La bulliciosa calle 16, calle de la alegría | Por: Alfredo Matheus

” La Bulliciosa calle 16, calle de la alegría”. Foto: Elvins H. González/ Historias de Vida

 

Hace 55 años, tenía un movimiento social que sorprendía a todos. A las 7 de la noche, las amas de casa decían: -A conversar se ha dicho”, llenándose las aceras de sillas, bancos, gaveras de cerveza, todo lo que sirviera para sentarse y dar inicio a la amena conversa.

 

“Antonio, mis penas”

Elaboraba unos gustosos pastelitos y una exquisita avena, había momentos donde en el negocio no cabía un alma más. Los jugadores de dominó y barajas, hacían apuestas por los pastelitos.

El negocio cerraba a la 1 de la madrugada.

La señora “Ercilia”, se ganó una gran fama porque le sabía “la vida a toda la comarca”. ¿Usted quería saber que valerano se había muerto? ¿Qué vecino estaba en el hospital? ¿Quién se ganó la lotería de animalitos? ¿Qué muchacha salió embarazada sin haberse casado? ¿Qué pareja se estaba divorciando? ¿Quién se casaba el sábado en la iglesia San José? La respuesta era “vaya para donde Ercilia”.

Si una persona, era demasiada averiguadora, los parroquianos manifestaban: “ahí viene doña Ercilia”.

 

La calle de la alegría

En aquella Valera que se fue, a la “16” nadie le ganaba como el sector más alegre de la ciudad. Los sábados las fiestas en casas de familia no faltaban, la música que más se bailaba; la de Billo y los Melódicos. El que organizaba una parranda y no tenía equipo de sonido, uno que otro vecino se lo facilitaba, a cambio, este comía y bebía caña a reventar.

 

Personajes

“Misael” el lechero mayor, “La mula Rafael”, el primer fisicoculturista de renombre nacional que conoció la localidad, “El loco Toro”, recio peleador que jamás perdía una trifulca callejera, el señor Luis, propietario del más grande carro de rolinera y madera que hacía transporte a las amas de casa en el viejo mercado, Antonio Hernández José, su alma de gozo contagiaba a todos, el más entusiasta organizador de los festejos decembrinos y Carnaval.  La 16, no olvida, aquellos hermosos templetes donde se bailaba hasta altas horas de la noche.

En diciembre, todo era alegría. Cada familia elaboraba 100 o 200 hallacas que se compartían con los vecinos, siempre buscando la prueba; cual hallaca había quedado mejor.

En el lugar, hubo una época, en que cinco gimnasios para alzar pesas o aprender boxeo tomaron sus espacios, de allí la fama de invictos peleadores que se ganó la calle 16…Fueron inmemoriales las grandes peleas que se escenificaban en el parque donde hoy está ubicada la escuela “Padre Blanco”, las trifulcas entre la 16 y calle 10 no faltaban, muchos salían con “el ojo de taparita” con aquellos puñetazos que llamaban “piedra o barretón” …

 

Toño Lobo, rey de los prestamistas

Fue uno de los primeros prestamistas que conoció la urbe. El que estaba “mamandini” o no tenía dinero, marchaba a donde Toño (calle 14 con av. 10) para que lo sacara de apuros. Jamás practicó la usura, cobraba lo justo por el servicio que brindaba…Las amas de casa en situaciones económicas donde las “ollas estaban boca abajo”, le decían: “Ay, señor Toño, empéñeme esta plancha que no tengo que darle de comer a los muchachos”. Con esa alma generosa respondía: “Tome el dinero que necesita y llévese la plancha que usted debe necesitarla”.

Su gran billar (av. 10. Calle 14) nunca estaba solo, en horas de la mañana comenzaban a llegar los clientes a darle a la bola sobre aquella tela de encerado, pues a Toño nunca le gustó la tela especial para billares, decía que el buen jugador jugaba con lo que hubiera.

Su fama, se extendió  más allá de Valera por vender una suculenta vitamina y el fuerte guarapo de panela…En una ocasión, estaba Toño Lobo en un conocido bar de mujeres de la vida alegre tomándose las cervecitas, a las 11 de la noche llegó una comisión policial, mandó a encender las luces, Toño, queóo asombrado al ver  a uno de sus trabajadores muy apurruñado con una dama bebiendo Wiski, lo  llamó y le  dijo: “queda despedido, no es posible que yo este bebiendo cerveza, y usted, que es  mesonero en mi negocio, está  metiéndole al wiski del más caro, esto me parece muy raro”…

 

Las Jaramillo, toda una belleza

Nuestra ciudad ha sido cielo abierto para poetas que han dejado huella en la Valera de siempre…El trovador Colina a todo le sacaba una décima o un poema. Las Jaramillo fueron unas damas de gran belleza. No se “pelaban un velorio”. En la misa del domingo, allí estaban en primera fila.  Se ganaron el cariño y afecto de la ciudad, especialmente de los hombres, por ese caminar tan sensual que dejaba a los caballeros “bocabiertos”.

