Caracas, 21 jul (EFE).- Agua de coco de EE.UU., leche de Francia, melocotones de España o cerveza mexicana. Un supermercado en Caracas está repleto de productos importados, cada día más presentes en los anaqueles de Venezuela, un país en crisis que exonera de impuestos a artículos extranjeros en una política que los gremios denuncian como «competencia desleal».
La presidenta del Consejo venezolano de Comercios y los Servicios (Consecomercio), Tiziana Polesel, comentó a Efe que existe una «competencia desleal» entre la importación y la producción nacional porque, «mientras no se cobra ese impuesto para que un producto sea comercializado en Venezuela (…) al fabricante nacional del mismo producto sí se le cobran todos los impuestos para importar los insumos que necesita para fabricar».
Polesel aclaró que «antes tenían que pagar impuestos para nacionalizar esos productos y hoy día están exentos», lo que «beneficia a un sector que ha podido importar» con «precios competitivos».
En efecto, en 2018 el presidente Nicolás Maduro firmó un decreto con el que libra de impuestos la importación de productos intermedios y terminados para «acelerar el crecimiento del país». Aunque la exoneración era por un año, el decreto se ha mantenido con prorrogas desde entonces.
El gremio de industrias manufactureras de Venezuela ha solicitado desde entonces que los productos elaborados en Venezuela gocen de los mismos beneficios que les son otorgados a los importados.
«ESTE SUPERMERCADO NO ES PARA TODOS»
Los carritos de los consumidores de un supermercado, en el oeste de Caracas, están cargados de estos artículos extranjeros que muchos pagan en dólares, la moneda de referencia y uso frecuente en las transacciones ante la insuficiencia del bolívar.
Pero «este supermercado no es para todos», dijo a Efe un asalariado de 66 años que salió con una bolsa con unos pocos productos y gastó el equivalente a 8 dólares, en un país donde la hiperinflación ha mermado el poder de compra del ciudadano con un salario mínimo oficial que no llega a 3 dólares.
«Hay variedad, pero lo que no hay es consumo, la gente no tiene cómo tener esos productos», destacó Polesel.
El hombre, que prefirió no dar su nombre, explica que «los (altos) precios son generalizados»
«Cobro la quincena, salgo a comprar una cosa y me queda vacía la cuenta hasta la próxima», lamentó.
MERCADOS POPULARES
Otra opción son los mercados populares como el de Quinta Crespo, también en el oeste de Caracas.
Un sábado en la mañana está concurrido: «¡A la orden, a la orden!», repiten comerciantes que intentan atraer a los clientes.
En este mercado abunda el producto nacional, como en el puesto de Brian Cáceres, de 27 años, que vende harina de maíz, café, leche y salsas y considera que sus ventas han caído, en parte, porque no puede competir con los artículos importados.
«La gente no come calidad, come precio», asegura este joven comerciante, que añade que el costo final del producto nacional «recibe todos los problemas: que si el ‘matraqueo’ (extorsión de autoridades), que si tienes que darle a fulano, que si hay que pagar esto (…) en cambio un producto importado siempre va a ser el mismo estándar, el mismo precio».
«Afuera no cambia, afuera no varían los precios. Aquí, si te cobraron 100 en el camino tienes que metérselo al precio. Si no, lo vas a perder», insiste el hombre que lleva 6 meses trabajando en ese puesto, y cinco años en otro mercado.
En una reunión, la semana pasada, con el presidente Nicolás Maduro, el diputado opositor José Gregorio Correa denunció que el transporte de productos nacionales se ve encarecido por sobornos a autoridades en las carreteras.
Desde las regiones salen «100 productos y llegan 45» a Caracas porque en el camino los productores deben ir bajando mercancía en las alcabalas (controles) policiales, denunció el parlamentario.
Polesel agregó que hay industrias «paralizadas por la falta de combustible», lo que se suma a las constantes fallas de energía, «un impedimento para trabajar de manera productiva», y al «incremento voraz de los impuestos municipales».
«Hay regiones que están en un estado de devastación verdaderamente preocupante» (…) A veces, cometemos el error de pensar que el país es Caracas», sostiene.
TRANQUILIDAD
Los anaqueles abastecidos de alimentos y productos han traído tranquilidad para muchos venezolanos, después de años de gran escasez y compras nerviosas. El asalariado que gastó los 8 dólares en el mercado repleto de productos importados, pese a no tener poder adquisitivo para comprarlos, dice que en lo que respecta a los «alimentos que hay más tranquilidad».
«Cuando uno ve el alimento, ya uno se queda más tranquilo, tú los ves y sabes que mañana vienes a comprarlo y así (…) A pesar de que no tienes el dinero en el momento, ya tu sabes que lo vas a conseguir», concluyó.
Nicole Kolster