Frank Bracho / 26S del 2025
Una vez le preguntaron a ése —según Einstein: «sin par»— «Maestro de maestros» que fue Gandhi, que: «¿Cuál era ‘la Clave de ‘Todo’ lo por él enseñado?» Y el Mahatma contestó, con su característica Humildad y Coherencia, lo siguiente:
«Yo no he venido a enseñar nada ‘nuevo’. Lo que enseño es tan viejo como las montañas y los ríos (o ‘el Orden Natural’ Divino de Lo Creado): Mi Vida es Mi Mensaje.»
Lo resumía así ‘Todo’, ese Gran Apóstol Mundial de la Paz.
«El Todo», lo cual es quizás el nombre más universal para esa Confiable «Sabiduría Divina», la cual hoy tanta falta nos hace a todos (¡humanos o no!).
En tiempos de tanta particular desazón, pero también de tanta «Incertidumbre-terapia» —a lo Job— para probar al más avispado o avezado Sentido de La Vida.
Por lo cual, en definitiva, no existe ningún ‘maestro exterior’ sino la ‘Reeducación’ de cada quien, para volver a una Universal Esencia perdida, la cual mora en la Conciencia o Corazón de cada quien.
Pues, como dijo también ese gran padre de la Iglesia San Agustín —de quien el actual Papa dice ser devoto seguidor— luego de haber tenido una larga vida propia de erudición, nos dejó dicho lo siguiente:
«No corras, que a donde tienes que llegar es a tu propio Corazón.»
Lo mismo que dijo ese gran maestro de origen judío sefardí, hijo de esa diáspora —también a lo Job— sin par, de siete siglos del tan multicultural El Andalus Ibérico (el más avanzado reinado musulmán plural de la Europa Medieval, y uno de los mayores faros de luces de la historia del Mundo). Maestro que fue: Baruc Espinoza (con nombre del Secretario de ese clásico profeta bíblico que fue Jeremías), quien dijo que «Dios para él» no era sino «el Orden Natural Universal».
Y de cuyo ‘Dios’ dijo ser seguidor el mismo Einstein («Yo sigo al Dios de Espinoza», había respondido, cuando le preguntaron también por la Clave de su genialidad).
O como habría dicho el mismo maestro (anarquista ilustrado) de Bolívar, Simón Rodríguez (al igual que lo fue el inquieto mentor de Bolívar, el científico naturalista Alexander Humboldt). Rodríguez compartió con Espinoza una afición personal por la pulitura o diseño de artefactos de Luz —como lentes para mejor ver o humildes velas para mejor encender.
O como lo dijo Santo Tomás Moro, ese gran Mártir por La Verdad de la Moral Universal:
«Prefiero los Sentimientos Divinos a los contratos o las palabras incoherentes.»
O lo dijo ese gran seguidor de Gandhi que fue Martin Luther King:
«Hay una Estructura Moral inherente en El Universo. Lo único que tenemos que hacer es seguirla.»
O el mismo gran líder espiritual de los budistas tibetanos, y del Diálogo Interreligioso Mundial desde El Corazón (sin ninguna parafernalia escritural desviacionista), que ha sido El Dalai Lama:
«Prefiero más una gota de Vivencia, a un mar de teoría o erudición. Lo único que importa es seguir la Regla de Oro de La Compasión: No hacer a los demás lo que a nosotros mismos no nos gustaría que nos hicieran.»
O del Mandamiento —de mandamientos— del Amor Universal de los cristianos.
Vivencia Cotidiana hoy tan perdida, y por la cual tanto descollan las culturas ancestrales indígenas de todo el Mundo (sean las de la Sierra Nevada de Santa Marta, las amazónicas, las beduinas, o las de los shamanes de las estepas abiertas de Mongolia, etc.), tan en la Vivencia Cotidiana con tal Orden Natural Divino.
Orden Natural Divino Primigenio hoy tan inescrupulosamente y temerariamente maltratado.
O, a fin de cuentas, lo mismo dicho por los mismos ancestrales taoístas chinos, tan sabios en aquello de las divinas ironías:
«El Mejor Gobierno es el que menos gobierna, porque sus gobernados se auto-gobiernan a sí mismos en La Virtud.»
La misma Virtud del Orden Natural Universal de El Tao.
Virtud la cual siempre quiso afanosamente seguir nuestro Simón Bolívar, en un emparentamiento con el propio Gandhi, para quien:
«Dios no era sino dicha Verdad Divina Universal, y dicha Verdad era Dios.»
Y por todo lo anterior, es que en los Evangelios cristianos ha quedado claramente asentado que:
«Solo dicha Verdad nos hará Libres.»
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