En medio de esta tragedia que padecemos los venezolanos, asediados por las más elementales urgencias del tratar de sobrevivir con dignidad, hay que reivindicar la esperanza. Son muchos los ejemplos de pueblos que han sufrido peores catástrofes que las nuestras y a fuerza de inteligencia y trabajo han logrado levantarse, construyendo realidades mucho mejores que las previas al hundimiento. Se han renovado, extirpado las gangrenas culturales que impedían el bienestar de todos, creado instituciones incluyentes y eficaces, emergiendo como ejemplos de lo que son capaces las sociedades cuando se proponen utopías audaces.
La utopía es una esperanza que se diseña como un sueño posible. Es la propuesta de un sueño audaz capaz de generar la energía que logra los consensos para que se concrete. Es una visión de país que suma a los mejores talentos, los más calificados liderazgos, las personas y las organizaciones que produzcan la sinergia fecunda que hará desplegar el potencial acumulado.
Así como la maldad trabaja y conspira con afán, el bien va tejiendo ilusiones y conductas, alimentando procesos silenciosos que muestran lo mejor del alma humana, los más nobles sentimientos y la solidaridad más amorosa. Así como la maldad va a ritmo de ruido, discursos, marchas y banderas, la bondad va haciendo su trabajo con la delicadeza de un artista. O como el noble agricultor que va sembrando paso a paso las fecundas semillas, confiado que a su tiempo darán su cosecha.
Quizás el esfuerzo mayor estará en el campo de la política y los políticos, que tendrán que ganar altura para ponerse en condiciones del tamaño de los desafíos. «La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación» dice el papa Francisco en su Encíclica «Alabado seas». Para consolidar la esperanza necesitamos un liderazgo político con la estatura de estadistas, que actúen en la cotidianidad con decisiones de largo aliento.
Entre tanto la esperanza está firmemente afincada en cientos de voluntades que -en medio de la dura situación- hacen su trabajo, sobreviven y cooperan. No tengo ninguna duda que en esta crisis se está acunando una nueva Venezuela. «Todo será para el bien» decía la mística inglesa del siglo XII Juliana de Norwich.