La concepción evolutiva darwiniana sobre la naturaleza humana es la más acertada. En el transcurso de la evolución de la especie humana hubo una Selección Natural Darwiniana en dos niveles: individual y grupal.
La especie humana se formó en un largo proceso evolutivo a partir de ancestros primates pre-humanos y ese proceso determinó muchas de las características físicas y mentales del actual humano. La Selección Natural Darwiniana actúa sobre características que están determinadas por genes y los estudiosos de la evolución distinguen dos niveles en la historia evolutiva del humano: 1) Selección a nivel de individuo y 2) Selección a nivel de grupo.
La selección a nivel de individuo era debida a la competencia por los recursos y favorecía las características genéticas que conferían egoísmo al individuo. No obstante, nuestros ancestros vivían en pequeños grupos que ineludiblemente luchaban con otros grupos, y en tales circunstancias se seleccionaban favorablemente las características genéticas que conferían a los individuos la capacidad de ser solidarios y cooperadores con los demás miembros de su grupo. En efecto, el gran naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) en su obra: ‘La Descendencia del Hombre’ (1871) analiza el origen evolutivo de la moral y plantea que los grupos integrados por individuos más cooperadores y solidarios tenían más capacidad para triunfar en las luchas con los demás grupos integrados por individuos menos cooperadores y solidarios (véase Parte I, Cap. 5).
Por otra parte, ese comportamiento altruista dentro de esas bandas victoriosas también beneficiaba a cada miembro de la banda y eso significa que en ciertas condiciones muy particulares, no hay contradicción entre altruismo y egoísmo. Pero en otras situaciones sí hay contradicción. Entonces el humano actual por un lado tiene tendencias altruistas hacia los demás humanos de su grupo, pero por otro lado, al mismo tiempo, tiene tendencias egoístas y esa contradicción genera tensión, perplejidad y malestar a toda persona normal, porque nadie se siente bien al percatarse de tales tendencias en su propia personalidad. El notable biólogo estadounidense Edward O. Wilson (1929-2022), en su importante obra: ‘El Significado de la Existencia Humana’ (2014) plantea que debemos aceptar esa tensión esencial como algo natural y dice: “En pocas palabras la selección individual favorece lo que llamamos pecado y la selección de grupo favorece la virtud (…) El conflicto interno no es una irregularidad personal sino una característica humana permanente” (1).
En efecto, todos los humanos experimentamos sentimientos contradictorios. Por una parte, todo humano normal tiene una tendencia a buscar su propio beneficio, preservar su integridad física, obtener placer, etc. Pero al mismo tiempo todo humano normal es capaz de sentir empatía por el prójimo y sentir compasión por el que sufre, y hay humanos normales que son capaces de actuar de manera desinteresada en aras de beneficiar a otros, aunque no sean familiares consanguíneos, y aunque esa manera de actuar les pueda ocasionar perjuicio. En efecto, todos los humanos normales vivimos con esa ‘tensión moral’ y hay toda una gama entre ambos extremos de la contradicción: Hay personas que son fundamentalmente individualistas y egoístas mientras hay personas que son fundamentalmente altruistas. Por ejemplo, hay personas con una capacidad para la empatía, la compasión y la solidaridad con el prójimo muy por encima de lo común. En tal sentido, el conocido filósofo australiano Peter Singer (nac. 1946) en su obra: ‘¿Cómo Debemos Vivir?’ (1993) refiere que en diversos países hay personas que voluntariamente se someten a una operación sumamente dolorosa para donar médula a alguien desconocido, y además la donan de manera anónima. Así, hasta 1993 en Estados Unidos 1300 personas donaron médula, en Francia 350, en Inglaterra 700, y en Canadá 83 (2).
El filósofo noruego Lars Svendsen (nac. 1970) en su obra: ‘Una Filosofía del Mal’ (2010), plantea: “Las personas deberían ser consideradas como buenas y malas, en vez de buenas o malas (…) La maldad es parte de nuestra humanidad compartida, como lo es la bondad. Esto no es decir que cada persona tiene la ‘misma’ mezcla de bondad y maldad – es obvio que no es así. Algunas personas son más malvadas que otras. No obstante, es posible que cada uno de nosotros haga el bien o haga el mal” (3).
Michael Shermer (nac. 1954) es un conocido divulgador de temas científicos estadounidense y en el año 2004 publicó una importante obra titulada : ‘La Ciencia del Bien y el Mal’, en la cual hace un detallado recuento de las evidencias científicas respecto a la potencialidad del humano para el altruismo y la cooperación, y también para la agresividad y la crueldad. Dicho autor asevera: “Los humanos son por naturaleza morales e inmorales, buenos y malos, altruistas y egoístas, cooperativos y competitivos, pacíficos y belicosos, virtuosos y no virtuosos” (4).
Esto que dice Shermer es muy acertado porque hay personas que son fundamentalmente bondadosas y hay personas que son fundamentalmente malignas, pero la mayoría de las personas son un mosaico de cualidades buenas y malas. Entonces, por todo lo dicho, para construir una sociedad futura mejor debemos propiciar las potencialidades positivas del humano y tratar de controlar o contrarrestar las potencialidades negativas
Esa dualidad compleja de bondad y maldad en el humano es planteada por el escritor ruso A. Solzhenitsyn (1918-2008), Premio Nobel de Literatura en 1970, en su conocida obra: “’Archipiélago Gulag’ (1973) cuando dice: “¡Si todo fuera tan sencillo!. Si solamente hubiera personas malvadas que en algún lugar perpetran con perfidia acciones malignas, y solamente fuera necesario separar a esas personas y aniquilarlas. Pero la línea que divide el bien y el mal atraviesa el corazón de cada humano. ¿Y quién está dispuesto a destruir una parte de su propio corazón?” (Primera Parte, Cap. 4). Eso que dice Solzhenitsyn es verdad: ¿Quién no ha cometido errores y malas acciones en su vida?…Todo humano es un mosaico de facetas positivas y negativas, aunque por supuesto en algunas prevalecen las malas y en otras las buenas. Es decir, hay personas fundamentalmente malignas, egoístas y perversas, y hay personas fundamentalmente bondadosas, generosas y altruistas.
No obstante, siempre debemos recordar que el humano es una especie ‘Bio-Social-Cultural’ de tal manera que los factores histórico-sociales y culturales pueden modificar las tendencias biológicas genéticas del humano heredadas por evolución. Entonces podemos diseñar sociedades en las que se inculque el altruismo.
NOTAS: (1) Pag. 179 en Edward O. Wilson (2014) ‘The Meaning of Human Existence’ (2) Pag. 195 en Peter Singer (1993) ‘How Are We to Live?’ (3) Pag. 193 en Lars Svendsen (2010) ‘A Philosophy of Evil’. (Edic. original noruega: 2001) (4) Pag. 64 en Michael Shermer (2004) ‘The Science of Good and Evil’. Henry Holt and Co. New York. USA.
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