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José Gregorio y Don Benigno Hernández, la política “astrológica”  y el general “Maíz Pelao” | Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

por Oswaldo Manrique
05/10/2025
Reading Time: 18 mins read
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<<Tenía que ser de Trujillo, tierra de contrastes, para que este varón Santo que prestigia su región nativa como prestigia a toda Venezuela, fuera en sí mismo hombre de paradojas>> 

(Dr. Rafael Caldera, ex Presidente de Venezuela).

 

 

Cuando llegaron los andinos al poder en Caracas, en 1899, comandados por Cipriano Castro, buena parte del “caraqueñismo”, se expresaba de manera non sancta de ellos. Años antes, en ese mismo sentido el general Guzmán Blanco,  había escrito ¡Cuidado con los andinos!  Esto nos lo explica el destacado militar trujillano, que participó en distintas campañas, Perfecto Crespo, en sus memorias asentó: <<Había que conocer lo que significaba para casi todo el resto de la República, excepto en Los Andes, ser lo que ellos llamaban «andino. Andino era un sujeto, para los demás hombres de la República, casi desligado de todo sentimiento humanitario y capaz de todo lo malo>> (Crespo, 173), Así, con ese prejuicio, se les identificaba.

La causa del triunfo de los andinos, entre otras, fue la política autoritaria del Presidente Guzmán, arremetiendo contra una de las instituciones más apreciadas y sagradas para los andinos: su Iglesia Católica, Apostólica y Romana. A manera de ejemplos, el decreto por el cual desde el gobierno se designó al Arzobispo de Caracas, o la persecución de la curia, y el más demoledor: el que declaró la extinción de los Conventos, Monasterios y Colegios religiosos existentes, así como, nacionalizar sus patrimonios económicos. José Gregorio, por andino, formación democrática y por creyente, no pudo apoyar este tipo de política liberal.

Cuenta el escritor y humorista Eduardo Carreño, que en una oportunidad, Emilia Calcaño, mujer religiosa, presidenta del gran “Apostolado de la Oración en Caracas”, hija mayor de don Eduardo Calcaño, de las más castizas familias de la Capital de la República, hablaba mal de los andinos. Alguien le llamó la atención sobre el asunto:

– ¿Cómo es posible que usted se exprese tan mal de esos señores, cuando su médico y el mejor de sus amigos es oriundo de los Andes?

– ¿Quién?

– El doctor José Gregorio Hernández.

– Hace muchísimo tiempo que el doctor Hernández se dejó de eso (Carreño, 134).

A pesar de lo anecdótico y jocoso, la respuesta de esta mujer de la Iglesia, amiga del doctor trujillano, deja entrever que éste, tuvo años antes, inquietudes y manifestó su opinión  sobre el proceso político que se desarrollaba en Venezuela, impulsado y dirigido por los andinos.

Su coincidencia, con el Pdte. Cipriano Castro, en contra del bloqueo naval de nuestras costas, su política de no pago de la deuda externa, y el mismo acatamiento del Dr. Hernández, al llamado de alistamiento militar hecho por  Castro en 1903, indica una posición antimperialista y patriota, pero igualmente, política. Seguramente, no estuvo de acuerdo con el golpe y derrocamiento de Castro, tampoco, con la llegada de los barcos norteamericanos para proteger a los golpistas e impedir el regreso del derrocado Pdte., lo que significó para el país <<el ingreso a la Zona del Dólar>> (Cardozo, 305), a las garras del nuevo imperio.

Su vocación, su capacidad y talento por la política, no iba a extinguirse por ninguna razón,  en un hombre de gruesa formación filosófica idealista y de patrones éticos inconmensurables. Tenía la convicción de que podía mejorar las cosas en la República del liberalismo amarillo, restaurador y luego, rehabilitador, o impulsar transformaciones y cambios. Siendo hijo de un hombre como Benigno Hernández, quien fue Concejal en el Distrito Betijoque, con posiciones políticas flexibles por las circunstancias de aquel tiempo de caudillos y su vorágine violenta, lo único en lo que podía mermar,  era en su disposición para la acción y la operatividad políticas, es decir, para la toma armada del poder político.

