La generosa y realista catadura de Doña Cata (II) / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

 

Continuando en nuestra línea de investigación, en esta 2ª entrega, se comparte la síntesis de una aproximación sobre el papel de la mujer encomendera durante los siglos XVI y XVII, en la geo-historia de Trujillo, para lo que se ha tomado el caso de la viuda Catalina Fajardo, una de las más ricas terratenientes y encomenderas.

Las grandes posesiones de Catalina, fueron altamente productivas y eje de la prosperidad de un espacio o zona de frontera, que por su ubicación estratégica y conexión con el lago de Maracaibo y el Mar Caribe, se pudo establecer sin ayuda ni financiamiento de la Corona Española, una correa de producción agropecuaria de verdadera riqueza comercial, en la que también se sumaron las posesiones de «Sabana de Mendoza»; por eso, se le debe considerar indiscutiblemente, como un personaje fundamental en el proceso de formación de este pueblo, y los de La Puerta y Mendoza del Bomboy.

1620, tiempo de avanzar en medio de las dificultades

 

Doña Cata, ha sufrido intensas penas y soledades durante su vida, eso le ayudó a moldearse un ánimo de hierro, sobreponiéndose al dolor o al duelo y se ha armado de optimismo dominando el feraz y violento valle. Con su facilidad de palabra, con el conocimiento de la historia viva que tenía como protagonistas a su legendario abuelo <<símbolo permanente de los valores de la nacionalidad>>, según lo expresó Mario Briceño Iragorry, y a su padre el capitán Blas Tafallés, armada con nociones de política, de armas, comercio y también de religiosidad, su amena conversación, con esa chispa que la hacía lucir su ingenio, estuvo protagonizando cuando el gobernador de la Hoz Berrío en 1620, se decidió a autorizar la creación del pueblo cerca de su posesión de San Pablo, en Mendoza, y con toda seguridad incidió con ese conocimiento católico para que se le bautizara como pueblo de San Antón Abad, el patrono de la ganadería, protector de los animales.

Ante las dificultades y desgaste físico que sufrían los indígenas que tenía a su cargo, debido a la distancia existente entre San Pablo, donde ella tenía el asiento de sus tierras, es decir al norte del Valle del Bomboy, y el pueblo de Doctrina, llamado San Pedro y luego Puebla de San Pablo (hoy La Puerta), al sur del valle, sitio este, donde fueron trasladados sus indígenas encomendados y tenían que vivir recluidos; tuvo en 1620, durante la visita que hizo el gobernador de la Francisco de la Hoz Berrío a Trujillo, la oportunidad de promover que se construyera hacia la Cañada de Mendoza, un pueblo de indios que le evitara a estos, desgastarse tras varias jornadas de camino a pie, para ir a cumplir con sus trabajos en las sementeras y hatos y también las siembras de alimentar a sus familias. El gobernador, ordenó la creación del pueblo de San Antonio Abad, hoy Mendoza, para lo que le quitó tierras al encomendero Juan Álvarez Davoín; a cambio, en 1621, le quitó varios lotes de tierra a la misma Catalina Fajardo, e igualmente le quitaron los potreros al cacique Aymaro, que también tenía sus “puntas de ganado” y las tierras que poseían los indígenas de Doña Francisca de Segovia, las que dieron en compensación a Dabuyn.

Una mujer que tenía aún la alhucema en el maruto

 

Mientras, Don Cristóbal, el “gran cacao” trujillano,  atendía la administración del puente que había construido sobre el Motatán, y veía por la enorme plantación de cacao y fundos ganaderos en el Valle de Pocó,  donde se producía para la exportación, y comercializaba y negociaba en Maracaibo y en el Puerto de Gibraltar, a su vez, promovía el pueblo en la Sabana de Mendoza, zona baja de Trujillo, ella, en medio de la crianza de sus hijos, y la atención de sus chinitas indígenas, incluyendo a Yeguenda la princesa Jirajara, planificaba todo; se pudiera pensar que jugaba al cálculo, pero a su mente ágil y sobre la misma realidad,  le llegaban las ideas. Atendía todas sus posesiones de caña de azúcar y los hatos de ganado, su patrimonio dotal y sus bienes como viuda, y las del nuevo marido, en el Valle de Bomboy.