En una oportunidad, el poeta, al observar a las Jaramillo, con aquel caminar que tenía “un no se qué”, les manifiesta a viva voz:

“La gente decente

Se conoce al caminar,

Por eso las Jaramillo

Son apretadas al andar”

 

En aquella Valera donde reinaba la santa paz, estaba Colina, tomándose una que otra bebida espirituosa en un conocido negocio, pide un servicio de ron, sentado en la barra, se queda observando al dueño del establecimiento comercial que tenía “cara de mal carácter”, con la sabiduría que le dio fama, expresa:

“Todo aquel que mucho dinero tiene,

Tiene sangre liviana,

Así su padre sea un tigre

Y su madre una caimana”

 

El comerciante “cambio de colores”, lleno de ira, le pregunta;

-“Eso que usted dijo, es conmigo”.

-No, responde el poeta, lo digo por aquellos que tienen sangre liviana y usted demostró que no la tiene…

 

El amolador

Parecía galán de cine, no pasaba de los 30 años, recorría la ciudad en una bicicleta a la que le había incorporado una piedra de amolar con un pequeño motor, al darle a los pedales, hasta chispa salía, los cuchillos quedaban nuevos…

Tenía un arte especial para ejecutar una pequeña sinfonía, su música se escuchaba a la distancia, las amas de casa salían con cuchillos, machetes, tijeras, para que “el amolador” les sacara filo…

Este personaje, de origen italiano, un día desapareció de nuestras calles, las mujeres suspiraban y recordaban con nostalgia al “galán” que dejó un muchachero como siembra de su paso por Valera…Jamás volvimos a disfrutar de aquella bella música que despertaba a la comarca…

 

Valera se paralizó…

Cuando llegó la televisión blanco y negro, fue un gran acontecimiento. Muchos,  no tenían dinero para comprar un televisor, algunas familias cobraban un real (0,50 céntimos) por dejar ver una hora de televisión.  La sala de la casa se llenaba de algarabía con el abucheo de los muchachos al momento que comenzaba la propaganda comercial…Si algún jovenzuelo se tiraba “un pedo”, quedaba sancionado, no podía volver a ver la tele, hasta 30 días después…

La empresa “Curazao” en la av. 9, dejaba los televisores de exhibición prendidos toda la noche. Hasta allí llegaban los valeranos a ver la pantalla chica, algunos, peleaban por ubicarse en el mejor lugar, otros, optaban por irse; “porque no había cama pa’ tanta gente”.

 

“Marcos la horca”

Era un humilde personaje popular de la calle 15, algo “tocado de la cabeza”, gran trabajador en la panadería del señor Jerez… No lo podían mirar dos veces porque sacaba un filoso cuchillo y había que correr duro…” Marquitos” tenía la fuerza de un toro, él solito podía levantar una pipa”… Para gritarle “Marcos la horca” había que hacerlo a 50 metros de distancia, si alcanzaba al atrevido muchacho, “ay, mi madre”, algunos se orinaban llenos de terror…

 

“Está barato, dame dos”

En 1920, pocos productos llegaban al bolívar. En las bodegas siempre se escuchaba lo mismo: “Por favor véndame un real de velas, 025 céntimos de azúcar, un real (0,50 céntimos) de manteca, 025, céntimos de arroz. Los productos que tenían un costo de un bolívar, eran considerados sumamente caros…

En 1960, un kilo de lomito no llegaba a los 7 bolivarianos. 10 plátanos se compraban por un bolívar, si estaban maduros; 12 plátanos por un bolívar…Los bodegueros para aumentar la clientela colocaban un frasco (pepero) sobre el mostrador. De acuerdo a la compra, le colocaban un grano de maíz o café. Cada grano tenía el valor de un centavo, los fines de semana, se sumaban los granos, con el dinero reunido, la muchachada podía comprar pan o dulces, pero, en la misma bodega… En la Valera de hoy, en los supermercados chinos; “no come gallina ni el gallo” …

 

El 1 de octubre es la cosa…

Reencuentro con la Valera de ayer y de siempre en la UVM, sede Ateneo, a partir de las 9 y 30 am… ¡Ven y echa tu cuento! Compartiremos ricas anécdotas de nuestra amada comarca, con el sabroso café trujillano. Fuente. La Valera de siempre…Silvio Quintero.

 

 

 

Salir de la versión móvil