Por: Libertad León González y Luis Carlos Guerrero Pérez
Nadie pierde conocimientos si los comparte
Carlos Fuentes
-Preliminar indispensable
La evolución de la Educación y de la Tecnología han venido entrelazándose por caminos colindantes, como procesos inherentes a la humanidad. Desde sus inicios, ambas han sido soporte ineludible la una de la otra. Aunque pudiéramos decir que la primera ha tenido un inicio antropogénico de mayor importancia para la sobrevivencia humana. La segunda, de desarrollo lento en sus inicios, se ha colocado en igual importancia medular, a fin de suministrar, entre las dos, los medios necesarios en el tránsito histórico de nuestra especie como dominante del mundo que conocemos.
Si recreamos un momento de la prehistoria, podemos imaginar un grupo de homínidos, ya convertidos en homo sapiens, emitir sonidos e imprimir signos en piedra u otros materiales. Esta acción de seres vivos en constante evolución, diferenciándolos del resto, marcó el inicio del lenguaje, un sistema de sonidos, signos y señales destinado a comunicar hechos, sucesos, nombrar y numerar objetos o rebaños, describir el clima o características de lugares, en fin, lo primordial: comunicar información necesaria para la sobrevivencia de la especie. Para resumir, pasaron varios miles de años para que los sonidos de estos vocablos fuesen convirtiéndose en signos delineados, ordenados sistemáticamente, surgiendo así la escritura.
La primitiva comunicación oral contenía información vital que, transmitida de manera acertada, pondría a otro individuo en conocimiento de lo necesario para desenvolverse en el entorno social que lo circundaba. Pasar de la oralidad a la escritura fue un paso gigantesco, pues la información, además de comenzar a integrarse en una compleja tríada de medios semióticos (cara a cara, impresos y tecnológicos), podía ser registrada, ampliada, mejorada, orquestada desde un liderazgo que fue construyendo experiencias con el agregado de un significado[1], para ser propagada y retransmitida generacionalmente.
La Educación, vista desde la unidad familiar, desde las etapas más instintivas del homo sapiens, garantizó a la madre y al padre, asegurar en sus hijos una conducta que: se ajustara a las necesidades más primordiales del actuar doméstico y en su comuna, que pudieran operar adecuadamente los utensilios y herramientas con la que se procuraban el sustento, así como comprender el comportamiento de otros animales, plantas, peces; además de las manifestaciones naturales que permitían programar la cacería, pesca, la recolección y transporte de alimentos e incursiones a otros territorios.
Es natural que al ir avanzando la capacidad organizacional de los clanes e ir agrupándose el género humano en núcleos cada vez más grandes, con exigencias de vida e intercambios antrópicos más complejos, como los que resultan de nuestra actual urbanidad, la Educación, como actividad que conduce y vigila la transmisión del saber operativo de las gentes, fue convirtiéndose en interés obligado de quiénes ostentaban el liderazgo de los primeros asentamientos, para luego ir complementándose con toda la tarea que requería un Estado a objeto de proteger y garantizar alimentos y salud a su población.
La acumulación del conocimiento en sí, tanto en los saberes populares propios de las gentes que los ejercían y los transmitían entre comunidades, como en las entidades originarias destinadas a la acción educativa, o en el legado de pensadores de cada etapa histórica y lugar del mundo, ávidos por comprender el universo y su inter vinculación dinámica con el ser, luego, mucho más estructurado, en agrupaciones religiosas, monasterios y así llegar a fundamentarse en una jerarquizada estructura formal con avanzado soporte teórico e investigativo, fue tejiendo un esencial intercambio de ideas y descubrimientos; todos éstos propiciadores, en cada rama del saber y actividad humana, de un mejoramiento gradual, progresivamente más asombroso y sofisticado, constituido por una forma y manera de aplicar ese conocimiento, a objeto de ir potenciando y haciendo más rápidas y efectivas las labores y acciones humanas.
Poner en práctica el conocimiento, el ensayo y la investigación para el logro de algún objetivo bélico, productivo, mercantil , de navegación, de transporte y comunicación, entre otras actividades humanas, fue lo que produjo con mayor impulso la aparición de nuevas formas de comprender la tecnología y su trascendencia; posteriormente, aplicarla en el acontecer humano y así propender a la obtención de objetivos contemplados por el Estado, por particulares empeñados en una idea, o por las necesidades más urgidas de la población.