El largo y costoso litigio por la Encomienda
San Pablo de Bomboy, 1629

Siendo viuda regentaba la Encomienda San Pablo de Bomboy, heredada de su esposo el capitán Francisco Botello, quien habría muerto en 1617. Catalina su mujer, al enviudar, para no perder la “Encomienda San Pablo Bomboy”, según la legislación española, debía casarse dentro de los 3 años siguientes, lo que tuvo que realizar en 1620.

Cuando ella cultivaba con sus encomendados tierras y preparaba potreros, hatos, cuido y pastoreo del ganado, que era su actividad económica principal, estando embarazada, dos meses antes de que naciera su hija Josefa de San Francisco, que con los años seria monja en el Convento Regina Angelorum, el 25 de enero de 1629, el gobernador Juan de Meneses, en la revisión de títulos, a pesar de que ella demostró que era la viuda y única heredera del capitán Botello, sus títulos no tenían la certificación real, es decir, no había sido llevada al Consejo de Indias en España, y la encomienda fue declarada vacante.

Al año siguiente, el mismo gobernador Juan de Meneses otorgó al esposo de Catalina,  dicha encomienda, mediante un documento de fecha 24 de abril de 1630, en el que hay una nota interesante acerca de ella y de los indios que tenía como principal al Cacique Julián <<que viven y están mandados poblar en el pueblo San Pablo Bomboy, según y de la manera que los tuvo y poseyó la dicha Cathalina Faxarda… para que como libres vasallos del Rey nuestro Señor, los curéis en sus enfermedades, ayudéis y favorezcáis dándole la doctrina que les está repartida, procurando su conversión y conservación>> (Zambrano 11); de la lectura de este párrafo se desprende que hubo la fiscalización a los indígenas de la “Encomienda San Pablo de Bomboy”,  comprobó que su encomendera doña Catalina, les dio el trato adecuado.

Ahora bien, en cuanto a la conversión al catolicismo seguramente ella cumplió y colaboró con el padre Salvador Carmona y con Fray Juan de León, para la doctrina de sus encomendados y protegidos; sin embargo, hay algo que llama la atención y es que en 1777, en el Informe de la visita pastoral del obispo Mariano Martí, indica que en el pueblo de indios San Pablo de Bomboy (alias La Puerta), las mujeres siendo ladinas, no hablan español ni practican la religión católica, esto es, que, hablaban su lengua indígena y practicaban la mojanería y sus ritos y costumbres mágico religiosos; esta situación pudo ser derivada de una especie de complicidad y negociación entre la encomendera y sus indios encomendados, es decir, entre su primera encomendera Catalina Fajardo y la gente del cacique Julián;  reseña que devela la generosidad de esta matrona y la lealtad a los valores que heredó,  desarrollados por su abuelo Alonso Andrea de Ledesma, lo que era excepcional en aquellos tiempos de violencia, tortura y crueldad a que fueron sometidos los aborígenes, virtud demostrada en el trato dispensado a sus encomendados, así como, el de anteponer y sacrificar tierras y bienes para favorecer a sus indígenas, dice mucho de su generosidad y nobleza.

Luego de varios años de litigio contra la Corona española, el 14 de marzo de 1647, el Consejo de Indias, en la ciudad de Sevilla, decidió no otorgarle la confirmación a Cristóbal Hurtado de Mendoza ni a Catalina Fajardo de la “Encomienda San Pablo de Bomboy”, la que pasó a poder del Rey de España, y perdieron el puente construido sobre el río Motatán, ordenando le pagaran al Capitán Mendoza, lo que gastó en la construcción de esta obra (Zambrano, 38 a 40); hechos estos, que irían acentuando el sentimiento por los valores de la nacionalidad, en ellos y en sus descendientes.

Construyen el puente de madera entre el Virreinato de la Nueva Granada (hoy Colombia) y la Provincia de Venezuela, en 1642

 

Para salvar la “Encomienda San Pablo de Bomboy”, y siendo sus bienes personales definidos y sus economías compartidas en abierta sociedad, los esposos Mendoza Fajardo,  propusieron al Rey, construir un puente sobre el río Motatán, es decir, un puente que permitiera pasar en tiempos de invierno las mercaderías, animales, cargas y las personas, lo que efectivamente construyeron, trayendo alto beneficio a Trujillo y a la Provincia.