Aquella Venezuela de la segunda mitad del siglo XIX, se nos presenta con algunas volteretas multicolores, la historia de los hombres, guiada básicamente por los caudillos locales y nacionales. Coinciden varios historiadores con el criterio de Ramón J. Velásquez, acerca de la exitosa alianza entre el “caraqueñismo” liberal guzmancista y, los oligarcas conservadores “Ponchos”  andinos, lo que resumió así: <<En los Andes, durante muchos años, el liberalismo amarillo aseguró el control político militar de la región mediante el acuerdo que celebró con el general Juan Bautista Araujo, propietario feudal y jefe del conservatismo andino>> (Velásquez, Ramón J. La caída del liberalismo amarillo. P. XII); una alianza basada en la ambición de sectores dirigentes del liberalismo depredador de arcas públicas, y la insaciable ambición de caudillos de los “Ponchos” feudales andinos; considerándola exitosa porque mantuvo dominio y forzada tranquilidad política y militar en la región de la Cordillera, entre 1870-1887.

 

 

*

 

 

Su cauta y madura sensibilidad política, en el incendiario bastión liberal betijoqueño. El caudillismo local

 

 

El positivismo marcó las últimas décadas del siglo XIX, aspiraba desplazar el idealismo tradicional. En la Cordillera, algunas individualidades defendían esta Doctrina, pero el caudillismo local lo sabía interpretar a su manera.

Andando el tiempo, uno de aquellos hombres, desplazado, con su novia y su hermana, por los telúricos vaivenes sociales y militares del federalismo, de nombre Benigno María Hernández Manzaneda, templado y apacible, supo establecerse como laborante, como buen padre de familia, nos sorprenderá al imprimir una huella elevada e imperecedera en un pequeño pueblo andino: Isnotú, y aunque suene paradójico, tuvo como ejercicio ciudadano, ligeros acercamientos con la política caudillista local.

Benigno no sólo es un hombre de negocios, con bienes y próspero cafetalero, sino que será importante ciudadano con influencia en los altibajos de la política, en aquel interesante y  complejo período histórico trujillano.  En el descubrimiento de un Benigno participante en la política local, lo encontramos: estableciendo a su llegada a Boconó, una sólida amistad con un personaje si se quiere agradable y anecdótico, quien en 1865, planteada una guerra entre los merideños y los trujillanos incitada por sus propios gobernantes, se aplicó la fórmula pragmática del Presidente de la República, Juan Crisóstomo Falcón, de suspender al electo Presidente del Estado Trujillo, y elevar a dicho cargo al Vicepresidente: general Inocencio Carvallo, de los primeros amigos de don Benigno, un <<liberal tan moderado que a veces parece un conservador>> (Cardozo, 141). Como respuesta, los liberales trujillanos fundamentalistas, quitaron el apoyo al gobierno. Carvallo es un dirigente conciliador, quien manejando su muñeca política equilibradamente, fue ganando el apoyo de los “godos” conservadores, y a fines de este año, dirige un gobierno amplio de liberales y conservadores. Por supuesto, este estilo de gobierno, no cayó bien en el seno del liberalismo radical, pero sí, a sus muchos amigos.

 

 

El general Inocencio, cuando volteó en plena marcha a ver su lustrosa oficialidad y tropa, se enteró que lo habían abandonado

 

 

De carácter tolerante, don Benigno fue siempre un hombre cauto, buen escucha, reservado, se cuidaba de la intriga política, y fue buen amigo, veía con simpatía la gestión del general Inocencio Carvallo al frente del gobierno regional, en el que estuvo desde 1865, a pesar que en el año 1870, en su campaña militar hacia Guanare, para proteger a Trujillo de rebeliones de Estados vecinos, don Inocencio vivió una traumática y desmoralizante contingencia: lo abandonaron sus oficiales y la tropa, inclusive, llevándose las bestias y las armas, hecho que fue preocupante; además, fue una oportunidad para que los “Ponchos” encabezados por José Emigdio y Víctor de Jesús González, que estaban en su oficialidad, se pasaran a las filas liberales, por su propia cuenta y negociación.

