Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo
Entre los papeles que reposan en el Archivo Arquidiocesano de Mérida hay una carta autógrafa del Dr. José Gregorio Hernández dirigida al Obispo de Mérida, Mons. Antonio Ramón Silva. Hay que recordar que Trujillo perteneció al obispo emeritense hasta mediados del siglo XX (1957). La misiva tiene fecha del 20 de marzo de 1912 en la que José Gregorio se “toma la libertad de molestar la atención” del Prelado “con el objeto de presentarle los Elementos de Filosofía que acabo de publicar”. Es muy probable que en alguno de los viajes del obispo hasta Caracas tuviera noticias del ilustre médico y haber entablado cordial relación como le intuye de la carta.
Dice el autor que “yo desearía que Monseñor que es tan amante de la juventud estudiosa y tan profundo conocedor de la Filosofía, leyera esta pequeña obra, me hiciera las indicaciones de lo que en ella hay que corregir para una nueva impresión que habrá que hacerse pronto, y si la juzga digna de ella me le diera su aprobación episcopal”. Lamentablemente Mons. Silva que guardaba celosamente todo lo que recibía no dejó copia de las cartas o telegramas que enviaba. Es probable que en alguno de los repositorios de recuerdos familiares pueda aparecer el juicio del ilustre prelado sobre el ensayo filosófico del médico. Se colige que José Gregorio tenía conocimiento de la relación con la Universidad de los Andes del obispo merideño.
Agradece el autor “las santísimas bondades que Monseñor ha tenido para conmigo”. En señal de agradecimiento y con el desprendimiento que lo caracterizó “le envío doscientos bolívares para que Monseñor los emplee en sus obras católicas de la amada diócesis”. Le pide a Nuestro Señor que le conserve “la preciosa salud” del obispo y se despide como “su afectísimo amigo y humilde hijo en N.S.J.”, estampando a continuación su firma.
Esta joya está siendo expuesta en la exposición que el Archivo y Museo Arquidiocesano de Mérida ha abierto al público en homenaje al nuevo beato, en el que se pone a la disposición del público tallas, pinturas, libros y correspondencia de la época, y algunas piezas recientes del arte y literatura con ocasión de la beatificación. Es propicia la ocasión para estimular a quienes puedan tener recuerdos u objetos diversos relacionados con el santo andino que merecen ser expuestas al gran público. La inauguración de la muestra concluyó con el ofrecimiento de “la merienda de José Gregorio”, acema, queso de año y chocolate, que en esta oportunidad el aguamiel andina sustituyó al rico producto del cacao.
Felicitamos al personal de nuestra Curia Arzobispal, en sus dos joyas de evangelización de la cultura, archivo y museo, por esta muestra, a la que seguirán otras por la variedad y abundancia de objetos que se convierten en reliquias de inestimable valor para todo el que se asoma a la grandeza de este hombre que unió varios amores: a la familia, a la tierra chica y al país entero, a los enfermos a través de la docencia y la atención a los más necesitados, aderezada con la fe que recibió desde el hogar y la multiplicó con creces a lo largo de toda su vida, extendiéndose ahora, a dimensiones mucho mayores.