La crónica menor / Arde la Amazonía

 

El gigantesco incendio en el sur de la Amazonía ha despertado las alarmas de los más conscientes acerca de la importancia de preservar, cuidar y desarrollar armónicamente este pulmón del planeta sin cuyo cuidado se pone en riesgo el futuro de las nuevas generaciones. Datos de la Nasa indican que la proliferación de incendios en los otros continentes es grande, lo que no puede atribuirse sin más a causas naturales. Otros intereses nada claros están interviniendo.

No se trata de un incendio más en nuestra cuenca. Sus dimensiones son tales, que es como si estuviera bajo las llamas y chamuscado todo el estado Trujillo. La tibia y casi nula intervención de los órganos competentes de los países involucrados para detener esta catástrofe. Los nueve países que forman parte de este bioma, no han tenido el protagonismo que les corresponde, lo que puede ser síntoma claro de que otros intereses juegan a fomentar esta destrucción para otros fines.

Estamos ante un problema que va más allá del hábitat, del ambiente físico. La destrucción es “integral”: el territorio, las especies vegetales y animales, los habitantes, campesinos, pueblos originarios en un espacio devastado por la mano del hombre, causa primera de este desastre. Intereses económicos y políticos, urgidos de un inmediatismo rentista que convierte en botín de guerra la casa común.

Los venezolanos debemos poner nuestras barbas en remojo. El 6% del bioma amazónico nos pertenece y sabemos que la depredación del arco minero es enorme. Selva convertida en erial, antros de explotación minera y humana con el desplazamiento de sus habitantes tradicionales y de los enclaves criollos, a manos de inescrupulosos y compañías extranjeras cuyo único interés es la ganancia fácil bajo la mirada complaciente y cómplice de las autoridades. Los testimonios son fehacientes y la acción del Estado ausente, esperando las prebendas de la corrupción.

La Iglesia del subcontinente, bajo la égida de Repam -la red panamazónica-, entre otras, tiene años levantando su voz y aportando iniciativas globales para que la “casa común” sea esperanza cierta, no anuncio diabólico de exterminio. Próximamente, se celebrará en Roma, el Sínodo Panamazónico, convocado por el papa Francisco para reflexionar y aportar al mundo entero, la experiencia local para beneficio universal. Hay que cambiar de paradigma con creatividad y competencia para que todos, gobiernos, empresarios, iglesias y numerosas organizaciones públicas y privadas, tengan como tarea la sostenibilidad, la inclusión social, la regulación y la máxima reducción de los efectos negativos en el ambiente.

El papa Francisco nos señala que “nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas si bien el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política, la Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia” (la alegría del Evangelio 183).

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