El experto Baltazar de Aguilar, en su informe del 12 de abril de 1938, señaló que <<vi el dicho puente…y en mi conciencia está muy bueno, fuerte y alto de la lumbre de el agua, de maderas incorruptibles y fuertes vigas, de terraplenada…para mi será perpetuo>> (Zambrano, 20). El gobernador Ruí Fernández de Fuenmayor, certificó que ante las pérdidas ocasionadas por el río caudaloso en invierno <<el paso que por él se hace desde esta provincia al nuevo reino de granada y, del nuevo reino a esta, con que se aumentó el trato y comercio… está el paso seguro y por mucho cuidado y vigilancia>> (Zambrano, 31). En una proyección sobre tierras de los Mendoza-Fajardo, se estima que el puente sobre el Motatán pudo haber sido construido a la altura del sitio Quebrada de Cuevas, un poco más al norte, coincidiendo con la entrada de la Cordillera El Humo, en la hoy parroquia Mendoza, que fue un paso indígena y colonial, que conectaba con el camino hacia la vía intermontana al Puerto de Gibraltar, en el lago de Coquivacoa (Maracaibo). Esto nos da una idea de lo visionaria que fue esta pareja.

La pujante Sabana de Mendoza, erigida

en tierras de Doña Catalina Fajardo

En la concepción del invasor europeo, colonizar era poblar; una de las principales obligaciones del encomendero era construir casa o estancia y conservar y adoctrinar a sus encomendados, dando estabilidad al modo de producción y consolidando la ocupación del espacio y la jurisdicción de poder colonial; inclusive, siempre prestos a salir con sus armas a defender el régimen que se implantaba.

El historiador Arturo Cardozo, dentro de lo que llamó periodo de “La Conquista”, data el comienzo de los cultivos de cacao en el valle de Pocó, en 1620, destacando la labor de los Jesuitas (Cardozo, 14); sin embargo, solo fue el 17 de septiembre de 1629, cuando el Cabildo de Trujillo, otorgó a estos religiosos, 30 fanegadas de tierra de montaña en el mencionando Valle, hasta el punto de La Arenosa, para sembrar arboledas de cacao (Fonseca, TI, 26-27). Con la llegada de los Jesuitas, fue adquiriendo este valle, cuerpo de comunidad, al contar con actividad litúrgica y religiosa, transculturamiento y adoctrinamiento de los naturales y todo lo que representaba esta institución en la formación de pueblos y del comercio.

Antes de ese tiempo, en el que llegan los Jesuitas, los vecinos de esta zona eran: los Ledesma, descendientes de Alonso Andrea de Ledesma, entre ellos, Catalina Fajardo; los Pacheco Maldonado, Osorio y los Gómez Carrillo, debemos agregar al capitán Hernando Hurtado de Mendoza, quien poseyó en 1608, como encomendero, productor cacaotero y ganadero, la mayor cantidad de indígenas a su cargo, específicamente en el Valle de Pocó. Uno de los más antiguos Cronistas de Indias, escribió que por la labor de estos, Trujillo <<llegó con brevedad a ser una ciudad muy opulenta, por el mucho trato de sus frutos, principalmente del cacao a cuya labor se dedicaron sus vecinos plantando en los Valles de Pocó cuantiosas arboledas de este género que conducidos por la laguna de Maracaibo a Gibraltar los hacía poderosos, por las grandes proporciones de plata que producía sus retorno>> (Oviedo y Baños, 139). La actividad cacaotera y de ganado, le dio fuerte impulso a la economía y asentamiento social en este Valle, y en general a Trujillo.

Escribió Eliazar Montilla que el capitán Cristóbal Hurtado de Mendoza, hizo su testamento en 1657 y 10 años después, cuando ya había ocurrido su muerte, su hijo y albacea Hernando Hurtado de Mendoza, pidió la ejecución del mismo, en el mencionado texto legal no consta la propiedad de ninguna extensión de tierras relacionada a las “Sabanas de Mendoza” (Montilla, página 4). Aseguró este autor que las posesiones «Pedro Felipe», «Sabana de Mendoza» y «Zaragoza», que se unieron y pasaron a llamarse «Pedro Felipe», así como, otras tierras vendidas en 1709, por Buenaventura Hurtado de Mendoza, las heredó de su abuela Catalina Fajardo, dueña original de estas tierras, porque el capitán Cristóbal Hurtado de Mendoza, su esposo, al morir solo poseía encomiendas y doctrinas, ubicadas hacia el Valle del Bomboy y Timotes  (Montilla Abreu, Eliazar. Perfil Histórico, Geográfico y Humano de Sabana de Mendoza. Página 5); el mismo Montilla se pregunta ¿cómo llegaron estas tierras a ser propiedad de Catalina Fajardo? lo más probable es que su primer propietario haya sido su abuelo el capitán Alonso Andrea de Ledesma. El capitán Cristóbal, el 2 de marzo de 1669, aparece entre los contratantes de servicio médico del Dr. Espina, en la ciudad de Trujillo.