Resulta cardinal establecer algunas particularidades de la Educación y la Tecnología, aunque ambas, desarrolladas por nuestra especie y tácitamente en favor de ésta, implican un conjunto de conocimientos, métodos y procesos destinados al logro de objetivos muy precisos, impuestos en gran parte por el poder ejercido desde la dominación organizacional de un Estado, personalidad o grupo de mando hacia el resto de la sociedad.
La Educación involucra, indefectiblemente y con mucha más determinación, el estudio y comprensión de los símbolos y signos comunicacionales, el lenguaje y sus diferentes componentes regulatorios de su conformación como lo es la semántica, la gramática, sintaxis, morfología, fonología, entre otras. Esta característica humana, poder comunicarse a través del lenguaje, constituye el vehículo indispensable de transmisión de ideas y conocimiento, esencialmente, para completar el proceso educativo que la Sociedad destina a sus integrantes.
La Tecnología, más como proceso de acumulación de conocimiento práctico y concreto, también requiere del proceso educativo, como hecho estructural, a fin de divulgar, explicar, complementar y entrelazar aquellos fenómenos y revelaciones con los que se construye a sí misma, representándose en una innovadora, creativa y poderosa manera de aportar ingeniosas alternativas y soluciones a los quehaceres y anhelos del ser humano.
Ahora, entonces, la Educación necesita de lo tecnológico para ir a la par del mundo, sumergiéndose, cada vez más, en la dependencia de ese factor tecnológico globalizado. Igualmente, la Tecnología requerirá de más y mejores avances en lo educativo para que su alta capacidad comunicacional, interpretativa, funcional, pueda propagar con más equilibrio y seguridad las condiciones de factibilidad de perpetuación de la especie humana.
Por lo tanto, el proceso educativo, en todo momento, desde fases humanas rudimentarias, ha requerido de una administración y planificación que visualice, desde el análisis del pasado, tanto el presente como el futuro, en un sentido gerencial, las necesidades instruccionales colectivas, prioridades teórico-prácticas, exigencias científico técnicas, así como la promoción del cimiento cultural que aglutina a los diferentes sectores que conforman los pueblos.
– Lo sustancial
El “niño mutante” de los ejércitos de la propaganda
Michel Desmurget. La fábrica de cretinos digitales. Los peligros de las pantallas para nuestros hijos.
Como educadores ¿dónde dejamos la posibilidad de poder aplicar las teorías psicológicas sobre el aprendizaje, ante nuevos modelos que están muy por encima de la realidad en la que se cimentaron? Como educadores ¿para qué nos sirven las teorías del desarrollo cognitivo de Jean Piaget (Neuchátel, Suiza 1896- Ginebra, 1980), del desarrollo sociocultural de L. S.Vytgoski (Orsha, Bielorrusia 1896- Moscú, Rusia 1934), el Método de María Montessori (Chiaravalle, Italia 1870- Nordwijk, Países Bajos 1952), los sistemas de escritura en el desarrollo del niño de Emilia Ferreiro (Buenos Aires, Argentina1935), por solo citar un reducido número de especialistas, pioneros en las teorías del aprendizaje?
En Emilia Ferreiro la noción de diversidad se mantiene vigente cuando expresa: Ser alfabetizado, es formar parte de la cultura letrada, poder circular en la diversidad de textos que caracteriza la cultura letrada. Y ello supone ser lector crítico y tener criterios para poder seleccionar los textos.[2]
Para quienes trabajamos con el lenguaje, con la capacidad multiplicadora de universos que nos proporcionan las estrategias de la lectura y la escritura, por ejemplo, nos quedamos boquiabiertos cuando una niña de 2 años o un niño de 3 años, toman el celular de su mamá o de su papá y seleccionan el ícono de la app de YouTube para buscar unos cómics de su agrado o el ícono de un video juego y de inmediato, comenzar a jugar.
Absolutamente, son niños que poseen una capacidad de observación ‘acelerada’ con respecto al niño que en décadas atrás fuimos. Son nativos digitales, innatos lectores de la tecnología, con una naturalidad asombrosa, una capacidad de procesar los símbolos en los instrumentos tecnológicos manipulados por sus padres.
Parafraseamos las palabras del cantante Charlie García, recientemente homenajeado en el canal de YouTube, La Caja de Ares. Decía el cantante: “La distancia y la velocidad cambian el sonido”. Me atrevo a decir, en cambio, la distancia y la velocidad cambian el sentido. Ellos, los niños, los adolescentes, van a una velocidad tal que quizás los distancia de poder procesar, con sosiego, los contenidos que les ofrecen las plataformas digitales. No hay tiempo para selecciones o elecciones pensadas. Es la imposición de todo un bombardeo de contenido a una velocidad imprecisa. Atrapados como títeres en los hilos de una red, una fuerza superior que los domina.
