Francisco González Cruz
“En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, una oportunidad para que los países y sus sociedades emprendieran un nuevo camino con el que mejorar la vida de todas las personas, sin dejar a nadie atrás. La Agenda cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que establecen que la erradicación de la pobreza debe ir de la mano de estrategias que fomenten el crecimiento económico y aborden una serie de necesidades sociales como la educación, la sanidad, la protección social y las perspectivas de empleo, al tiempo que se combate el cambio climático y se protege el medio ambiente”, dice la página oficial de las Naciones Unidas. https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/
Esta Agenda la firmaron 193 países de los 195 que existen, incluyendo a la Santa Sede que no es miembro de derecho pleno de la ONU, pero tiene un Observador Permanente. Fue así, porque luego de la experiencia de los Objetivos del Milenio, se desplegó un proceso de dos años de consultas, congresos y reuniones en todos los países, con participación de gobiernos, universidades, empresas y organizaciones civiles, para luego de los consensos logrados, se lograra firmar este compromiso mundial el 25 de septiembre de 2015.
La Agenda 2030 consta de cuatro partes: 1.- La Declaración con la visión y los principios que la orienta; 2.- Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus 169 metas; 3.- La Alianza Mundial y los medios para su ejecución; y 4.- Los procedimientos para su el seguimiento y examen. La Agenda es aplicable a todos los países, pero se deben tener en cuenta “las diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo de cada uno y respetando sus políticas y prioridades nacionales”. Además, los objetivos y metas son de carácter integrado e indivisible y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: social, económica y ambiental, o las llamadas tres E: equidad, economía y ecología.
Luego de su firma el 25 de septiembre de 2015, todos los organismos de la ONU se ajustaron a la Agenda y la tomaron como la guía para sus respectivas acciones. Así lo hicieron muchas otras entidades multinacionales, sean sectoriales o territoriales, numerosos gobiernos nacionales y locales crearon estructuras para su ejecución, gremios empresariales se sumaron a las iniciativas de los ODS, muchas universidades crearon unidades especializadas para orientar su acción en función del desarrollo sostenible, y organizaciones y redes de la sociedad civil se sumaron entusiastas.
Para el tema de las universidades se creó el ranking de impacto de la educación superior en función de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, que proporciona una clasificación general para las instituciones de educación superior que participan en el ODS 17, que son la red de apoyo a la Agenda.
En el caso de la Iglesia Católica que tomó parte en las discusiones y coloquios que precedieron a la Agenda 2030, la firmó, pero documentando su rechazo a ciertos puntos de los objetivos sobre la salud e igualdad de género (ODS 3 y 5 respectivamente). Así mismo declaró oficialmente sus advertencias ante la posible ideologización de esos objetivos,
El 25 de septiembre de 2015, el Pontífice fue invitado a intervenir en la Asamblea General de las Naciones Unidas con motivo del 70 aniversario de su fundación. Allí el Papa Francisco señaló que «la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre Mundial, que comienza hoy, es una importante señal de esperanza». Y presentó la carta encíclica “Alabado seas”, recordando que los pilares del desarrollo integral «tienen un fundamento común, que es el derecho a la vida», así como «a la existencia de la propia naturaleza humana»-
También luego de la firma se desplegaron todos los demonios y las hipocresías para obstruir su cumplimiento o mediatizarla o utilizarla para fines contrarios a la misma. Los extremismos y fundamentalistas ideológicos encontraron allí la fuente de todos los problemas de la humanidad, y los grandes contaminadores de la gente y de la naturaleza la oportunidad para disfrazar de verde su codicia. No está demás decir que en su propio seno la ONU cuenta con no pocos obstáculos, por los intereses que el desarrollo sostenible enfrenta.
Como dijo la Santa Sede: la Agenda 2030 ha de ser interpretada «de buena fe, según el sentido corriente de los términos en su contexto». Además, se deben tener en cuenta «el concepto de bien común» así como «los principios de solidaridad y subsidiariedad que se reflejan explícitamente en la Agenda 2030, en una variedad de formas».
En todo caso, la Iglesia Católica, además de su compromiso con la Agenda, incorporó la suya propia, con base al pensamiento social humanista cristiano, y creó los mecanismos audaces para su despliegue con la creación de un ministerio para esos asuntos, llamado Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, una iniciativa formidable que debería tener mayor compromiso al seno de la propia iglesia, y de todo el mundo, independientemente de su credo.