Una de las consecuencias más importantes de los avances de la Inteligencia Artificial y, hay que decirlo, de la pandemia del COVID – 19, es la valorización de la ciudad a escala humana, esa ciudad que está al alcance de la gente, que se puede caminar o recorrer en bicicleta o en un eficiente transporte local, tiene la escuela cerca, el servicio de salud ambulatoria, el templo, los comercios minoristas donde adquirir los víveres, panaderías, cafeterías, e incluso los lugares para tomarse un licor compartiendo con los vecinos. Igualmente, los parques con sus bancos, sus sombras y sus faroles.
Las grandes ciudades de enormes rascacielos y gigantescos centros comerciales, con los espacios muy especializados, todo distante que exige enlaces de grandes autopistas y uso intensivo del automóvil particular, buscan cómo humanizar los espacios donde la gente duerme, transformándolos en lugares para vivir. Frente a las ciudades con sectores especializados, donde en unos se duerme, en otros se trabaja, en otros se compra y en otros se divierte, hay la alternativa de los espacios donde se vive íntegramente, sin necesidad de frecuentes y largos desplazamientos.
En esta tendencia tienen ventajas las ciudades intermedias y menores, que mantienen una multifuncionalidad en su territorio, es decir, donde sus habitantes viven, trabajan, estudian y se recrean cerca, donde además tienen la ventaja de ser conocidos y conocer a todos, hacen vida en comunidad, conversan en la calle, en la esquina, en el parque y en los negocios. Donde cuidan unos a otros.
Las urbanizaciones, fraccionamientos, colonias y otras designaciones de los urbanismos periféricos, donde la vida comunitaria es prácticamente inexistente, en un mundo que avanza con en el trabajo en casa, el estudio virtual, la recreación pasiva y otros frutos tecnológicos, se obliga a la gente a encerrarse, a aislarse y deshumanizarse. Es una revisión del urbanismo extendido y especulativo, que tiende a expandir la ciudad sólo por codicia, ocupando los espacios naturales.
La ciudad tradicional, peatonal y amigable, vuelve a tener adeptos. Se trata de la identidad, del conocer ser y del lugar, de convivir en él. De rescatar el derecho a conversar, a tener vecinos, negocios conocidos, paisajes familiares, entornos donde nos sintamos cómodos, en confianza y seguros. Es la ciudad a escala humana.