La crisis como oportunidad | Por. Antonio Pérez Esclarín 

 

En vez de quejarnos de la crisis  y empeñar  nuestras energías en ver cómo nos acomodamos, o cómo resolvemos nuestra situación individualmente,  deberíamos aprovechar el coraje y creatividad que derrochan numerosos venezolanos tanto dentro como fuera del país, para superar la crisis que deberíamos considerar como una  oportunidad para refundar  a Venezuela. El siguiente texto, que  se atribuye a Albert Einstein, pareciera  escrito para nosotros: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucedernos, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche. En  la crisis nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más  los problemas que  las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno. Callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

Es hora de que asumamos nuestra responsabilidad ciudadana,  nos comprometamos activamente a combatir ese largo huracán de destrucción y muerte y empecemos a trabajar duro por levantar   a Venezuela de sus ruinas. No podemos ser meros espectadores de la historia, esperando que otros la construyan por nosotros. Para ello, debemos empezar a sentirnos todos ciudadanos del mismo país y aunar esfuerzos. Nada humano es posible si no es con los otros. Las divisiones y los muros imposibilitan la convivencia. Lo humano nunca es blanco o negro, totalmente bueno o completamente malo. Tiene matices. Comprenderlo nos ayuda a ser más humildes y realistas,  a no absolutizar nuestras verdades, y saber descubrir lo bueno en las verdades de los demás. Por ello, no me gustan los “profetas o profetisas  del desastre”, que insistiendo sólo en lo negativo de los demás  e incapaces de una genuina autocrítica, nunca se orientan a  sumar,  sólo saben restar y dividir, con lo que   impiden toda estrategia en procura del bien común y de un futuro mejor.

2022 debe  ser el año de trabajo  duro y con un buen proyecto estratégico para iniciar la refundación    de Venezuela.  No se trata meramente de salir de Maduro o cambiar de gobierno. Se trata de comenzar  los cambios necesarios    en lo político, económico, social, educativo y moral  para gestar una Venezuela  democrática, productiva, justa, que garantice vida digna a todos y todas. Para ello, debemos superar todo tipo de populismo y mesianismo, la cultura rentista,  la mentalidad limosnera, la corrupción, el clientelismo y nepotismo, la ineficiencia, la irresponsabilidad y las propuestas económicas que no vayan orientadas a superar la miseria y el sufrimiento de las mayorías. Sería lamentable que  de estos años  de despilfarro e incompetencia, de saqueo y corrupción,   no hayamos aprendido que el verdadero progreso se logra con  esfuerzo, unión   y  producción, y que el desarrollo  económico  es sustentable  y  humano  si garantiza los derechos  esenciales de todos y  todas. Se trata de gestar una Venezuela de primera, no de la cuarta ni de la quinta república.

 


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