Redacción Ciencia, 21 nov (EFE).- Un equipo científico ha descubierto que las estrellas más grandes y comunes del universo, las estrellas masivas Be, que hasta ahora se consideraban estrellas dobles, podrían ser en realidad «triples», un hallazgo que cambiaría lo que sabemos de la evolución estelar.
La investigación, realizada por científicos de la Universidad de Leeds y publicada en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, podría revolucionar nuestra comprensión de las estrellas B, que son un importante ‘banco de pruebas’ para desarrollar teorías de evolución estelar.
Estas estrellas Be (un tipo de estrellas B) están rodeadas por un disco de gas, similar a los anillos de Saturno en nuestro Sistema Solar, y aunque fueron descubiertas hace solo 150 años -identificadas por primera vez por el célebre astrónomo italiano Angelo Secchi en 1866-, nadie sabe cómo se formaron.
Hasta ahora, los astrónomos pensaban que los discos se forman por la rápida rotación de las estrellas Be, que a su vez puede estar causada por la interacción de las estrellas con otra estrella en un sistema binario.
«Si has visto la Guerra de las Galaxias, el mejor punto de referencia son los planetas que tienen dos soles», explica Jonathan Dodd, autor correspondiente de la investigación y doctorando de la Universidad de Leeds.
Pero ahora, analizando los datos del satélite Gaia de la Agencia Espacial Europea, el equipo cree haber encontrado pruebas de que estas estrellas existen en sistemas triples, con tres cuerpos interactuando entre sí.
«Observamos cómo se mueven las estrellas en el cielo nocturno durante periodos más largos, como diez años, y periodos más cortos, de unos seis meses. Si una estrella se mueve en línea recta, sabemos que hay una sola estrella, pero si hay más de una, veremos un ligero bamboleo o, en el mejor de los casos, una espiral», explica Dodd.
«Aplicamos esto a los dos grupos de estrellas que estamos observando -las estrellas B y las estrellas Be- y lo que descubrimos, confusamente, es que al principio parece que las estrellas Be tienen un menor índice de compañeras que las estrellas B. Esto es interesante porque esperaríamos que hubiera más de una. Esto es interesante porque esperaríamos que tuvieran una tasa más alta».
El investigador principal, René Oudmaijer, cree que «el hecho de que no las veamos podría deberse a que ahora son demasiado débiles para ser detectadas».
Tras el hallazgo, los investigadores analizaron un conjunto diferente de datos, buscando estrellas compañeras que estuvieran más lejos, y descubrieron que a estas mayores separaciones el índice de estrellas compañeras es muy similar entre las estrellas B y Be.
A partir de ahí, pudieron deducir que en muchos casos entra en juego una tercera estrella, que fuerza a la compañera a acercarse a la estrella Be, lo suficiente como para que la masa pueda transferirse de una a otra y formar el disco característico de la estrella Be.
Esto también podría explicar por qué ya no vemos a estas compañeras; se han vuelto demasiado pequeñas y débiles para ser detectadas después de que la estrella Be «vampiro» haya absorbido gran parte de su masa.
El descubrimiento podría tener enormes repercusiones en otros campos de la astronomía, como la comprensión de los agujeros negros, las estrellas de neutrones y las fuentes de ondas gravitacionales.
«Sabemos que estos objetos enigmáticos -agujeros negros y estrellas de neutrones- existen, pero no sabemos mucho sobre las estrellas que se convertirían en ellos. Nuestros hallazgos proporcionan una pista para comprender estas fuentes de ondas gravitacionales», concluye.
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