zulia, Lara y Barinas. La primera vez que entró triunfante a la meta fue en una competencia casera por las calles de Valera que concluyó en las vecindades de la Terraza Zulia.
En 1956 se lleva a cabo una maratónica carrera muy exigente. La Conquista de Los Andes, Caracas – San Cristóbal, 1135 kilómetros con varias etapas, una de ellas pasó por territorio trujillano. Era su ilusión tomar parte en esta prueba. Sin embargo, lamentablemente la comisión médica lo apartó en la I etapa Caracas- Valencia ya que le nació un “furúnculo” en las nalgas, lo cual le causaba problemas para montarse en la bicicleta. En ese tramo perdió un zapato. Las vías eran muy difíciles con muchos trechos de tierra y llenas de huecos. Cuando pinchaban, el propio pedalista tenía que hacer el cambio de caucho. El repuesto lo llevaban colgado en el cuello. El vencedor resultó Joaquín Ferrer Amorín de Distrito Federal. Andrés “El Loquillo” Avendaño, señalado al principio por Serafino, me contó que se había impuesto en el Paso de Los Andes. A lo mejor en una etapa aún cuando Serafino dice que en esta difícil competencia que pasó por la serranía merideña y los tramos de la carretera panamericana no se encontraba Avendaño.
El negocio de la venta de carne que motorizaba Don Camilo y doña Alicia con Serafino y una hermana morocha, Marisella iba creciendo, viento en popa. La primera carnicería que montaron fue en un local del Hotel Haack, después donde quedaba la de Francisco D’ Agostini hasta convertirse la Familia Seladon en una de las más pudientes de la ciudad. Serafino alternaba la responsabilidad en el negocio de la carne con el deporte. En el ciclismo corrió como unos 20 años. Todavía conserva orgullosamente una de las bicicletas con que compitió.
La primera dirigencia de la Asociación Trujillana de Ciclismo, aún cuando no precisó el año, la presidió el zuliano Roberto A. Sarcos junto a Domingo Pizingrini, Darío Gamboa, Paride Vezzani y el propio Serafino. En esta etapa junto a su esposa Mirtha se metieron a fondo en la Asociación y el equipo OPE con el Dr.Iván Lobo Quintero, Obdulio Camacho y Paride Vezzani. (Pensamos que fue a inicios de los 60). Fungió hasta de entrenador. “En el año 1963 el estado Trujillo se hizo presente en un campeonato nacional en Caracas. Me hice cargo de los muchachos y junto a mi esposa le dimos hasta la comida por mes y medio más o menos. Ni las gracias nos dieron. El negro Sánchez y Vicencio Rivas que comenzaba estaban en la nómina del club. Una de las anécdotas que más recuerda fue en el año 1977 en el Mundial de Ciclismo en San Cristóbal. “Yo andaba con la gente de la federación y en unos entrenamientos me encuentro con el famoso Eddy Mercky quien pasó por mi lado y me quitó una gorra de Italia que cargaba. He admirado a Fausto Coppi y entre los criollos al nativo de Trujillo que corría por Caracas, Antonio Montilla”.
El tenis de campo y el fútbol formaron también parte de su vida deportiva desde que arribó a la Ciudad de las 7 Colinas. Fue uno de los jugadores pioneros con el Deportivo Valera. El arbitraje tampoco le fue extraño. Comenzó con Orazio D`Rosa, quien llegó a ser árbitro FIFA. Una colección de gráficas con Régulo Jiménez y Luis González junto a la bicicleta y un diploma por su participación en el Paso de Los Andes son su mejor trofeo. El café con Serafino estaba llegando a su fin. El ciclismo de Trujillo le debe mucho a este italiano- valerano. Ojalá y en la próxima Vuelta a Trujillo le hagan el reconocimiento que se merece. No lo está solicitando él, sino la historia de nuestro deporte, una historia jamás contada del ciclismo trujillano …
Fotos: Oswaldo Vergara
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