Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo
El 18 de mayo (1920-2020) se cumplen cien años del nacimiento de Karol Wojtila, el primer papa polaco en la bimilenaria iglesia católica. El Papa Francisco celebrará una eucaristía ante sus restos en la basílica de San Pedro para recordar esta fecha e impetrar el cese de la pandemia. Mucho se ha escrito sobre su vida: juventud en medio de la guerra, afición al teatro y al deporte, su trayectoria sacerdotal y episcopal en un país bajo la férrea dominación comunista bajo la égida soviética. Su participación en el Concilio Vaticano II, su nombramiento como cardenal y su ascensión a la sucesión de San Pedro en 1978. Uno de los pontificados más longevos de la historia (+2005), distinguiéndose entre muchas otras iniciativas por haber recorrido el planeta en más de un centenar de viajes apostólicos.
Me detendré en recordar sucintamente su relación con Venezuela. Es el único Papa que nos ha visitado en dos oportunidades. La primera en enero de 1985 y la segunda en enero de 1996. Desde finales de 1984 se preparó con gran entusiasmo y mejor participación en la llamada “misión nacional” que culminó en el recorrido del Papa por Caracas, Maracaibo, Mérida y Ciudad Guayana, en tres días intensos de eucaristías y diversos encuentros. El fruto de esta visita fue enorme en la dinamización de la pastoral y en vocaciones. El Papa y su comitiva recordaron siempre esta visita, pues fue una manifestación gozosa, cercana, alegre. Tuve el honor y la dicha de presidir la comisión preparatoria y cada vez que me encontré con el Papa Juan Pablo me hacía referencia a ese viaje. Me llama la atención porque habiendo viajado tanto y a lugares tan distintos en los que tuvo, sin duda, recibimientos muy sentidos, la grata memoria que quedó en él y en su comitiva, es un signo de lo que somos y debemos ser.
La segunda visita tuvo como centro el homenaje a la patrona nacional la Virgen de Coromoto. La bendición de la basílica la realizó días antes el Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Oriano Quilici, de feliz memoria, y ante la espléndida explanada que se divisa desde el atrio del santuario, el Papa mariano cantó las glorias de nuestra virgen llanera. Más corto en duración pero también dejó huella profunda. Un signo distintivo de ambos viajes fue el darle notoriedad a la gente sencilla para que tuviera la oportunidad de ver y sentir cercano al Papa. Se inauguró con la bendición y plegaria a los presos del Retén de Catia, los grupos juveniles venidos de todos los rincones del país y la conjunción de voluntades para que fuera la presencia de todos y no de un grupo.
De ambos viajes quedan las homilías y discursos, y una hermosa publicación a todo color, junto con el testimonio visual de los actos en los que todas las televisoras del país actuaron de manera mancomunada. Las comisiones gubernamentales, la de la logística y seguridad a cargo de las fuerzas armadas, y la comisión de la Conferencia Episcopal, trabajamos al unísono, pensando en la gente sin distingos.
El episcopado venezolano tuvo ocasión de estar con el Papa santo en las visitas ad limina de 1984, 1989, 1994, en 1995 en la beatificación de la Madre María de San José, nuestra primera beata, y en el inicio del tercer milenio en el último encuentro colectivo con él, cuando sus energías estaban un tanto mermadas. Pero en todas ellas, con el interés, buen humor y animación al trabajo pastoral de nuestra iglesia venezolana. En los numerosos sínodos habidos en su largo pontificado, siempre estuvo presente nuestra delegación y en todos ellos, su bendición e interés por lo nuestro. Todos recordamos su última aparición, transida de dolor, pero testimonio de presencia activa a pesar de su humanidad vencida por las deficiencias naturales de la edad y las enfermedades. Su muerte fue sentida y llorada, como su beatificación y canonización fue motivo de alegría y júbilo por haber tenido la dicha de que un santo recorriera nuestra geografía para que la siembra del evangelio fuera más fecunda.
Al conmemorar el centenario de su nacimiento, damos gracias a Dios por su ministerio y pedimos que la fuerza de la gracia que lo animó en la adversidad nos haga respirar aires nuevos de libertad y serena fraternidad. San Juan Pablo II ruega por nosotros.
25.- 18-5-2020 (4292)