Lo grave y paradójico de este hecho lo refirió el general W. Briceño Méndez, jefe del estado mayor de las fuerzas de la Cordillera: <<la mayor parte de la fuerza sino toda, con que salió el general Carballo de este Estado hacia Guanare abandonó a dicho jefe…Se sabe que también de una manera positiva que casi todos los jefes y oficiales de alguna importancia que acompañaban al mismo Carballo, lo han abandonado… dirigiéndose algunos hacia territorio Zamora desde el cual es probable se introduzcan en el Estado para continuar desde las fronteras inquietando las poblaciones limítrofes del de Trujillo>> (Colménter, 70). Este hecho, llenó de angustia y desvelo a los trujillanos, y hasta lo comentó con su otro cercano y buen amigo, el coronel Francisco Jelambi.

Sin embargo, cuando le tocó regresar a Trujillo, y se enteraron los parroquianos de lo que le ocurrió al corrido general Carvallo, se desparraman los comentarios de calles, esquinas y plazas, sobre “el regreso del guerrero”, entre ellos uno de la jocosidad andina, con el saludo:

– ¿Supo, que  a don Inocencio, casi lo dejan montando en pelo? Soltó la risa el que saludaba.

– ¡Sí, sin silla y sin armamento! Le agregó el otro, carcajeándose. Fue parte de la picaresca trujillana, por mucho tiempo.

Al año siguiente, 1871, su amigo Inocencio, después de vivir aquel desagradable desliz militar, se mantuvo en el gobierno, convirtiéndose junto con el Dr. Rafael González Pacheco en los jefes del liberalismo de Trujillo, y emprenden campaña y son derrotados por los “godos” en Barquisimeto. Así, Don Inocencio, desmejoró su fama de militar, por lo que el Presidente Guzmán Blanco, inmediatamente le quitó el mando militar y ordenó al zuliano general Venancio Pulgar ir personalmente a dirigir las operaciones militares, para combatir a los restos de la oligarquía en Trujillo. El “León de la Cordillera”, derrotado, ni corto ni perezoso, se fue a Colombia.

Luego Carvallo, se apartó del vic vac pero no de la política, y varios años después, volvió al gobierno en 1877, lo que estimuló la tranquilidad y la paz en los pueblos trujillanos.

Aprovechando, ese tiempo de calma, Benigno Hernández  cuando le toca realizar diligencias en Betijoque o va a ver sus tierras de Cheregüé o a los cafetales, se permitía entrar a “La Veguita” o “La Mercedita”, a saludar y conversar con el patriarca de los Gabaldón, también hacendado cafetalero el general Joaquín, y a su esposa Amelia; en ese tiempo “Ño Foaquín” era la voz de la conciencia del liberalismo en ese Departamento.

Realmente el padre del futuro médico José Gregorio Hernández, para estos años no tiene inclinación por el activismo político ni por hacer carrera dentro de ello, lo de él, era producir y avanzar la economía de su familia y su localidad, pero, como cualquiera de sus paisanos, se interesa del acontecer gubernativo y hasta se involucra en actividades como la promoción y apoyo a la  candidatura de su estimado  amigo, el  general Inocencio Carvallo, quien desde los primeros años de su establecimiento en Isnotú, gobernaba el Estado, paciente y equilibradamente; el historiador Arturo Cardozo, lo calificó como <<bondadoso ciudadano a quien las asperezas del medio impusieron un papel de poco lucimiento>> (Cardozo, 187).  En 1877, don Benigno Hernández, dio apoyo público, por la prensa, al general Inocencio “decano del Partido Liberal” como candidato a gobernador  (El Trujillano. Edición del 25-02-1878), con el que consolidó sólida amistad, desde Boconó, al punto que dos hijos de éste, se casaron con dos hijas de aquel.

No obstante, se sustrajo a estas inquietudes políticas, a raíz de la muerte de Carvallo, en diciembre de 1878. Los betijoqueños se sumaron al movimiento “Reivindicador”, que propugnaba el regreso del general Antonio Guzmán Blanco a la Presidencia de la República, y fueron mucho más allá. En una demostración de la praxis de “las dos paradas”, los “godos” del Concejo Departamental de Betijoque, encabezados por su presidente Francisco Labastida, al solo enterarse que el “Ilustre Americano” entró a Caracas, se reunió el 1° de marzo de 1879, y aprobaron un “flamante acuerdo”, mediante el cual piden al Congreso <<que inmediatamente sean repuestas las estatuas pedestres y ecuestres del Ilustre Americano…con cuyo acto se habrá complementado la Magna y Santa Revolución Reivindicadora>> (Cardozo, 189). Consideraba dicho Cuerpo, que el derribamiento que hizo el pueblo, de las estatuas de Guzmán, fue el “acto más vil” aprobado por la Constituyente Nacional. El ridículo de estos ediles, por la estruendosa “Dragoneada”, fue la comidilla de los “mamadores de gallo”, de la plaza de Betijoque.

