En el marco del bicentenario del Museo madrileño de El Prado, una de las exposiciones temporales bandera es la que nos permite descubrir secretos o mejor aspectos poco conocidos. Conocemos y estudiamos las obras de los grandes pintores de los últimos siglos, plagadas de hombres famosos, en los que pareciera que no tuvieron cabida el mundo femenino. El machismo no es algo exclusivo de los tiempos presentes, más bien, ha estado presente en todas las épocas dejando en la penumbra la participación de las mujeres. Las razones han sido múltiples pero lo cierto es que han sufrido un injusto olvido, cuando descubrimos que hubo excelentes pintoras en el siglo XVI como las que nos presenta esta exposición.
Se trata de dos pintoras del renacimiento italiano del XVI que adquirieron notoriedad entre sus contemporáneos por la entidad y calidad pictórica de sus obras que están a la altura de los mejores artistas de su tiempo. Y cuando el olvido ensombreció sus figuras, algunas de sus obras se atribuyeron a renombrados pintores masculinos. Sus nombres, Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Sofonisba, natural de Cremona(1527), llegó a España en 1559 donde permaneció durante catorce años, primero como dama de corte de la reina Isabel de Valois, y después de su muerte en 1568, al servicio de sus hijas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, y de la reina Ana de Austria, hasta 1573 cuando regresó a su patria. Murió en Palermo en 1625. De noble cuna y bella figura tuvo una excelente formación en música, danza, literatura, dibujo y pintura. Sobresalió en este difícil arte siendo alabada por el propio Miguel Ángel. Con el genio femenino nos legó una serie de retratos de la familia real, más allá de los rígidos cánones con los que posaba la realeza, dándonos ese toque de frescura y humanidad que logró con su arte, pero también, con sus dotes femeninas. Acostumbrados a las hieráticas poses de Felipe II resulta encantador y único el retrato de familia del anciano rey, sonriente y humano junto a dos de sus menores hijos o nietos. Al igual que retratos y escenas familiares poco comunes en las obras de los pintores oficiales de la corte, como la partida de ajedrez.
Lavinia Fontana es la otra gran pintora del siglo XVI. Nació en Bolonia en 1552. Su padre Prospero, pintor de la escuela de Bolonia fue su maestro, muy cercano en el estilo al manierismo tardío. Casó con otro pintor Gian Paolo Zappi lo que le permitió ejercer su profesión. Fue pintora oficial en la corte pontificia en Roma al servicio de los sumos pontífices de entonces. Fue prolífica en su producción contándose más de cien obras de su autoría. Fontana llegó a pintar desnudos, tanto masculinos como femeninos, en sus pinturas religiosas y mitológicas de gran formato lo que era excepcional en una pintora. “Su dedicación a la pintura no se limitó a los géneros tradicionalmente considerados femeninos, -el bodegón, las flores, la miniatura o los pequeños retratos-, sino que los superó ejecutando grandes cuadros de altar, retratos de grupo, paisajes e incluso representaciones mitológicas que incluían desnudos, algo extraordinariamente singular. Estas novedades hace de ella una pionera en la práctica profesional de la puntura”. Como retratista dejó obras de gran valor. En la pintura religiosa destacó también como creadora en las que adoptó elementos del clasicismo rafaelesco. La Virgen del Silencio, que está en el Real Monasterio de El Escorial y adquirida por el rey Felipe II es una muestra de su arte y de su prestigio.
Disfrutar del arte y de autoras ignoradas o casi desconocidas para el gran público es un solaz que se agradece y nos hace añorar la necesidad de amar, cuidar y conservar el arte como expresión de lo que la belleza ayuda a templar los espíritus para la convivencia y la fraternidad.