Es decir, no tenemos niños lectores a los que se les enseña sólo (y vaya que resulta absurdo) desde el silabeo o el método global, por ejemplo, para reconocer las palabras en la lectura y la escritura. Estamos ante un niño precozmente lector, no solo de textos sino de imágenes, de íconos, de símbolos, de herramientas tecnológicas. Con un consumo precipitado de contenido. Los padres, los maestros en esta era tecnológica han de ir de la mano con las exigencias de lo digital. Sin menoscabo de la formación integral, de los valores fundamentales como ser humano moral, integrado a una familia, a un entorno social, a una sociedad.
No olvidamos los argumentos de Álvaro Márquez Fernández, profesor emérito de la Universidad del Zulia, cuando nos explicaba en sus clases de filosofía: Las polis griegas colocaban al ciudadano en el cultivo de tres aspectos de su esencia para integrarse al mundo en su naturaleza humana. Hablamos del ser, el conocer y el convivir.
En el ser están las respuestas ontológicas del hombre, su metafísica, su cosmología, su antropología. El discurso que construye para responder ¿Qué es el mundo? ¿Quién soy?
En el conocer, a partir de la lógica, el principio se sustenta en la gnoseología (conocimiento), en la epistemología (ciencia). Conocer, conocernos, buscar y encontrar la verdad.
En el convivir, estaría la ética y la moral que propician una axiología estética para crear, aprender y reflexionar.
En estas tres aristas se mueve el hombre pensante cuando asume un desempeño coherente en su relación consigo mismo y el mundo, es decir, con sus semejantes. Entonces nos preguntamos: ¿Acaso el problema está ocurriendo únicamente en los niños o también en nosotros, como padres, representantes y maestros, dejándonos llevar a la deriva por la misma avalancha tecnológica? Eso, por un lado.
Luego, en la formación sistemática del ciudadano, impartida en la escuela, el pasado, en tanto patrimonio histórico, ha perdido valor. En palabras de Mario Briceño Iragorry: “carecemos del común denominador histórico que nos dé densidad y continuidad de contenido espiritual.”[3] El consumo acelerado de las redes se impone. La banalidad del tick tock, sin duda, suprime con creces el valor que tiene el reconocernos en nuestros antepasados. La competencia de la escuela se limita, ante la imposibilidad de crear un ciudadano con suficientes fortalezas para construir un discurso con identidad nacional, crítico y reflexivo.
Es decir, en nuestro sistema educativo, el conocer, como aprendizaje significativo, ha perdido fortaleza. En consecuencia, se ha reducido, entre otras cosas, la competitividad por el conocimiento. En cambio, hay una competitividad a partir de antivalores (im)puestos, al alcance de todos, a través de las herramientas tecnológicas, los video-juegos y las redes sociales.
También existe en los medios digitales una sobrevaloración discursiva sobre el cuerpo, sobre la apariencia física, suficientes armas para alcanzar el éxito, por encima de otros valores, tales como, el desarrollo de talentos, la capacitación, la formación académica. Todo se construye sobre un discurso vacío, sobrecargado en clichés de moda, para alcanzar el éxito, la fama y la gloria. Lo que Hannah Arendt[4] llamó relación entre discurso y acción, “única cualidad de ser distinto”, fundamentales en la trama de las relaciones humanas, pareciera desvanecerse en los seguidores frenéticos de las pautas dadas por las redes sociales
[1] http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-34322015000200002
[2] Emilia Ferreiro En: https://mariainescalcagno.wordpress.com/2013/07/15/cultura-escrita-y-diversidad/
[3] Mario Briceño Iragorry. Mensaje sin destino, p. 82. En: Revista Cifra Nueva, Mérida, Universidad de Los Andes,
[4] Argumenta Hanna Arendt: “El discurso y la acción revelan esta única cualidad de ser distinto. Mediante ellos, los hombres se diferencian en vez de ser meramente distintos; son los modos en que los seres humanos se presentan unos a otros, no como objetos físicos sino qua hombres.”, p. 200. En: “La revelación del agente en el discurso y la acción” En: Hanna Arendt. La Condición Humana, Barcelona, Paidós, 1993.
lenlibertad30@gmail.com guerrerolcxxi@gmail.com
.