En 1879, fue electo Juan Bautista Araujo, como Presidente del Antiguo Estado Soberano Trujillo, lo que fue motivo de alto rechazo, y encendió las pasiones políticas. Se ejecutaban los acuerdos de “Guayabita”, del 21-01-1880, entre Guzmán y los caudillos regionales (entre estos “Ño Fuan” Araujo), para resumir el modelo de Gobierno Federal, creando 7 grandes Estados, que incluía el Estado de la Cordillera, que subordinaba a Trujillo, en la nueva organización de la República. El 8 de octubre de ese año, se produjeron fuertes enfrentamientos entre los militantes de los partidos políticos de uno y otro bando, los seguidores del pacto de liberales y conservadores, y los que se oponían a eso y a la fusión de los Estados y a la hegemonía de los godos.

Luego se le verá a Don Benigno, en el movimiento de la postulación de Bustillos, el Dr. de Boconó y de Miguel Antonio La Riva, dirigente del liberalismo radical betijoqueño, con quien el hijo de don Benigno, José Gregorio Hernández, en su época de estudiante, establecerá amistad y solidaridad paisana en la denominada Colonia Trujillana en Caracas, quien escribió de este:  pone <<en alto por la excelencia de su conducta, de su aprovechamiento y de sus méritos, el nombre de Trujillo en los bancos universitarios>> (El Trujillano. 23 abril 1881), La Riva era oriundo de Barinas, al igual que la mamá del Venerable.

En 1881, la política en la Cordillera estuvo muy movida, en mayo, en la ciudad de Timotes, la Asamblea Constituyente designó al general Juan Bautista Araujo, Presidente del Gran Estado, los godos nuevamente son los amos de la Cordillera. Esto causó una gran conmoción política en los pueblos trujillanos. Obviamente, la “Lagartijera” Betijoqueña, se dividió.

Se conforma en Betijoque el “Gran Partido de la Mayoría Reformista Betijoqueña”, cuyas cabezas visibles fueron el viejo general Joaquín Gabaldón “Ño Foaquin”, Miguel Antonio La Riva, de los migrantes de Barinas; Alfonso Duplat,  Alejandro Hernández, Fernando Chuecos, Félix Berroterán, Urbano Simancas, Pompeyo Iragorry, Cristian Timmer,  Antonio Carvallo  y  Pablo A. Salas entre otros; con esa rutilante denominación, el 6 de octubre de 1881, este Partido postuló al Dr. Diego Bustillos como diputado (El Trujillano. N° 239. 24 septiembre 1881), bajo el compromiso de apoyar la Reforma Constitucional propuesta por el general Guzmán Blanco. En la elección ganan con Bustillo, y se cuela su compañero Miguel Antonio La Riva, como suplente, quien realiza una labor de organización y solidaridad de los trujillanos en Caracas.

 

 

Don Benigno resteado con el general “Maíz Pelao”

 

 

Como en cualquiera de los negocios de las calles más populares, de cualquier rincón del Antiguo Estado Soberano, fue casi obligatorio, comentar el primer decreto de gobierno del Presidente forastero. Un día de 1880, en la tienda “La Gran Parada”, en la población de Isnotú, Doña María Luisa Hernández Manzaneda, tía de José Gregorio y hermana de don Benigno Hernández,  estaba en el mostrador, extendiendo un rollo de tela del negocio, mientras Doña Chana, su vecina y clienta, pariente de Juana Rosa Viloria, la vecina del frente, entra y se acerca con una pícara sonrisa y la saluda:

– ¡Buenas tardes, Doña Luisa! ¿Qué tanto cuesta ese retazo amarillo que está alisando? La hermana de don Benigno Hernández, el propietario, le responde:

– Buenas tardes, Misia Chana, ¿qué tanto quiere, será que va hacer una bandera para celebrar al nuevo gobernador? Misia Chana levanta la mirada, soltando una carcajada.

