Su hermana de 9 años va cada semana a la iglesia a rezar por su libertad. No es la única que extraña a Chelsea Valentina Correa Venero, la niña de 16 años, detenida desde el 29 de julio, cuando regresaba a su casa tras comprar unas medicinas para su otro hermano, de 4 años, quien cada noche llora porque no puede dormir con ella. Terrorismo, incitación al odio y resistencia a la autoridad son los delitos que le imputan, y que hoy la tienen pensando que, si no puede pasar navidad con su familia, no vale la pena vivir. En una carta afirmó que no aguantará un mes más de cárcel.
En la casa donde viven los cuatro, junto a la abuela de los más pequeños, se respira tristeza. Es una soledad que se siente. La ausencia de Chelsea Valentina no pasa desapercibida. Menos, cuando sus familiares se desesperan ante las patologías que la joven comenzó a presentar tras su detención. «Se hincha con frecuencia, en cuatro meses la menstruación ha llegado siete veces, está descontrolada».
Su madre, Yeilyn Venero, solo pide una cosa: Que se revise su caso. Ella envió una carta el 21 de noviembre al fiscal Tarek William Saab con todos los documentos que certifican la buena conducta de la niña, que acaba de pasar a cuarto año de bachillerato, pese a que tras un viaje a Colombia, donde cursó dos años que no le fueron reconocidos en Venezuela, debió repetir quinto y sexto grado.
Chelsea Correa: No aguantaré un mes más
Lo que pasó el 29 de julio aún no tiene explicación para Yeiling Venero. Su hija no estaba cometiendo ningún delito. «Ella fue a casa de mi hermana, que reside en unos edificios ubicados al lado de la sede de la Policía Municipal de Guacara, a buscar unas medicinas para su hermanito menor. Como habían muchos disturbios decidió quedarse porque tenía miedo. A las 9:00 de la noche mandé un mototaxi a buscarla, pero cuando regresaban se encontraron con el saqueo a un galpón de Mercal. Escuchó disparos, se bajó de la moto y corrió a resguardarse».
Chelsea corrió hacia el monte y se ocultó. Unas horas después la encontraron unos funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana y se la llevaron. El taxista también terminó preso.
Fue el mismo tiempo que estuvo su madre buscándola. Ella también tuvo que resguardarse porque había mucho policía en la calle y temía que se la llevaran presa también. Tuvo mejor suerte que su hija, a ella los policías no la encontraron.
En esas tres o cuatro horas-no recuerda con precisión-su hija desapareció. A partir de ese momento la buscaron desesperadamente, sobre todo en los hospitales, porque sabían que había heridos. El 3 de agosto llegó al fuerte Paramacay, sede de la 41 Brigada Blindada, donde a unos familiares les informaron que la tenían.
Cuando llegó al sitio, cinco días después de la desaparición de su hija, no le permitieron verla. Ella le llevó ropa y comida que la niña nunca recibió.
Los militares la golpearon y amenazaron con matarla
Pero en la tarde recibió una llamada desde el Palacio de Justicia. Al llegar y verla se impresionó: Estaba muy golpeada e hinchada. «La golpearon hombres y mujeres por igual, todos con uniforme militar, dentro de la Brigada Blindada. Le dieron patadas, cachetadas y le decían ´mardita procura escaparte que te voy a meter un tiro en la frente, te vamos a matar, te vamos a desaparecer, tu mamá no te va a ver más nunca».
Yeilyn Venero cree que fueron las patadas que le dieron los militares en la 41 Brigada Blindada las que la descontrolaron, por la cantidad de veces que ha tenido la menstruación en estos cuatro meses. Ese 3 de agosto, en el Palacio de Justicia, la revisó y vio que tenía rasguños en la cara, golpes en el cuerpo, chichones en la cabeza. «Le restregaron la cara en el piso, tanto que si ella no mete sus manos le desfiguran el rostro. Además, tenía tres días sin comer ni tomar agua y los pusieron a dormir en un piso lleno de piedras».
Hasta este 5 de diciembre ningún médico ha visto a Chelsea. No se sabe por qué se hincha, ni por qué la menstruación se ha hecho tan frecuente.
A Chelsea la presentaron el 4 de agosto en tribunales, junto con otros 13 menores. Aún quedan siete niños presos, dos de ellos, Chelsea y Héctor Pinto,a quien conoció en la audiencia en la que los pusieron en una misma causa, están en la sede de la PNB en Los Guayos. Su madre no se queja del trato que ha recibido la niña, cuyo sueño era ser policía.
En el colegio la están esperando aún. Su madre preguntó si al salir de la cárcel podría retomar sus estudios y la respuesta es que si sale antes de enero no tendría que repetir el año escolar. «Ella no es repitiente, pasó todas sus materias, participaba en los reinados de carnaval y llevaba una vida normal en el colegio. Es una muchacha de casa, no es justo».
Nunca hice nada para no perjudicar a mi hija
Hoy, en retrospectiva, Yeilyn Venero reciente su inactividad. «Yo nunca hice nada, no hablé con periodistas, no fui a Caracas a molestar a la defensora que siempre estaba ocupada, no participé en vigilias, porque me decían que todo eso perjudicaba a mi hija».
Estuvo tan callada e inactiva, que ni siquiera conocía a la defensora pública de su hija, Kelly Pérez. El 21 de noviembre fue a Caracas, pero la abogada no se encontraba. La atendió su asistente, quien solo le recomendó esperar. «Usted no sabe si la van a llamar, si el fiscal va a hacer otra jornada como la que hizo y los libere. Espere en su casa tranquila y yo me vine a esperar a mi casa tranquila».
Yo no quiero que sufras pero no aguantaré un mes más
Pero decidió hablar. Los cuatro meses tras las rejas de su hija, sin ningún cambio ni esperanzas de libertad, la impulsaron. Ella siente la necesidad de dar a conocer la realidad de su hija, esa que le escribió en dos cartas que le mandó el 29 de octubre y el 30 de noviembre y en las que habla de su ansiedad, taquicardia y le confiesa que, si no puede estar con ella en navidad, no quiere seguir viviendo. «Perdóname mami, yo no quiero que sufras por mí, pero si yo no puedo salir en navidad no quiero vivir, perdóname mami, pero yo no aguantaré un mes más encerrada. Te amo mamita, no lo olvides nunca».
Esta angustia por la suerte de su hija se suma a la que le genera haber tenido que abandonar su trabajo y dejar de llevar a sus pequeños hijos al colegio. Cada día debe ir a la sede de la PNB en Los Guayos a llevarle la comida a su hija. Cuando no lo hace, ella pasa hambre. Todos viven del apoyo de sus familiares, porque los ingresos en la casa se acabaron desde la detención. Chelsea era un apoyo para su mamá, a quien ayudaba con los niños cuando salía de clases.
En el cuarto donde duermen los cuatro la cama espera a Chelsea. También su hermanito, que cada noche llora por ella, pues dormían juntos; y su hermana que reza por ella. Yeiling clama por una revisión de la medida de su hija, que busquen a los verdaderos culpables, si los hay. Ellos la esperan en su casa para navidad.
Fuente El Carabobeño