Francisco González Cruz
“Lo cierto era que pronto los dos ejércitos se iban a dar el choque sangriento de dos hermanos que mueren sin saber por qué”.Lo escribió Perfecto Crespo, quien recoge en sus “Memorias de un soldado trujillano” lo que fue la batalla más sangrienta librada en tierras trujillanas.
El asunto es que al Doctor y General Leopoldo Baptista Briceño, ingeniero y abogado, jefe de los “godos” o conservadores, había recibido 500 máuseres y 100.000 cápsulas para reforzar su parque. El Doctor y General Rafael González Pacheco, abogado y doctor en ciencias políticas, jefe de los “lagartijos” o liberales, también había agotado sus pertrechos en la toma de Trujillo el 20 de septiembre de 1899 y en la batalla de Carvajal los días 1 y 2 de octubre. Ganaría el que se apertrechara con los codiciados armamentos, pero sólo lo sabían los caudillos. El 8 de octubre de 1899 se inician los combates y al cabo de 4 días quedaron en las calles y casas de Isnotú, en sus cañaverales y bosques, más de trescientos muertos y setecientos heridos.
El Dr. José Gregorio Hernández estaba ya lejos de Isnotú, en Caracas, en sus tareas de médico, profesor y científico. Ese mismo año, el 14 de agosto,había designado como Preparador de la Cátedra de Fisiología a un hijo de Betijoque, el Br. Rafael Rangel, como jefe del laboratorio. Y el 1° de diciembre tomó el hábito de la Tercera Orden de San Francisco en la Iglesia de Las Mercedes. Ya su papá Benigno había muerto en Isnotú9 años antes, el 8 de marzo de 1890, cuando José Gregorio estaba en sus estudios en el Instituto Pasteur de París.
“Por momentos el pueblecito ameno y trabajador de Isnotú apareció en la historia de la política, prendido en las llamas infernales de los odios de los partidos; ya no eran los luminosos cohetes de sus fiestas de octubre, sino el toque de muerte por los cuatro puntos cardinales”. Escribió Perfecto Crespo. Dicen que desde Valera se veía el resplandor de las llamaradas de los cadáveres ardiendo.