– ¡Ay, Doña Luisa! ¿Celebrar dice? Lo que voy a hacer es un taparrabos para la vergüenza ajena, ¡porque lo del nuevo gobernador ya es para echarse a llorar de la risa! La tía de José Gregorio, intrigada, le dice:

– ¿A qué se refiere, mi querida Chana? ¿Acaso ya hizo de las suyas el tal General Pérez? Me contaron que venía con aires de grandeza, a poner orden en este nido de godos y lagartijas. La clienta le responde:

– ¡Orden dice! El único orden que ha puesto es el de prohibir que comamos lo que hemos comido toda la vida, ¡y viene este forastero a decir que no le gusta lo que comemos! Hasta el guarapo lo va a prohibir.

– Espere tantico Chana, que ya la atiendo y está bueno el cuento.

Para el año 1880, desatadas las pasiones y la violencia política, como remedio a la crisis, el Presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco, designó al general larense Juan Tomás Pérez Fernández, como “apaga fuegos” y Presidente provisional del estado Trujillo. Enviaron a un gobernante “foráneo”, para apagar la candela local, el general Pérez, político, militar y periodista.  Fue el fundador del Semanario oficial “El Cóndor de Terepaima”, <<primer periódico que tuvo Cabudare y circuló entre 1865 y 1868, cuando esta ciudad fue capital del estado Barquisimeto>> (Aris, Yolanda. Periódicos Cabudareños. Mayeutica. 2020), un informativo sobre las obras del gobierno federal.  Juan Tomás, es hermano del jurista Vincencio Pérez Fernández, padre del general Vincencio Pérez Soto, personaje de guerra en la historia trujillana.

 

 

Un decreto de Gobierno con sabor desagradable

 

 

La gestión de Pérez, logró que las vanidades engreídas fueran neutralizadas; sin embargo, hubo un incidente que empañó su gestión: en el sitio donde se había alojado, le sirvieron en la comida, por pan las tradicionales arepas de maíz pelado,  que no le gustaron, y expidió enseguida un <<tristemente ridículo decreto prohibiendo “en todo el territorio de su mando se comiera arepas de maíz pelado”. Ningún caso se hizo a tal decreto, ni a las amenazas>> (Gabaldón, 45-46); pero existen otras dos refrescantes versiones sobre el mismo hecho.

Una, que según el historiador Arturo Cardozo, el Gral. Pérez, solo dejó como recuerdo este pasaje anecdótico y dietético (Cardozo, 194). Y, la otra, que escribió el periodista y humorista  Manuel Isidro Molina,  <<El caso de las arepas es que enviado Don Juan Tomás Pérez, larense, a gobernar a Trujillo, para imponer orden en la provincia superando el problema lugareño de godos y liberales, el presidente forastero salió derrotado por Ño Petronila, la mejor arepera trujillana de entonces. No habiendo casa presidencial en aquellos lejanos tiempos, el nuevo magistrado tuvo que hospedarse en la posada de Petronila. Parece que el maíz de las arepas, estaba más apichado de lo conveniente para los delicados olfato y paladar del gobernante, pues éste se indispuso y se enfureció a tal extremo, que su primer decreto fue prohibir en toda la provincia hacer y comer arepas de maíz pelado. El ridículo decreto produjo tal hilaridad entre los trujillanos, que resolvieron, como única respuesta, bautizar al nuevo Presidente «General Maíz Pelado». El larense no aguanto la mamaderita de gallo y optó por marcharse de Trujillo>> (Molina, Manuel Isidro. Humorismo Trujillano. 67-68. 2005).  En realidad, no fue que no aguantó el punzante humorismo trujillano, sino que Juan Tomás Pérez o “General Maíz Pelado”, apreciado en su Estado natal, como político, militar y escritor, fue electo por votación gobernador de la Sección larense, en donde ocupó varias veces dicha magistratura.

