Juan Pablo II: Ineludible dimensión ética sobre el desarrollo

El domingo 27 de abril de 2015 fue declarado santo el entonces Papa Juan Pablo II, Karol Wojtyła, nacido en Wadowice (Polonia), el 18 de mayo de 1920, elegido Papa el 16 de octubre de 1978 y muere el 2 de abril de 2005.

Defensor
de la
justicia
social

 

Hace 14 años fallecía el Papa Juan Pablo II. Fue un religioso polaco, de nombre Karol Wojtyla, elegido papa de la Iglesia Católica en octubre de 1978 y recordado como un gran defensor de la justicia social. Nacido en Wadowice, Polonia el 18 de mayo de 1920 y fallecido el 2 de abril de 2005 en el Palacio Apostólico, Ciudad del Vaticano.
Para recordar al hoy Santo, sacamos de nuestros archivos las viejas clases de religión recibidas por Monseñor José Ángel Divassón y el Padre Jorge Faraón en el Colegio Salesianos de Valera en el año 1987, en dichas clases se analizaban la encíclica Sollicitudo rei socialis, con la cual Juan Pablo II quiso celebrar el vigésimo aniversario de la encíclica de su predecesor Pablo VI sobre el desarrollo de los pueblos. Publicada en ese año 1987 y que durante aquellas días de estudios era tema central de cada lunes por la mañana.
En esta fecha especial la taremos a colación con la finalidad de recordar, como los hizo Juan Pablo II, tan histórico documento para subrayar la necesidad de una concepción más rica del desarrollo y para indicar algunas formas de actuación. Según los análisis recibidos por Divassón y Faraón, en la encíclica se destacaban las aportaciones fundamentales de Populorum progressio, en la cual hace un análisis de la situación social propia del final de la década de los años ochenta, reflexiona detenidamente sobre el significado auténtico del desarrollo humano y sobre algunos problemas, para terminar con algunas orientaciones particulares.

 

La situación social

 

El punto de partida era la reflexión sobre la realidad social. Se había desvanecido el optimismo económico de aquellos años. Impera una impresión mucho más negativa, un desencanto profundo. El primer signo indicador de esa situación era la multitud ingente de hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, en una palabra, de personas humanas concretas e irrepetibles. Se había ensanchado el abismo entre los pueblos desarrollados y subdesarrollados, afirmaba el entonces Papa, y se comprometía seriamente la misma unidad del género humano. Otros indicadores sociales eran: el fenómeno del desempleo y subempleo, la interdependencia existente entre los países desarrollados y subdesarrollados que conlleva la debatida cuestión de la deuda internacional, el analfabetismo, la imposibilidad que existía de acceder a niveles superiores de instrucción, de participar en la construcción de la propia nación, la explotación y opresión de la persona y de sus derechos, las discriminaciones de todo tipo.
La realidad era que crecía la pobreza y que se estaba dando y generando muchas formas de pobreza.

Sentido auténtico del desarrollo

 

El centro de todo el documento lo constituye la reflexión sobre el auténtico sentido del desarrollo. Para Juan Pablo II, el desarrollo tenía una ineludible dimensión ética; no puede reducirse a un problema técnico. Afecta a la dignidad de las personas y de los pueblos. Una visión puramente economicista del desarrollo es parcial y no atiende a la totalidad del ser humano. Abarca a todo el hombre y está al servicio de la personalidad. Es el proceso de valorización humana de las personas y de las sociedades que orienta a la maduración integral. El parámetro que mide su significado es la naturaleza específica del hombre, imagen y semejanza de Dios.

 

El camino de la solidaridad

 

El camino que indicaba para seguir era el camino de la conversión. Aludía, principalmente, a la conciencia creciente de la interdependencia entre los hombres y las naciones. Y proponía como exigencia moral, el valor de la solidaridad, determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, por el bien de todos y de cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables. Realmente, el mensaje principal de ese documento es la llamada a la solidaridad, que para entonces Juan Pablo II como máximo jerarca de la Iglesia Católica dirige por igual a los creyentes y a los que no lo son.

 

 

Falta de
conciencia
social

En conclusión, Sollicitudo rei socialis representaba una denuncia muy fuerte a la falta de conciencia social que existe entre tantos católicos. Y se trata de una denuncia que es asimismo compromiso por una sociedad más justa y más humana, por un desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres.

Para Juan Pablo II, no se podía llegar a una comprensión profunda de la realidad en que vivimos, si no se llega a la raíz de los males, que es el pecado de los hombres. La encíclica formula una denuncia enérgica contra el escándalo de los contrastes entre el hiperdesarrollo y subdesarrollo.

 

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