Muchas cosas se han dicho y se han escrito sobre la Catedral. Más allá de los datos históricos, de las reseñas, de las explicaciones arquitectónicas, creo que este santo lugar es para Valera, lo más “valerano” que tiene. Imponente a la cabecera de la Plaza Bolívar, la Iglesia San Juan adquiere el título prestado de “Catedral” quedándose así tan impregnado en la memoria colectiva, que aunque no es la sede del gobierno episcopal, todos la llaman así
¡Libre Dios si decimos Iglesia San Juan, ese es solamente su segundo apelativo!
Para los que no sepan, la “catedral” es el templo donde tiene sede o cátedra el Obispo, es decir, la iglesia principal de cada Diócesis. En nuestro caso es la Iglesia Nuestra Señora de La Paz, en Trujillo capital.
Sin embargo, la catedral de Valera es catedral a priori y goza de gran prestigio; de eso estamos contentos: es una de las iglesias más altas de los Andes y su estilo neogótico es raro, en el común arquitectónico de las iglesias de nuestro país.
Algunos aseguran que en Europa se ven iglesias muy parecidas a nuestra San Juan, una en particular, en Montesano, Italia.
Desde sus inicios la Iglesia San Juan Bautista no es así como ahora la vemos. Les presento una cronología veloz para que conozcan su evolución.
Todo empieza el 15 de febrero de 1820, cuando el Obispo de Mérida para la época, Lazo de la Vega hace la erección canónica de la parroquia eclesiástica. Se construye así la prima capilla de palma y bahareque y paulatinamente el proceso que habrá de concluir con lo que es la gótica estructura que en la actualidad existe.
El 1926, el Padre Guillermo Parra Faría llega a Valera con el encargo de ser cura-párroco y Vicario de la ciudad, es este personaje quien gestiona ante Juan Vicente Gómez la posibilidad de la construcción de un templo más importante. De ese modo, en 1927 se inicia la construcción del templo. Al año siguiente se termina la primera torre, la del lado derecho, (o lado del evangelio), donde viene dispuesto un reloj que según cuentan data de 1913. En 1930, en cambio, se inaugura la segunda nave, de la epístola y la fachada.
Explico brevemente: la planta arquitectónica de una iglesia como la nuestra tiene, –digamos- tres corredores, uno central más ancho que es el que se dirige al Altar y uno a la derecha y otro a la izquierda, llamados del evangelio y de la epístola, respectivamente.
Prosiguieron los trabajos y no fue sino hasta 1932 que decidieron abrir la iglesia, no obstante, era inconclusa.
Más tarde, Silverio González, presidente del Estado, solicitó ante el general Gómez la erogación de los fondos para continuar la estructura arquitectónica.
Por aquel año se adquirieron cuatro vitrales con los misterios de la Encarnación, Nacimiento, Resurrección y Ascensión de Jesucristo, los cuales lucen en el ábside (la parte semicircular), por los lados del altar y en los rosetones (vitrales redondos) que adornan el presbiterio (donde el sacerdote oficia la misa) y el coro.
El 24 de junio de 1933 se bendicen las campanas, que son cinco y en 1934, el Padre Contreras, toma el encargo del revestimiento interno y externo del templo y de comprar los vitrales que adornan las naves laterales.
Los vitrales fueron encargados en Alemania y llegaron a Valera en 1949.
Ellos relatan pasajes de la vida de San Juan Bautista así como otros eventos bíblicos.
Es muy hermoso contemplarlos, le da un ambiente muy sugestivo, no sólo estético sino de gran fervor.
Todos los trabajos de la iglesia fueron finalizados en 1953, por lo que 26 años duró la construcción de la Iglesia San Juan Bautista, tal como la conocemos ahora.
Con gran orgullo y gran humildad me sumo a la línea de sucesores en esta misión de venerables sacerdotes como Monseñor Jáuregui, Monseñor Mejía, Padre Parra, Monseñor Contreras, el Padre Juan de Dios Andrade, nuestro querido y recordador Monseñor Eberto Godoy, el Padre Luis Felipe Torres y todos los vicarios que por la parroquia han pasado.
Misión, me refiero de llevar a adelante los destinos de la parroquia, ¡Menos mal que no estoy solo!
Dios dirige nuestros pasos para hacer de nuestra Iglesia San Juan Bautista, un espacio de encuentro y fraternidad, un icono de la ciudad que dé testimonio del amor del Padre para con la humanidad.
Espero que el trabajo que apenas venimos emprendiendo sea una labor de todos.
Ya para finalizar quiero compartir unas líneas que encontré muy sentidas sobre nuestra iglesia, firmadas por Juan de Dios Sánchez y que dice:
“El templo de San Juan Bautista es un remanso de fe, de idealismo, de dulzura. Si vemos sus vitrales cuando el sol los toca, la intensidad de todos los colores la harán vibrar en mil tonalidades. Si admiramos su mole, advertimos el arte y en sus altares de cedro y caoba se refugia la fe, la melancolía y la grandeza”.
Hasta la próxima y que Dios les bendiga.