<La vida social ha quedado descentrada> N. Lecnner. La democratización en el contexto de una cultura postmoderna. Varios: Cultura política. P. 261.
Las características destacadas por la producción teórica de la llamada globalización adoptaron calificativos bien precisos: Sociedad administrada, desencantamiento del mundo, destrucción del sentido, reino de la tecnología, triunfo del espíritu instrumental, era del vacío, banalización de la existencia, imperio del mal, globalización de la miseria. Pareciera obvio que la filosofía y todos los paradigmas de la ciencia social de la Modernidad, en eso de centrar el discurso democrático con valores fuertes de ciudadanía, han muerto de fastidio y aburrimiento. Nunca como en este siglo de la abundancia de los productos del capital cobró participación protagónica el comediante disfrazado de político. Ciertamente que el proyecto democrático de la Modernidad prometía un sujeto de trascendencia en la conducta de sus grandes hombres, pero el pueblo demostró que eso no lo entendía y su olfato solamente captó actores que simulan cosas grandes, es decir bufones hambrientos de fama, reconocimiento y valores decadentes. Por eso la política devino el gran mercado donde la masa ofrece su precio a condición de que esa decadencia sea lo grande. En ese mercado los comerciantes, bufones y comediantes arman su tarima para que los oídos del pueblo escuchen las propuestas de astutos y sujetos sin escrúpulos. El ritmo puede ser lento pero seguro, se alimenta de inocencias y adulaciones. Esta es la imagen que se percibe hoy en lugares como Venezuela, donde el laboratorio político cada día ofrece mejores datos experimentales de tal intercambio entre comediantes y predicadores de la inocencia. Mientras tanto la burocracia, la ineficacia, la represión, el destierro obligado o cualquier signo de exclusión no pasan las barreras del olvido aún en la era de la información. Aquella propuesta de una razón práctica fundada en la idea de la comunicación, el diálogo y la tolerancia, como lo propone J. Habermas en su monumental texto Teoría de la acción comunicativa, si bien centra la idea en una ética de la discusión poca luz encuentra frente a políticas de la destrucción del aparato económico, del vacío institucional, del régimen de impunidad respecto a problemas de seguridad y ambiente de la ley. En efecto, solamente con cambiar de partido de gobierno y de gobernantes no se garantiza la convivencia democrática en esa idea de Habermas. La inocencia o falta de experiencia para gobernar que se invocan como respuestas a críticas en ese sentido no son tales si leemos con rigurosidad los manuales de control administrativo, las nuevas normas y el inmenso papeleo de cualquier oficina del gobierno de turno para hacer andar el Estado. Todo está calculado para que no funcione, para la parálisis, para legitimar al funcionariado inútil y aplaudidor del comediante. Incluso una práctica fácil de evaluar es cuando la crítica toma la calle en protestas ante falta de agua, energía eléctrica, red del internet, papeleo de oficina, gas doméstico; en fin, cubrir soluciones a una necesidad. Allí la respuesta es cambiar al funcionario y luego viene la gran excusa de quien llega: <Eso es del anterior jefe, yo apenas me encargo ahora> y así el llamado pueblo inocente sigue el jueguito. Cada funcionario entiende el cargo como algo suyo, de su familia, de sus amigos; aquello que en la literatura el escritor F. Kafca describió tan bien para su época. Por eso utiliza los recursos oficiales para beneficiarse y mostrarlos al pueblo, presupuesto inocente, como muestra de poder. Es allí donde comediante y pueblo amarran su complicidad para crear los valores de la decadencia, algo así como <Yo no tengo problemas porque no protesto> o también: <Yo encontré harina barata, pero la vendo cara porque así me rebusco>. Al final democracia y relajo pasan como algo sano en la política. Lamentablemente en esa conducta hay experiencias que más tarde las sociedades democráticas lamentan con dolor por el daño provocado a los proyectos de justicia y libertad. Saque sus conclusiones.
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