Por: Felipe Guerrero
Recientemente visitamos en nuestra aldea una exposición de bonsáis. Resulta impresionante la técnica utilizada para plantar estos árboles enanos que se cultivan en recipientes cerrados, para limitar el crecimiento de sus raíces, restringir la absorción de nutrientes y coartar los recursos para transpirar. Además de estas limitaciones que imponen los materos, los troncos de los bonsáis, sus ramas y follajes son manipulados y conformados en gran medida para alcanzar determinados propósitos.
Las personas que se dedican a cultivar estas plantas en miniatura buscan que estos árboles sean pequeños. Ese es su gran objetivo: Impedir su crecimiento. Para lograr este propósito, cortan cuidadosamente las raíces que alimentan a la planta y la trasplantan a una maceta que ponga límite al avance de la raíz.
Las pequeñas dimensiones del árbol y el enanismo de su follaje son el resultado de la poda del tronco, de las ramas y de las raíces.
Luego de observar esta singular exposición pensé en la realidad venezolana. El bonsái sufre, se mutila, se lacera, se compacta… En esta tierra vivimos esta dolorosa estación de sequia de la esperanza, porque aparecieron los especialistas en cortar las raíces de los sueños a las grandes mayorías y buscan a toda costa, continuar enterrando al venezolano en unas macetas limitantes.
Los expertos en bonsáis desarrollan unas técnicas para obtener un resultado, contrario a la naturaleza, tallando las raíces y manteniendo la planta al límite de la supervivencia.
Este acercamiento a esta modalidad de manipulación de las plantas, que ahora se replica en la manipulación de las personas, me llevó a revisar una reflexión que en el año 2017, publicó el periodista Tulio Hernández y que últimamente se reproduce con gran intensidad en diferentes aplicaciones de mensajería. Este comunicador social identificó el citado documento como «Tuiteros del Infortunio» para referirse a ese grupo que se autocalifican de líderes, pero que viven echados en el chinchorro de las redes sociales, que no salen a patear calle, que no visitan barrios, que nunca han participado en un «Casa a Casa» y que se dedican a construir las denominadas «estructuras políticas neutrales y alternativas» para desplazar a las organizaciones con clara definición ideológica.
Encuentro una gran similitud entre los expertos en bonsáis y la rancia oligarquía enquistada en Miraflores, que como clase privilegiada practica los más variados procedimientos para que la vida de los venezolanos se parezca cada día más a esos árboles en miniatura.
Análogo comportamiento aparece entre los «Tuiteros del Infortunio» y los jardineros que se dedican a convertir un árbol normal en un enano
Basta con observar el rostro de los venezolanos para ver el reflejo de una generalizada tristeza porque le falta el verdadero gozo, el aire, la alegría y la jocosidad propia de los habitantes de esta tierra, porque Dios creó a los árboles para que crezcan en el bosque y no para que vegeten en unos estrechos materos.
Al bonsái no se le permite crecer, porque los «Amos» determinan que siempre deben ser pequeños y quienes se dedican a cultivarlos tienen como gran objetivo: «Impedir su Crecimiento». Para lograrlo cortan cuidadosamente la raíz que los sostiene, para limitar su base; los trasplantan a una maceta que ponga límite al avance de su apoyo y de su asiento.
Por nuestra altísima dignidad de Personas tenemos la obligación de echar profundas raíces, de desarrollarnos y de dar abundantes frutos. Rechazamos la condición de «Bonsái» a la cual quieren someternos los «Inquilinos de Miraflores» y los «Tuiteros del Infortunio»
Crecer duele y es difícil. Cuando vivimos la Adolescencia, se sufre la ansiada transformación física y emocional. «Las articulaciones y huesos duelen porque se están estirando. Lo mismo sucede con las plantas cuando germinan, la vida dentro de ellas lucha por liberarse. Hay una fuerza interna en cada semilla llamada totipotencia que impulsa la vida desde su interior. Entonces crecen hacia abajo afianzando sus raíces para iniciar un crecimiento hacia arriba que las haga fructificar». Es hora de afianzar nuestras raíces para poder llegar muy alto.
A pesar del eclipse de libertad y del desierto de justicia por el cual peregrinamos, tengo la convicción de que las grandes mayorías de nuestra sociedad siguen transitando los caminos de la justicia social. En este éxodo compartimos el abrazo solidario con todos los hermanos de ideal… Hemos sido perseguidos, no por lo que hayamos hecho sino por lo que hemos defendido… Pero no podrán detener nuestra marcha.
Refrescamos nuestra concepción ideológica. La ideología son las raices que nos dan fortaleza aun en medio de todas las tormentas. Por caminos y veredas encuentro miles de hombres y mujeres con los cuales seguimos comulgando los mismos ideales. Con ellos hemos compartido una larga y fructífera historia de afirmación armónica de idealismo y realismo; al mismo tiempo en un combate sin cesar contra el ideologismo y contra el pragmatismo.
Nuestra participación en las batallas por la libertad ha estado orientada por el Idealismo, no ideologismo; hemos estado al lado del realismo, no del pragmatismo y para afirmar el idealismo y para combatir el pragmatismo nos reencontramos en un difícil momento que nos compromete, muy gravemente ante nuestro pueblo y ante nosotros mismos.
En un momento de la vida nacional, luchamos para evitar una hegemonía partidista.
La historia registra en sus páginas que la expresión «Escogemos la Lucha» no fue un simple slogan, porque supimos rehusar las oportunidades que se nos ofrecían para mantener el depósito de los principios y para mantener viva la llama del ideal.
En 1961 dimos gigantescos aportes en la redacción de la Constitución, sin arrogarnos nada, con la gran satisfacción de proclamar que la Carta Fundamental no es una carta de partido, ni representa ideologías parciales, sino que es la expresión más amplia de un inmenso consenso nacional.
Nunca abandonamos el reconocimiento respetuoso del pluralismo, para que los otros tuvieran de nuestra parte la declaración de que la verdad no es pertenencia exclusiva de uno solo; nunca pretendimos aspirar a actitudes hegemónicas; lo que hemos querido es ser en toda la medida posible los intérpretes de la sociedad, dentro de una posición clara, destinada a fortalecer las instituciones. Hemos estado siempre prestos a cambiar las estructuras para que el cambio de las estructuras vigorice la concepción y la realidad institucional.
Con el poeta puedo exclamar que: «Soy la consecuencia de lo vivido, me quedo en paz con el origen y miro esperanzado la próxima encrucijada… Si mi vida me ha traído hasta este punto del camino, me tomo un descanso a su vera para observar los tres puntos de convergencia: El largo pasado de peregrino, el futuro que me espera y este exacto lugar del presente que bendigo… Y en este buscar de todos los días; en defensa de la Dignidad de la Persona lucho para evitar que se implante LA GENERACIÓN BONSAI.
felipeguerrero11@gmail.com
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