Después de muchos años de oraciones y de esperanzas, la Santa Sede, el Papa Francisco, han escuchado las plegarias de millones de venezolanos y han elevado a los altares a esa figura tan querida por los venezolanos, el doctor José Gregorio Hernández, el médico de los pobres, de los más humildes.
La noticia es una luz que nos llega en medio de la oscuridad. En momentos de gran sufrimiento por la crisis de la pandemia y por la prolongada crisis política, económica y social que sufre nuestro país, nos llega este bálsamo divino, este soplo de alegría y este mensaje de esperanza.
José Gregorio Hernández es un referente para todos los venezolanos. En un país acostumbrado a rendir culto a nuestros héroes militares, comenzando por Simón Bolívar, el más grande de todos nuestros héroes, se levanta la figura de un ciudadano ejemplar, de un humilde compatriota, nacido en un pueblo encantador de Los Andes trujillanos, en Isnotú, que creció para ser un eminente médico, un sabio, un profesor amadísimo por sus alumnos, pero, sobre todo, un santo, un cristiano ejemplar, un católico que cultivó durante toda su vida las mejores virtudes de una manera heroica y ejemplar.
Por fin José Gregorio llega a los altares. La Iglesia, con su inmensa sabiduría y acostumbrada a operar “sub specie aeternitatis” reconoce el carácter ejemplar de la figura del doctor José Gregorio Hernández.
Hoy Venezuela se llena de júbilo. Después de 72 años de iniciado el proceso de beatificación del doctor José Gregorio Hernández, laico, científico y médico de los pobres, el delegado del Papa Francisco, Nuncio Apostólico, Aldo Giordano, nos anuncia que nuestro amado trujillano de Isnotú es beato, es decir, que está ante la presencia de la Santísima Trinidad y, por tanto, es un bienaventurado de Dios. Desde allí José Gregorio intercederá por la paz, el entendimiento, la unidad y el progreso de los venezolanos.
“Ven, bendito de mi Padre dice el Señor (Mt 25, 34.36.40) porque estuve enfermo y me visitaste. Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”.
José Gregorio pasó por el mundo haciendo el bien a todos, pero particularmente a los más insignificantes, a los más pobres, a los más humildes.
Hoy Venezuela celebra este acontecimiento. No sólo los católicos o los cristianos, todos los venezolanos celebramos la elevación de nuestro compatriota de Isnotú a los altares. Un héroe civil, un gran científico, un gran ciudadano y un gran santo.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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