Concluye Montilla, en que, las posesiones que conforman «Pedro Felipe», llegaron a pertenecer a los Hurtado de Mendoza a través de Catalina Fajardo y no del capitán Cristóbal Hurtado de Mendoza (Montilla, 7); es decir, la mayoría de las tierras de Catalina, fueron heredadas de su abuelo Alonso Andrea de Ledesma, como hija que era de Mariana de Ledesma, y otra parte, como hija del capitán Blas Tafallés, en el contrato de dote matrimonial. En el Valle del Bomboy, también poseía una importante propiedad territorial.

El hijo de Catalina, Pedro Márquez de Mendoza y Fajardo, bautizado el 5 julio 1632, sustituyó a su padre Cristóbal, en la dirección de la plantación de  cacaotales en Pocó y en su comercialización y exportación. Se le consideró a mediados del siglo XVII, al igual que sus antecesores, un fuerte comerciante de esta especie llamado «Gran Cacao», en Trujillo. Es bastante probable que este Mendoza, sea el mismo «Pedro Felipe», del que perpetúa la memoria oral de Sabana de Mendoza, y cuyo nombre se mantuvo como topónimo.

Quizás con ritmo diferente en el proceso histórico de formación económica colonial impuesto por España en Trujillo, que por supuesto no llegó a expresarse de forma paralela y coetánea en cuanto a evolución de la organización social de los distintos pueblos, los de zonas altas con los de la zona baja, es interesante conocer que documentos de tierras vendidas en 1709, por Buenaventura Hurtado de Mendoza, las «Sabanas de Mendoza», donde hoy está asentada la población de este nombre, eran propiedad de su abuela Catalina Fajardo (Montilla, 1); es precisamente en esta enorme posesión, en la que con su esposo Cristóbal, quien disponía de una encomienda de 174 indígenas útiles de la Séptima Doctrina, organizada por el Obispo Alcega, desarrollaron grandes cacaotales y hatos cerca del Pocó, en 1608, lo que fue generando con el asentamiento colonial, nuevas relaciones sociales de producción y comerciales, alrededor de este impulso económico dado en la tierra de Doña Cata y la labor de la mano indígena, que significan aportes primarios,  para lo que hoy conocemos como la ciudad y población de Sabana de Mendoza.

En el ocaso de sus días

 

Ya avanzada en edad, seguía en sus negocios de tierras, de ganadería, agrícolas, talleres e industria. En escritura de Composición, hallada por Amílcar Fonseca, Catalina y su esposo Don Cristóbal, adquirieron la enorme posesión Dorokokoe, que abarca Castril de Reina, camino de los Timotes, Cucharito y linda con el río Bomboy (Registro Subalterno Trujillo,  folio 17 del Protocolo: Antonio Ruiz de Segovia, año 1665.  En: Fonseca, T2, 39), Se estima que Catalina para esta negociación tenía unos 76 años y Cristóbal 66 años de edad, cuando adquieren estas tierras reales.

Justo es, que se haga el reconocimiento histórico que se merece Doña Catalina Fajardo, como ilustre matrona que cimentó larga y digna estirpe en la que figuran libertadores, como el Dr. Cristóbal Mendoza, primer mandatario republicano de Venezuela, también como mujer progresista, en clara sociedad económica con su esposo, fue adquiriendo y desarrollando tierras en la zona norte del valle, hasta colindar con la meseta de Valera,  y como forjadora de pueblos, por su aporte a la consolidación del “Pueblo de Indios San Pablo de Bomboy” (hoy La Puerta), y a la formación desde sus inicios, de esa hermosa e histórica comarca, que es el <<Pueblo San Antón Abad>>, hoy Mendoza del Valle de Bomboy, topónimo este, que obviamente refiere al apellido del marido, en tiempos de esa sociedad patriarcal, siendo ejemplo y símbolo del temple y espiritualidad de la mujer trujillana; igualmente, lo que le corresponde en cuanto a la hoy ciudad de Sabana de Mendoza (Municipio Sucre), en la zona baja del estado Trujillo, pero fundamentalmente, como constructora de nacionalidad.

 

 

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