 

 

*

 

 

Como persona de alta sensibilidad ciudadana, Benigno Hernández no podía mantenerse en la cómoda posición de observador, y dejar de reconocer la labor pacificadora del foráneo gobernante, y junto con los dirigentes Simón E. Crespo (padre del general liberal Perfecto Crespo), el presbítero y párroco Francisco de Paula Moreno, Francisco Antonio Salas, Marcos Negrón,  Antonio  Chuecos, Toribio Méndez, Ciriaco Mateos y Manuel Argüello entre otros, con firmeza suscribe y publican el 15 de octubre de 1880, dirigido al gobernador general Juan Tomás Pérez, el manifiesto de agradecimiento de los pobladores del Distrito Betijoque, por su loable gestión de gobierno (El Trujillano. N° 193. 8 noviembre 1880).  

Luego de los votos de agradecimiento que don Benigno y sus compañeros, le dieron al general Pérez, con aquella afabilidad, tuvo la visita y conversa de sus amigos, y soltando risotadas lo abordarían:

– ¡Jajajaja! Don Benigno, y que ¡Apichadas! ¿Y qué pasará ahora con semejante decreto? Ya casi nos morimos de hambre sin nuestras arepas. Don Benigno moviendo la cabeza de lado a lado, les dice:

– ¡Ni caso le hicimos, amigo mío! ¡Ni caso! Los trujillanos, en lugar de obedecer, se doblaron de la risa. Y en vez de llamarlo General Pérez, le pusieron el apodo que se ganó a pulso y diente: ¡General Maíz Pelado! El amigo secándose una lágrima de la risa, reflexiona:

– ¡General Maíz Pelado! ¡Qué invento el de nuestra gente! ¡Ese sí es un título ganado con honores Don Benigno.

– Así es. El visitante le remata:

– ¡Jajajaja! ¡Así que el gran Pérez, el que vino a neutralizar vanidades y a poner orden, fue neutralizado por unas arepas y derrotado por Ño Petronila! ¡Lo único que nos dejó fue este chismecito sabroso y dietético!  Don Benigno replicó:

–  Aquí, en Trujillo, solo será recordado por su ridículo decreto y por el apodo de «General Maíz Pelado». ¡La historia, amigo mío, tiene un sentido del humor muy particular!

A pesar de la seriedad e incomodidad del decreto y el prestigio del gobernante, mucha seria la chanza, las bromas, los mensajes irónicos y las espléndidas carcajadas en todos los pueblos trujillanos, que produjo ese desatino. En la Colonia Trujillana en Caracas, en la que José Gregorio participaba, seguramente, el clima de jocosidad fue parecido, teniendo como motivo este singular, local y humorístico pasaje de la política trujillana. Era sólo el espejo del tiempo de caudillos en toda Venezuela.

 

 

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En 1884, Betijoque continuaba siendo el hervidero de las distintas falanges de la “Lagartijera” liberal, lo que se acentuó cuando el general Venancio Pulgar, el empedernido agitador y levantisco, andaba en planes insurreccionales. La casa de su hermano Rafael, quien estaba residenciado en su hacienda en “El Horcón”, la convirtieron en foco de ese movimiento, y fue perseguido, tras el intento del levantamiento en todos los pueblos y caseríos del Departamento Betijoque. La fuerza de los seguidores del general Pulgar en dicho Departamento, era preocupante.

Se desarrollaba un plan revolucionario desde el estado Zulia, que tuvo conexión con gente de La Ceiba y Betijoque. El amigo de don Benigno, el viejo “Ño Foaquín” Gabaldón, comisionado militar de los liberales del Distrito Betijoque, escribió al Presidente del Gran Estado Los Andes, Gral. Rosendo Medina, <<necesitamos tomar medidas preventivas, tenemos gente pero carecemos de órdenes y elementos, conveniente armar cincuenta hombres para cualquier expedición>> (Colménter, 73), el enfoque del hombre de guerra.

