Cada día me sorprendo más cuando repaso la literatura latinoamericana y me encuentro con escritores que atacaron a demócratas y tiranos por igual, quienes no solucionaban los problemas de la gente. Uno de ellos es el periodista Juan Montalvo, de quien pienso, que, de estar vivo, sería una piedra en el zapato para autócratas y también encabezaría todo tipo de lucha contra cualquier aspirante a tirano que pusiera la supuesta majestad de su cargo por encima de los derechos de los ciudadanos.
“El derecho de conspirar contra la tiranía es de los más respetables para los hombres libres”, escribió Montalvo en el año 1874, indignado ante un artículo aparecido en el periódico “Star and Herald”, donde se ensalzaban los logros de García Moreno como presidente del Ecuador y se apoyaba su candidatura a la tercera reelección, Montalvo dirigió una misiva al diario que tituló “La dictadura perpetua”. Este texto, “canto a la libertad y a la lucha contra la tiranía”, se leía clandestinamente en Ecuador y contribuyó a quitar la venda de los ojos a quienes vivieron en esa época.
Gabriel García Moreno pretendía, con una crítica estructurada, ordenar y gobernar en un país al que consideraba desorganizado y sumido en el caos. Escudándose en el argumento de la “insuficiencia de las leyes” infringió sistemáticamente la Constitución, y en nombre de la religión, la moral y el orden implementó una política altamente represiva y autoritaria. En el año 1869 promulgó la octava constitución, la cual fue denominada por el pueblo, como “Carta Negra”, por la falta de libertades e imposición autocrática contenida en ella. A este respecto, Montalvo escribió: “…en ese ente fatídico que se llama García Moreno, va la fortuna hasta el punto de convertir a un traidor en patriota benemérito, un azote en instrumento saludable, un Satanás en un Dios. Si los milagros de esa santa prostituta son tan grandes ¿cómo no ha de tener quien los admire? …”.
El dictador perpetuo dividió el pueblo ecuatoriano en tres partes iguales; “la una la dedicó a la muerte, la otra al destierro, la última a la servidumbre. Los muertos no pueden conspirar, los esclavos no se atreven, los desterrados han conspirado mil veces”. El dictador publicó en sus periódicos oficiales: todos esos conspiradores son ladrones, pelucones, bandidos, oligarcas e incendiarios. Agregando que no los perseguía él, sino la justicia: “ellos huyen de los tribunales, no de mi gobierno”.
Montalvo dice en su misiva, lo bien que viven los reyezuelos, al calificar el voluminoso cuerpo de dictador: “tiene en su persona todos los caracteres de la longevivencia: bien repartido, pecho espacioso, osamenta gruesa, sólida; el temperamento, ígneo; las extremidades, enormes; cabeza, pies y manos de gigante. Cuando algún geólogo averiguador, rebuscando en provecho de las ciencias las ruinas de Quito después de algunos siglos, halle sus restos fósiles, ha de componer con ellos un mastodonte…”.
Concluye Montalvo su correspondencia diciendo: “La gran circunstancia de los pueblos es, la libertad; la de los hombres, es el honor. Oscurantismo, tiranía, servidumbre son malas circunstancias”. “…es un deber de todo americano señalar los traidores a la patria común; de todo republicano combatir el despotismo y la perpetuidad; de todo hombre de bien levantarse contra lo inicuo y poner la voz en lo alto de los cielos. No desmayar en ningún tiempo ante la muerte ni ante la calumnia, éste es el secreto por cuyo medio hemos de alcanzar la venganza de la tiranía, título glorioso al respeto de los hombres libres”.
(*) Coordinador Nacional de Gente.