La vejez mire como se mire siempre ocasiona desdicha. En tal sentido es pertinente recordar la famosa historia del Príncipe Sidarta Gautama (nac aprox 563 A. de C. en Sakia, Nepal), que vivía lujosamente pero a los 29 años hizo varias salidas y contempló personas ancianas, otras enfermas, y otras fallecidas, y concluyó que la vida es sufrimiento (dukka) y luego se convirtió en Buda.
Por supuesto, cuando un anciano tiene mucho dinero puede soportar mejor su vejez. Por ejemplo, el famoso magnate estadounidense Hugh Hefner (1926-2017), dueño de la Mansión Playboy, cuando ya era anciano vivía rodeado de mujeres jóvenes bellísimas que decían que “Hefner tiene mucho sentido del humor”. Pero podemos preguntarnos: ¿Le habrían aplaudido su ‘sentido del humor’ y sus ocurrencias si hubiera sido un anciano pobre sin dinero?.
En la mayoría de los casos la vejez, tarde o temprano, viene acompañada de achaques, mala salud, pérdida de las facultades físicas y mentales, etc. El famoso escritor argentino José Ingenieros (1877-1925) en su conocida obra: ‘El Hombre Mediocre’ (1913), en el capítulo VI hace una crítica demoledora de la vejez y casi pinta a los ancianos como desechos que no sirven para nada. No obstante, aunque es verdad que la vejez implica pérdida de facultades, hay algo que se llama ‘experiencia’ y no se compra en ninguna tienda. De hecho en varias civilizaciones del pasado, los ancianos eran respetados por su experiencia adquirida y eran consultados para tomar decisiones importantes para la comunidad.
Actualmente en el mundo, en los países desarrollados los ancianos al menos gozan de una merecida jubilación y viven con algo de holgura y pueden tener el agrado de ayudar a familiares más jóvenes. En comparación, la situación de los ancianos en nuestro país es realmente terrible. En efecto, aunque sean profesionales jubilados, lo que perciben por concepto de jubilación y/o pensión de vejez, no alcanza ni siquiera para sobrevivir. Entonces ni siquiera puede tener la satisfacción de ayudar a familiares más jóvenes. Pero la realidad es mucho peor, porque muchos familiares jóvenes se han ido a otros países y entonces es frecuente que muchos ancianos ni siquiera puedan ver con frecuencia a esos familiares más jóvenes como hijos o nietos, etc. Pero para agravar aún más la situación, hay muchos casos de ancianos que sobreviven aquí gracias a las ayudas que reciben de esos familiares que se han ido al exterior. Dicho en otras palabras, muchos ancianos se convierten en una carga y eso es algo humillante y bochornoso para un anciano que ha trabajado toda su vida…¡En vez de poder ayudar tiene que ser auxiliado!.
Hay estudios realizados a nivel mundial sobre el suicidio y se ha comprobado que una de las motivaciones es que la persona sufra depresión porque siente que su vida no le importa a nadie ni es útil para nadie. Entonces en el caso de nuestro país, muchos ancianos pueden pensar que su vida en realidad constituye un estorbo para los familiares y hasta se inclinen a pensar en el suicidio. En un artículo anterior vimos que el conocido criminólogo trujillano Roberto Briceño León declaró el 6 de mayo de 2019 que nuestro país tiene el índice de suicidios más elevado en Sudamérica y entonces sería ilustrativo conocer la incidencia de suicidios en nuestra población según la edad: ¡No sería nada sorprendente que una gran proporción de los suicidas sean ancianos desesperados!.