“el placer es algo divino” Papa Francisco
El Papa Francisco en su liderazgo religioso-espiritual, nos ha recordado recientemente el origen divino del placer, como un elemento sustancial de la vida y de la existencia humana y ha hecho crítica de la moral restrictiva en el seno de la iglesia católica que en su afán de ocultar lo erótico/sexual ha retraído el disfrute del placer, al punto de arrinconarlo como expresión de lo licencioso e impropio de una vida del buen vivir. Nos pareció oportuno su planteamiento para abordarlo en este tiempo cuando el covid-19 ha desatado una pandemia de temores, incertidumbres y encierros en este gran confinamiento planetario que se ha ido extendiendo en el tiempo, tanto que algunos comienzan a llamarlo “cuareterna”.
En nuestra cultura cargada del racionalismo dominante en el pensamiento de occidente, el disfrute del placer ha sido morigerado de una parte, por la prédica de las diversas iglesias, credos e ideologías en su propósito de hacer de sus seguidores personas obedientes y sensatas, con el discurso de pastores y líderes que les prefieren fanáticos o mansos seguidores para asegurar y reproducir la masa de los fieles; y por el otro, con la expansión de la cultura del consumo, que ha convertido en mercancía todo bien, donde hasta el sexo, el placer y la alegría son utilizados como vehículo para inducir el consumo, donde la banalización de la alegría ha diluido el disfrute del placer con su amplio sentido humano y liberador.
Mario Benedetti, poeta nuestramericano nacido en Uruguay y quien por estos días habría cumplido 100 años, nos alertó en un hermoso poema -que Serrat musicalizó y juntos produjeron en aquel álbum “el sur también existe”-, que la alegría hay que defenderla de muchas acechanzas y hasta de la alegría fatua y mercantilizada que impide la alegría del vivir. Aquí les confieso que desde “La Tregua”, donde le encontré por el año 70, compartí con su prolífica poética, en más de una ocasión, el divino gozo de una amanecida de noche.
También confieso que me gusta contemplar los amaneceres; procuro y disfruto cada vez que puedo recibir la aurora de un nuevo día, abrirle la ventana a la luz y ser envuelto en el encanto expansivo que levanta sobre la bóveda celeste, las nubes, las aguas, y la ciudad que todavía reposa a esa hora. Las 5:30 a.m. suele ser la hora media para el disfrute, sencillo y abierto hacia un reposo activo ante la belleza de luminosidad que cambia a cada instante la composición del paisaje y que asombra por lo vertiginoso de los cambios y por el breve tiempo en el cual acontece esa transformación desde la noche al día.
Con la compañera hicimos y dispusimos hasta lograr el privilegio de un balcón abierto al paisaje sobre la Ciudad, al rio Caroní y a este cielo de Guayana y a su gente, que han sido estímulo y cobijo para sueños y desvelos en el proyecto existencial. Agradezco a la vida que nos da tiempo para poder avanzar en longevidad satisfactoria, por eso cada mañana siento el placer de estar vivo para recibir la luz del sol que nos alimenta y da solaz; con esa emoción, procuro ordenar la jornada para que rinda y ocupe al día; también me derivan interrogantes sobre el día siguiente de hoy y sobre el mañana social de esta pandemia del covid-19, que nos ha puesto en evidencia la trama de la vida del planeta y el sentido de nuestra especie en él. Siento y pienso en los nietos y nietas que van creciendo y con ellos a la generación del futuro que ya está presente con nosotros; en su derecho a tener sus propios sueños y a desarrollar el despliegue de su existencia, para el disfrute en el desafío del espacio-tiempo de su vida. Si el hoy también nos permite hacer reflexión sobre el mañana, es síntoma de que estamos vivos y tenemos la esperanza de estarlo después; importante afirmación que abre el espacio a interrogar ¿cuál vivir esperamos realizar? ¿cuál es el devenir de la humanidad? ¿cuáles recursos, conflictos y oportunidades tenemos? ¿cómo podremos sortear lo que se presenta como inevitable? ¿cómo abrimos espacio a la esperanza de lo posible? ¿cómo lo abordamos desde un nuevo enfoque? ¿cómo nos disponemos para encontrar esa nueva mirada que nos ayude en la inquietud?. Estas y otras interrogantes motivan a la búsqueda de otros inquietos.
Desde Brasil Leonardo Boff, nuestramericano maestro en la enseñanza de la teología, la espiritualidad y la ecología profunda, nos plantea en su obra “El despertar del águila”, sobre la tensión por la co-existencia de lo sim-bólico y lo dia-bólico en el universo, en la historia del planeta y en nuestra propia historia como personas. Boff nos explica estos términos y su origen filológico en el griego antiguo.
“Símbolo/simbólico deviene de symbállein o symbállesthai que literalmente significa lanzar (bállein) junto (syn); el sentido es “lanzar cosas de manera que permanezcan juntas”. En un proceso complejo significa re-unir las realidades, congregarlas a partir de diferentes puntos y hacer converger diversas fuerzas en un haz”. Para ayudarnos a comprender narra la experiencia singular de la teja que partían cuidadosamente en dos pedazos, los amigos que las circunstancias de la vida imponían separarse y cada uno guardaba un pedazo, en la esperanza de re-encontrarse y volver a bien encajar los dos pedazos como símbolo que la buena amistad no se había perdido a pesar de la distancia. De allí derivó el símbolo como señal de distinción, cada grupo de religión, ciudad, nación, familia, y ahora hasta los productos con marca registrada, tiene su logotipo o símbolo, que les distingue e identifica.
Dia-bólico proviene de dia-bállein. Literalmente significa “lanzar cosas lejos, separadas y sin dirección, tirar de cualquier manera”; es todo lo que des-concierta, dis-persa, des-une, separa y opone. Como se hace evidente, dia-bólico es opuesto a sim-bólico. Ambos constituyen la trama de la vida personal y social, en los sistemas de los seres vivos y del planeta. Lo dia-bólico y lo sim-bolico conviven en equilibrios difíciles e inestables dando dinamismo a la vida; nunca se anulan o suplantan totalmente, están presentes en toda nuestra realidad natural y cultural. No se puede pensar la historia humana desconectada de la historia de la vida, de la Tierra e incluso del Universo, que algunos prefieren llamar Multiverso.
La condición de multi-diversidad del ser humano, siempre ha sido parte de la inquietud e interrogantes en la historia. Los griegos y en general todos los pueblos, acompañaron sus preguntas sin respuestas con el mundo mitológico, lo que les permitía darle explicación en la existencia de los dioses y semidioses que acompañaban la vida y conducta de los seres humanos y les complicaban o aclaraban sus inquietudes y acciones. De esa realidad surge en la cultura de occidente, de una parte lo apolinio derivado de Apolo el dios solar, del orden, la simetría, la concordancia y que desde el templo de Delfos nos invita al ”gnoscete ipsum”, es decir conócete a ti mismo y de la otra, lo dionisíaco de Dionisio, dios de la fiesta, la danza, la voluptuosidad, de la ruptura del orden social y político dado; de la liberación que nos muestra las posibilidades del caos y del éxtasis. Lo apolíneo y lo dionisíaco son dos actitudes necesarias para el desarrollo de la condición humana, sobre lo cual tengo intención de considerar en otros artículos.
Para sobreponer estos tiempos de aislamiento, de incertidumbres, ansiedad y temores, dispongamos nuestra voluntad, para abrirnos al disfrute del divino placer en la alegría de vivir.
Clemente Scotto Domínguez , Septiembre de 2020