Cada disrupción tiene dos caras: las cosas que necesitamos soltar y las cosas que están por emerger.
En el lado de dejar ir las cosas, es interesante ver qué tan rápido podemos adaptarnos como comunidad global. De repente, descubrimos que más de la mitad de las reuniones con las que tendemos a llenar nuestros horarios, pueden no ser tan necesarias, tan esenciales como las consideramos, después de todo. Entonces, ¿por qué nos mantenemos ocupados con cosas que no son esenciales? Esa es una gran pregunta para hacer.
La siguiente pregunta podría ser: si dejamos de lado todo lo que no es esencial, ¿que queda? Es otra gran pregunta (o “mantra”) para meditar. Cualquiera sea la respuesta que surja de esta contemplación, guárdela en su corazón.
Y luego, una tercera pregunta para contemplar podría ser esta:
¿Qué pasaría si usáramos esta disrupción como una oportunidad para dejar ir todo lo que no es esencial en nuestra vida, en nuestro trabajo y en nuestras rutinas institucionales?
¿Cómo podríamos volver a imaginar cómo vivimos y trabajamos juntos?
¿Cómo podríamos reimaginar las estructuras básicas de nuestra civilización? Lo que efectivamente significa: ¿Cómo podemos reimaginar nuestros sistemas económicos, democráticos y de aprendizaje de manera que superen las brechas ecológicas, sociales y espirituales de nuestro tiempo?
Esa es la conversación que necesitamos tener ahora.
Con nuestros círculos de amigos.
Con nuestras familias.
Con nuestras organizaciones y comunidades.
Si hay algo que he aprendido de las disrupciones que he presenciado anteriormente, como la crisis financiera de 2008, es esto: la misma disrupción tiende a tener un impacto dramáticamente diferente en diferentes organizaciones, dependiendo de cómo el liderazgo y las personas o los agentes de cambios en general responden a esa situación. Ya sea negando y cerrándose, o avanzando y abriéndose. También descubrí que incluso dentro en una sola organización, algunos líderes pueden exhibir una de estas respuestas (es decir, esconderse de la situación), mientras que otros exhiben otra (es decir, conectarse con las personas en el momento de vulnerabilidad). La diferencia en el impacto es tangible y profunda: el primer grupo de equipos se separa, mientras que los otros tienden a crecer juntos a niveles de resonancia colectiva nunca antes vistos.
Lo que nos lleva de regreso a las raíces confucionistas de los Cuatro Tigres: que los cambios externos necesarios hoy en día requieren que sintonicemos y activemos nuestras fuentes internas, los niveles más profundos de nuestra humanidad. Por supuesto, estas raíces más profundas no están unidas por el confucianismo; son inherentes a todas nuestras culturas, y están latentes en todos y cada uno de los seres humanos.
¿Pero podemos activar estas fuentes más profundas de conocimiento?
¿Y cómo podemos activarlas no solo a nivel del individuo, sino también a nivel de todo el sistema?
¿Cómo podemos actualizar el sistema operativo en nuestros diversos sistemas clave?
Esto claramente requiere que actualicemos:
1. Nuestras infraestructuras de aprendizaje hacia el aprendizaje integral de la persona y de todo el sistema;
2. Nuestras infraestructuras democráticas al hacerlas más directas, distribuidas y dialógicas; y
3. Nuestras infraestructuras económicas hacia el cambio de la conciencia ego-sistémica a la conciencia eco-sistémica.
¿Cómo podríamos usar nuestra situación actual para reducir la velocidad, hacer una pausa y conectarnos con nuestras fuentes más profundas de calma?
Quizás lo que se requiere ahora es un momento global en el que todo y todos se detengan para un momento de calma, para un momento de conexión a la fuente.
Sea lo que sea que usted elija hacer, y nosotros elijamos hacer, en este momento, ya sea que nos cerremos y retrocedamos o nos inclinemos hacia adelante en actitud de apertura y, no lo olvidemos, en palabras del poeta alemán Hölderlin, “allí donde está el peligro, crece también lo que salva”.
Donde está el peligro, el poder de ahorro también crece. Es algo que he experimentado en varias ocasiones. Pero solo funciona colectivamente si disminuimos la velocidad, hacemos una pausa y nos quitamos las vendas para atender el ahora.
¿Qué surge realmente del ahora? Podemos ver el comienzo de una nueva ola de hiper localización de nuestras economías, de apoyar a los pequeños agricultores y productores que pueden ser más resistentes a las disrupciones de la cadena de suministro. Podemos ver el comienzo de una economía más intencional, una que, similar a las CSA (Community Supported Agriculture), se basa en alinear las actividades económicas en torno a una intención compartida para el futuro, a saber, la co-creación de una agricultura centrada en el ecosistema, opuesta a la de extender el pasado basado en transacciones impulsadas por el ego.
(*) Claus Otto Scharmer es profesor titular de la Sloan School of Management, Massachusetts Institute of Technology (MIT), y cofundador del Presencing Institute. Preside el programa MIT IDEAS para la innovación intersectorial y es autor / coautor de varios libros.