La Gran Logia de España: «No somos secretos, somos discretos»

El Gran Maestro de la Gran Logia de España, Txema Oleaga (i), y el Gran Maestro de la Gran Logia de Murcia, Luis Alcaina. EFE/Marcial Guillén

Murcia (España), 27 abr (EFE).- Alrededor de 3.000 personas, en su inmensa mayoría hombres, forman parte de la Gran Logia de España, una organización masónica que aboga por el pensamiento crítico, el antidogmatismo, la fraternidad y el perfeccionamiento moral e intelectual de sus miembros, y que 300 años después de su constitución afronta el gran desafío de que se les pueda poner cara.

«No somos secretos, somos discretos», explica en una entrevista con EFE Luis Alcaina, elegido este sábado Gran Maestro de la provincia masónica de Murcia, una de las ocho en que divide el país la Gran Logia, y que acoge, por primera vez, una asamblea general extraordinaria a la que asisten 350 masones españoles.

Alcaina, que ingresó en la masonería hace 24 años, reconoce el grado de desconocimiento social, los prejuicios que existen e incluso el halo de misterio que les rodea, si bien se felicita por la estrategia de acercamiento emprendida hace unos meses por el Gran Maestro de España, Txema Oleaga, para dar a conocer la masonería y reivindicar el legado de quienes la vivieron en clandestinidad y contribuyeron al desarrollo de España.

Interior del Templo de la XIV Gran Asamblea Extraordinaria Gran Logia de España. EFE/Marcial Guillén

La masonería y los símbolos

En una visita al templo en el que tiene lugar la asamblea extraordinaria, Oleaga explica que la masonería es un «lenguaje de símbolos».

Los símbolos permiten un lenguaje universal para todas las logias, basado en metáforas geométricas y de arquitectura que solo ellos traducen al idioma común, y con ellas hablan del esfuerzo, de la rectitud moral, del autoconocimiento, la filantropía, la igualdad, la libertad o, como explican, de las leyes que rigen el universo.

El pasillo central del templo de una logia masónica es un damero blanco y negro, que representa el valor de las fuerzas opuestas, pero complementarias, del «yin y el yang», afirma Oleaga, y sobre él cuelga en el centro la G mayúscula de los masones, en reconocimiento a dios o al «Gran arquitecto del universo».

Los masones se comunican simbólicamente a través de piedras, pulidas o a medio hacer en función del compromiso moral y el perfeccionamiento de cada cual, y también lo hacen con los libros sagrados, las representaciones de escuadras, compases, cuadrados, plomadas, niveles o paletas, entre otros muchos elementos.

Según Oleaga, a todos los miembros de la masonería les une la inquietud, la libertad de pensamiento y el respeto a todas las creencias, de ahí que las logias sean, pese a las falsas creencias, un «fiel reflejo» de la sociedad.

No hay un perfil profesional que abunde, ni es cierto que todos sus miembros sean profesionales de clase alta. «Las cuotas mensuales, de hecho, son asumibles por cualquiera», aclara.

 

«Los masones no somos un ‘lobby'»

Sobre la capacidad de influencia de los masones, Oleaga subraya: «No somos un ‘lobby’, no ponemos ni quitamos gobiernos», aunque reconoce, como evidente, que no tienen el tipo de relación que une, por ejemplo, a los amigos o a los compañeros de trabajo. «Somos una fraternidad» y eso tiene un amplio significado.

Luis Alcaina explica que el acceso a la masonería es lento, pero está abierto a todo el mundo. Se inicia con una entrevista al candidato que llevan a cabo dos miembros de la logia de forma individual, y durante un tiempo indefinido, y concluye con una propuesta de ingreso que se eleva a votación de la asamblea, si se considera apta su pertenencia al grupo en la fase previa.

Los masones no hacen proselitismo en busca de nuevos miembros ni ponen impedimentos para dejar la fraternidad, añade Alcaina: «Cuando alguien quiere dejarlo, informa por carta y deja de pertenecer».

Para ambos, el «gran lastre» de los masones en España es el celo con el que guardan discreción sobre su pertenencia a una logia. «A pesar de que han pasado 40 años de nuestra legalización, todavía nos cuesta reconocer públicamente nuestra pertenencia a la masonería», confiesa el líder en Murcia.

Oleaga atribuye esos recelos a la persecución franquista. Según explica, el régimen ejecutó a mil masones y abrió 80.000 causas judiciales que se remontaron al siglo XIX para represaliar a miembros de la masonería o antepasados, lo que les obligó a ocultarse y a consolidar durante décadas una forma de actuar que aún perdura.

Celia Cantero

 

 

 

 


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