El asunto fue tan inquietante que los funcionarios del gobierno, buscaron y consultaron hasta los medios más extraños, esotéricos, supersticiones, extrasensoriales y adivinatorios para presagiar los movimientos de los alzados, y hacer seguimiento y capturar al general marabino, el paladín de la división de las causas políticas, el que podía dividir en política, hasta lo indivisible y sacarle provecho;  de igual forma, advertir sobre el momento del explosivo levantamiento militar, entre ello, consultaron la astrología. En un curioso telegrama entre militares, se pudo leer <<Señores generales C. Ruiz y Arria, por observaciones que han hecho astrónomos se anuncia día fatal 22 o 23 del corriente, esto será general por aparición de un astro que ha estado invisible. Sinforoso Nuñez>> (Colménter, 74). Se convertía así, la disciplina y uso de los astros, como fuerte competidora de los textos, ideas y método, en materia política.

Parece que, en la política venezolana de antaño, cuando las cosas se ponían realmente peliagudas, ni el frío análisis de las realidades y coyunturas, ni las enseñanzas de Platón, ni Aristóteles, ni el mismísimo Maquiavelo servían para trazar objetivos ni descifrar el futuro. ¡No servían! ante la inminente rebelión y la escurridiza figura del general divisor marabino. Los funcionarios gubernamentales recurrieron a las fuentes menos habituales, para determinar opciones, dilemas y disyuntivas. Desde lo esotérico hasta lo extrasensorial, pasando por las más variopintas supersticiones, todo valía para anticipar los movimientos de los «alzados» de Pulgar. La cosa llegó a tal punto que la astrología se convirtió en una herramienta clave, como lo demuestra el jocoso telegrama oficial y militar que advertía a los generales Ruiz y Arria sobre un «día fatal» debido a la aparición de un astro invisible. Así, que mientras en otros lares se debatían complejos tratados filosóficos sobre la política, en Venezuela se practicaba a golpe de horóscopo, con los astros compitiendo seriamente con las ideas de los grandes pensadores clásicos. Sin duda, una forma muy «brillante y estelar» de abordar la inestabilidad política.

El 21 de julio, como buena sorpresa, entró el Presidente Medina con su nutrida y bien armada  “fuerza de observación” y sin telescopio, al estado Trujillo, persiguiendo a los Pulgaristas, capturando en Carache al general Pedro Paredes, lo que trajo tranquilidad, para seguir trabajando en los campos.

En 1885,  muere su amigo, el patriarca Joaquín Gabaldón, <<al regreso de campaña en que comandaba fuerzas militares>> (Fonseca, 95);  político crítico, influido por las ideas de progreso y paz, fue padre al menos de 12 hijos, agricultores, comerciantes, médicos, monjas y militares, entre ellos, el general José Rafael Gabaldón, quien comandó uno de los levantamientos contra la dictadura gomecista, y abuelo de Argimiro Gabaldón el comandante guerrillero “Carache”, de la década de los 60 del siglo XX. Fue aquel anciano militar, uno de los que  podía influenciar con sus ideas democratizadoras y ciudadanas al cauteloso Benigno Hernández. Después, fue creado en Betijoque, un amplio, mezclado y colorido movimiento que agrupaba al  “Liberalismo Araujista-Baptistero”, encabezado por Pablo A. Salas, Dr. Juan Pedro Chuecos, el godo Francisco Ignacio Labastida, con ellos, el polaco Constantino Cleopatosqui, quien al parecer flameaba ideas socialistas, en apoyo al Septenio y Quinquenio guzmancista, pero en lo local, era un apoyo manipulado e irrestricto para los “godos” generales Juan Bautista Araujo y José Manuel Baptista, que habían pactado con el general Guzmán Blanco y retomaron el poder en la región.  En este movimiento no participó Don Benigno.

 

 

*

 

 

Como profundo creyente católico y como hombre de gran sensibilidad religiosa, la política guzmancista, no pudo ser de su agrado, por su frontal arremetida y decretos presidenciales extinguitorios de las instituciones tradicionales católicas; tampoco compartió el derrocamiento de Castro. Lo que es indudable, es la cercanía de José  Gregorio y posiblemente  la coincidencia con las ideas y posiciones políticas de Don Benigno,  su padre, quien llegó a ser influyente figura política en Betijoque.  Siendo joven, nuestro médico, maestro y científico, había expresado su aspiración a estudiar la carrera de abogacía, la disciplina más cercana a la ciencia política. Uno no sabe, pero quizás, Venezuela y el mundo pudieron haber contado con un extraordinario líder y jefe de estado.

 

 

 

 

 

 

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