Pedro (nombre usado para proteger la identidad) no ha logrado superar el recuerdo de los días más difíciles de su vida. Con 21 años asegura haber vivido la peor pesadilla: ser secuestrado, golpeado y torturado.
Apenas lo capturaron le cubrieron la cara con una capucha, solo podía ver a través de la transparencia de la tela la luz para ubicarse en el sitio al que fue llevado.
Al momento de la detención fue ingresado a una institución educativa y trasladado por un largo pasillo en donde aguardaban personas afectas al Gobierno.
“Me señalaban y decían: `Miren, aquí va un libertador´. Todos los que estaban ahí aplaudían a mi paso y gritaban cosas”.
Lo llevaron a un espacio cerrado y aislado, lo ataron a una silla y le rociaron gasolina. Transcurridas unas 10 a 12 horas lo sacaron y lo lanzaron sobre la tolva de una camioneta. Ya era de noche, recordó.
“Era un trayecto más o menos largo. Me bajaron en un lugar donde olía a gasolina, se escuchaban autobuses y como neveras. También había animales: gallinas, perros… creo que era cerca del terminal por el IUT”, así describió el segundo lugar de cautiverio.
Al llegar lo ingresaron a un conteiner, previo sacaron a otra persona. No era el único que estaba secuestrado, por las conversaciones y gritos supo que había otros en iguales condiciones.
El miedo y la incertidumbre de no saber qué iba a pasar con su vida se apoderaban del joven que confesó que los segundos se hicieron horas y cada día de encierro una eternidad que restaba vida a su vida.
“Entró un hombre a hablar conmigo y su acento era colombiano, siempre entraban con la cara cubierta. Me trajeron comida… nunca dejaron de dármela”.
Pasado un día, al caer la tarde, ingresó una mujer a conversar con él y le explicó, entre otras cosas, que ella estaba allí “por convicción”, trabajaba por la causa que creía justa. Lo trató bien y hasta le prestó una cobija porque la noche era fría. “Creo que era una guerrillera”, asumió Pedro.
Entrada la noche empezaron a golpearlo. “Me obligaron a grabar dos videos en donde se culpa a gente de mi comunidad de estar frente a las protestas. Ellos me decían los nombres que debía dar… me daban con la cacha de las pistolas”.
Al tercer día, fue llevado a una dependencia militar. Cada vez veía con mayor dificultad la posibilidad de regresar a su casa.
“A pesar de que me llevaban tapada la cara pude identificar la zona, reconocí la entrada al lugar, había un arco grande. Me llevaron a un sótano, los hombres que estaban ahí tenían botas militares y pantalones como grises o azules”.
Fue en ese sitio donde más golpes recibió. Al llegar le dieron una patada en el estómago y lo dejaron al cuidado de otro joven. Le quitaban la capucha y se la ponían cuando iban a golpearlo para que no viera a sus verdugos… no recuerda a ningún agresor.
La comida que le servían estaba descompuesta y una infección gastrointestinal fue el resultado de consumirla.
“Las personas que me retuvieron allí no eran tachirenses, lo sé por el hablado. Sus voces se mezclaban con las de colombianos que habían estado en el conteiner. Ahí me mantuvieron dos días hasta la noche en que me liberaron, me pusieron dinero en la mano para el transporte y me botaron en la carretera”.
Los motivos de la detención no los tiene claros porque no participó de lleno participando en protestas. Sí asistió a una o dos concentraciones, pero no se considera una figura relevante dentro de la resistencia.
La coordinadora del Foro Penal en Táchira, Raquel Sánchez, señaló que durante la realización de las elecciones a la ANC, cinco personas desaparecieron y fueron retenidas de manera involuntaria por 72 horas aproximadamente, luego liberadas en condiciones deplorables.
Las abandonaron en terrenos baldíos y gracias a transeúntes que los auxiliaron llegaron hasta sus hogares.
“Las condiciones de salud en las que se encontraron son delicadas, presentaron un shock psicológico importante”, comentó.
Actualmente, el silencio se ha apoderado de Pedro… Su mirada perdida recuerda con dolor cada una de las escenas que vivió, en donde el temor de perder la vida era constante.
No ha vuelto a salir a la calle y su casa se ha convertido en otro cautiverio, aunque esta vez no sufre torturas, ni tratos crueles y degradantes.
Pedro, como otros tachirenses, fue una víctima más de desaparición forzosa, catalogada en el artículo 7, numeral 1 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, como un crimen de lesa humanidad.
Desapariciones en la historia
Las desapariciones forzosas corresponden a una práctica política de los regímenes totalitarios y se define como un crimen de lesa humanidad por lo sistemático de los casos.
Los casos de desapariciones forzosas no son siempre definitivos, explicó el exparlamentario Walter Márquez.
“Cuando el líder político de Voluntad Popular Leopoldo López y el general Raúl Baduel han sido incomunicados de sus familiares sin tener ninguna información de su paradero también es considerado como una desaparición forzosa”, refirió.
En Venezuela existen casos emblemáticos e históricos de desapariciones forzosas como es el de Jorge Rodríguez (padre), que en 1976 fue secuestrado y torturado.
A lo largo de la historia han existido varios casos de desapariciones forzosas de los cuales no se escapa Venezuela y el estado Táchira, población en donde el pasado 30 de julio, cuando se elegía la Asamblea Nacional Constituyente -ANC-, se recibieron denuncias de al menos cinco desapariciones de personas que a los días aparecieron golpeadas y torturadas, bajo amenaza de muerte, precisó Márquez.
En años anteriores, en la zona de frontera, entre los municipios Bolívar y Pedro María Ureña, se han denunciado más de 50 desapariciones forzosas por parte de grupos paraestatales o paramilitares.
Estas desapariciones no solo corresponden a habitantes de la frontera venezolana sino de estados del centro de Venezuela y de Colombia.
Aunque no existe aún una investigación final, fuertes indicios demuestran que algunos de los desaparecidos, corresponden con la osamenta de doce cuerpos humanos, hallados en mayo de 2015 en el sector de La Mulata, municipio Pedro María Ureña.
Otro grupo de desaparecidos en el Táchira incluye a los 25 secuestrados cuyo paradero se desconoce en la región y se ha creado para ello un comité de víctimas. Muchos de ellos sobrepasan los 15 y 20 años de estar ausentes de su entorno.
Una mezcla de hampa común, grupos armados y organismos de seguridad del Estado deben ser investigados por las desapariciones forzosas, denunció el exdiputado Walter Márquez.
Datos
En Chile, durante el mandato de Augusto Pinochet, al menos 2.000 personas desaparecieron por su marcada disidencia contra el régimen, en su mayoría hombres en edades entre los 21 a 30 años.
Desde el gobierno de Alberto Fujimori hasta Ollanta Humala, en Perú se han registrado 15 mil desaparecidos.
Mientras que en Argentina, durante el periodo dictatorial de Jorge Videla, desaparecieron, según las organizaciones humanitarias, 30.000 personas y 8.000, según cifras oficiales.