Llegué temprano a la cita con el Dr. Rafael Dugarte. Lo que observé a primera vista me impactó. Lo conservo en mi mente como si fuera hoy. Cerca de cien cristianos, hombres, mujeres y niños estaban haciendo cola para verse con aquel profesional de la medicina que apenas cobraba cinco mil bolívares por consulta cuando otros colegas suyos pedían cinco y hasta seis veces más.
Un lumbago me tenía en jaque. Esa era la causa de mi visita al consultorio de Dugarte en la clínica “Rafael Rangel“. En aquella “Corte de los milagros“ me topé con el gordo Rafael. Softbolista. Ya se medio mataba. Con su barriga cervecera y casi 100 kilos “corrió“ desde primera base donde estaba anclado hasta la tercera como si fuera un chamo. El estruendo fue grande en la esquina caliente. Casi se parte una pata al dar con sus huesos en esa almohadilla. De película. El gordo está vivo.
La negra Rafaela, conocida del barrio El Milagro tenía a su hija de unos 15 años en la cola. Se cayó de una bicicleta. “Vengo para acá. Dugarte es el médico de los pobres“.
Al conversar con Dugarte le conté lo que me habían dicho Rafael y La Negra. Me confesó que ese era el pan diario. “Con cobrar lo que otros hacen reduciría esa cola. Pero el objetivo es servir a la gente. Ya yo hice lo que tenía que hacer. Me voy los fines de semana a una finquita que tengo más allá de Motatán. Agarro oxígeno y el lunes estoy de nuevo con quien me necesita. Feliz y contento“.
Dugarte fue médico del Trujillanos Fútbol Club. Le gustaba el balompié y ofreció sus servicios no por los honorarios profesionales sino para atender a los ídolos de la afición que los fines de semana acudían al José Alberto Pérez a sufrir y gozar de sus victorias. Se disfrutaba aquel ambiente, me confesó. Su fama se extendió más allá de los linderos de aquel coso deportivo. Le mandaban jugadores de otros equipos para que los atendiera.
Ese era el Dr. Rafael Dugarte. Humanitario. Desprendido. Cuando supe lo de su muerte y en las condiciones en que se encontraba sentí algo muy adentro de mi corazón. Maligna pandemia. Se ha llevado a tanta gente buena. Ha golpeado al gremio médico muy duro. No supero todavía la muerte de Francisco Marval y Orlando Pérez. Ahora le tocó a Dugarte.
Muchos de esos paciente de “La Corte de los milagros” que aún respiran seguramente estarán hoy elevando una plegaria por Dugarte. Debe encontrarse en el seno del Todopoderoso. Aquella niña, hoy toda una adulta y su madre, una anciana jamás lo olvidarán. Seguro. Días atrás saludé al exgordo Rafael. Anciano. Pero con su alegría de siempre. La barriga cervecera pasó a la historia. Siempre tendré a Dugarte en mis oraciones. La gente buena se nos marcha. Galenos como Marval, Pérez y Dugarte. Gracias a Dios y al amigo desaparecieron mis dolores de espalda. El lumbago se esfumó. Te recordaremos hasta la eternidad. Hoy tienes tu recompensa. El reino de los cielos. Descansa en paz.