La economía de la incertidumbre | María Eloina Conde

 

Hace ya 32 años cuando el estratega político James Carville, en medio de la campaña de un joven Bill Clinton que buscaba el puesto del veterano George Bush Sr., le dijo a su equipo de trabajo: “es la economía, estúpido.” Para Carville era una forma de recordar que más allá del ruido de la vida política de un país, si había que enfocarse en un tema, sin duda era el que dolía en el bolsillo de los votantes.

En palabras del economista Asdrúbal Oliveros, estamos en “una economía estabilizada en el foso” lo que se traduce a una economía en la que son pocos los sectores, regiones y personas se desarrollan. Es básicamente una economía que no crece y que nos aleja de las dinámicas comerciales, económicas y sociales del mundo en general, en un momento en el que herramientas como la Inteligencia Artificial revoluciona los procesos laborales, y de la propia región latinoamericana. En medio de la dolarización informal, un salario mísero y sinuosas reglas del juego, estamos viviendo una economía que ensancha las brechas económicas y sociales donde existen sólo burbujas de bienestar que están lejos de apuntar al bienestar colectivo.

Las mentiras van y vienen, algunas más creíbles que otras, pero los números no mienten. Algunos índices económicos verificables previos y post electorales son realmente preocupantes, la crisis de legitimidad luego del 28 de julio ha llevado a una especie de pausa en la economía que sólo parece estar siendo desplazada por el inminente comienzo a clases del que hablamos la semana pasada, pero que a su vez trae sus propios retos. Venimos del peor mes del año 2024 en términos económicos, 20% menos fue el consumo durante el mes de agosto y la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo sigue en aumento, lo que a su vez genera muchas distorsiones en la ya golpeada economía nacional. Además, la incertidumbre que rodea el negocio petrolero hace poco probable un aumento sostenido en la producción y la llegada de las inversiones indispensables para retomar el camino del crecimiento.

No podemos olvidar que nuestra economía sufrió entre 2014 y 2021 una disminución de casi el 80% de su capacidad, lo que nos ubica en una posición casi única y lamentable en el planeta si tomamos en cuenta que no fue producto de una guerra, un conflicto bélico o un desastre natural, aunque para fines de propaganda electoral se le calificó de “guerra económica” y se apuntó a diversos agentes externos, la realidad es que fue el producto de las pésimas políticas públicas y económicas que se tomaron a lo largo de muchos años. Como dice el adagio popular “no se ahorró en la época de las vacas gordas” que en nuestra economía se traducen a los barriles de petróleo a más de 100 dólares durante casi una década a comienzos de este siglo.

Todos los economistas serios del país hablaban previo al 28 de julio de la oportunidad que resultaba la elección presidencial, —incluso sin un cambio de gobierno— para que se abriera la puerta a una serie de procesos y cambios en la economía que le permitiría a el gobierno nacional tomar medidas que nos condujeran a la senda de la recuperación no sólo para algunos sino para las grandes mayorías de la población, para el mejoramiento de los servicios públicos, para generar planes de desarrollo, fomentar la inversión nacional y extranjera, desmontar las sanciones, reestructuración de la deuda y hasta la recuperación de activos nacionales en el exterior. Todo esto se traduciría no solo en más capacidad financiera nacional sino también en la capacidad de generar una confianza que se ha perdido sistemáticamente en el tiempo. Sólo se requería de una primera condición que no era otra que el reconocimiento de la soberanía popular y los resultados electorales por parte de todos los actores políticos y, al no ocurrir, se ha generado una profundización de la crisis política del país, aumento en la incertidumbre, disminución de la confianza, un escenario que dificulta mucho más las perspectivas económicas.

Mientras se siguen sucediendo acontecimientos de orden político dentro y fuera de nuestras fronteras, que tienen y no que ver con nuestro país y nuestro futuro, parece que la incertidumbre sigue llegando a picos que no habíamos alanzado como sociedad. Demasiadas son las decisiones que escapan de nuestro control y los escenarios reales o imaginarios son cada días más complejos. Es un panorama general intrincado en el que la vida sigue su curso y el día a día requiere nuestra atención porque solucionar el bolsillo es la prioridad familiar en la Venezuela de hoy.

Aún con todo lo anterior, el venezolano ha demostrado una resiliencia ejemplar y el emprendimiento personal o familiar ha sido una respuesta a lo largo y ancho de todo nuestro territorio, siendo la tasa de emprendimiento nacional más alta que la del promedio mundial, en gran medida por la necesidad de generar ingresos adicionales, incluso con la dificultad de financiamiento y limitaciones tecnológicas que podemos enfrentar.

Lo que nadie puede negar es que el venezolano continua día a día luchando por su porvenir confiado en que todo va a terminar bien y si no acaba bien es que todavía no es el final. Amanecerá, trabajaremos y veremos.

María Eloina Conde

Septiembre 22, 2024

@MariaEloinaPorTrujillo

 

 

 

 

 

 

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