Fue conocido por su bondad, rectitud y fervorosa dedicación a aliviar el sufrimiento humano. Su madre, una mujer muy devota falleció cuando él tan solo tenía ocho años, pero dejó impregnada en la personalidad del infante una fuerte religiosidad. Con motivo de su natalicio, 154, Diario de Los Andes, mostrará por entrega, algunos de los aspectos más significativos de la vida de este bondadoso sabio y venerable hombre de la ciencia
Elvins Humberto González
Elvins2020@hotmail.com
Serie Especial, “JGH Bondadoso y Sabio” (I)
A José Gregorio Hernández los venezolanos lo veneran por sus virtudes como médico, por el ejercicio de su labor hecha con dedicación y solidaridad con los pobres y con su vocación religiosa que acompañó su ejercicio de la Medicina. Se le recuerda en su día de natalicio.
Fue conocido por su bondad, rectitud y fervorosa dedicación a aliviar el sufrimiento humano. Hijo de Benigno Hernández Manzaneda y de Josefa Antonia Cisneros Mancilla, realizó los estudios de primaria en Trujillo hasta los 13 años de edad cuando se mudó a Caracas. Fue un estudiante sobresaliente y se graduó de bachiller en filosofía en 1884. Ingresa en la Universidad Central, donde obtiene el título de Médico el 28 de junio de 1888 quien naciera el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, estado Trujillo. Nacía quien en poco tiempo se haría sentir como una persona llena de sensibilidad, atento a las exigencias de los más necesitados.
De niño, huérfano de madre, en las tardes, se le veía sentado en las llamadas piedras grandes, en las afueras de Isnotú, recordándola como una mujer caritativa, religiosa.
Su madre, una mujer muy devota falleció cuando él tan solo tenía ocho años pero dejó impregnada en la personalidad del infante una fuerte religiosidad.
“Mi madre, que me amaba, desde la cuna, me enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa caridad”, escribió en su diario personal.
A José Gregorio se le vincula en la descendencia familiar con el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, por parte de sus madre, mientras que por su progenitor con Francisco Luis Febres Cordero Muñoz.
Como se ha dicho en las distintas biografías sobre “El Venerable “, fue el Pedro Celestino Sánchez, maestro de gran aprecio en su familia quien viera en el pequeño muchacho las cualidades que tenía para la ciencia. Por esa razón orientó a su progenitor para que lo enviara a estudiar a Caracas, historia esta que se inicia con aquel largo viaje en febrero de 1878. Con solo 13 años, JGH se embarcó en un vapor, vía Maracaibo-Curazao-La Guaira. Ya en Caracas se instala de la mano del ilustre, Guillermo Tell Villegas en el colegio Villegas, donde obtiene su título de bachiller en filosofía en 1834.
Ya listo para entrar a la universidad, 17 años, se había inclinado por las leyes, pero su padre a sabiendas de su profunda sensibilidad humana y el fervor que desde niño tenía por ayudar a los demás le asoma la idea que estudiara medicina. No defrauda a quienes había creído en su potencial y el 29 de junio de 1888 logra graduarse de médico, todo gracias a sus inconmensurables conocimientos del cual ya era dueño.
Grandes dotes y virtudes
Dudamos, de repente estemos equivocados, que en nuestra historia exista otro personaje en el ambiente de la medicina en Venezuela del que se haya reseñando tanto como ha sucedido con el Dr. José Gregorio Hernández. La elevación de sus grandes dotes y virtudes y que le ha acompañado una especie de aureola ligada a la santidad, la cual ha sido creada alrededor de su existencia, enmarcado en un efusivo fervor popular, pero que en muchos casos ha sido grotesco cuando ha querido desdibujar su señorial figura, su vida y obra, para invernarse unos mitos que poco contraste con la realidad o cercana a ella. JHG fue un médico con una imagen de reconocida santidad.
“El que José Gregorio Hernández haya sido un hombre excepcional no lo excluye de defectos y por tanto de críticas, solo Jesucristo estuvo libre de debilidades y flaquezas; el entusiasmo de sus apologistas transformados en hagiógrafos en lo que respecta a su espiritualidad, los han llevado al punto de deificar su vida, ignorando su condición humana y olvidando la responsabilidad de quienes escriben la historia; de ahí que su figura se nos presente asfixiada por montañas de escritos, falsas anécdotas y huecas historietas, que habrá que arrojar lejos para obtener la verdadera imagen de su persona, y una estimación cabal de su obra y actuación especialmente como médico”, (Dr. Pedro Emilio Carrillo, 1974)
Al Dr. Hernández, se le conoció como hombre de una alta cultura, que hizo de él una vida enciclopédica. Según sus biógrafos, fue un ser letrado, sabio, que supo cultivar una gran sapiencia, de firme disciplina; llegó a hablar inglés, alemán, francés, italiano, portugués, dominaba el latín, excelente músico y bailarín, pero igualmente en él se bordeó la filosofía y una profunda y exquisita poseía, aparte del gran conocimiento por la teología. De una sólida formación en cuanto a la ciencia, que fue labrado desde sus primeros años como universitario, pero hay quienes afirman que ya a la edad de siente años cuando queda sin el abrigo de su madre, aquel niño huérfano ya comenzaba edificar su mañana. El ver tantas necesidades, enfermos sin atención ni medicinas y a su pueblo en precarias condiciones, le sirvieron como la luz que alumbraría su camino. En ese luminoso camino ha de encontrarse con maestros de gigantesca talla como: Adolfo Ernst y Adolfo Frydensberg. Siguió en París cursos de Microscopia, Bacteriología, Histología Normal y Patológica y Fisiología Experimental, conocía a perfección los cimientos, sistemas y procedimientos de la investigación y había trabajado en los laboratorios de Charles Bichat, Mathías Duval e Isidor Strauss.
Son muy contadas las personas que puede contar en su perfil, el haber podido lograr un alto grado y disposición para emprender una amplia tarea científica como la del “Siervo de Dios.”
Entre su obra por supuesto está la ciencia, con la cual encontró un alto sillón y que le sirvió de piso sólido para erigirse entre los grandes maestros de la medicina, un maestro insigne que supo inspirar y a su vez se convirtió en símbolo para sus seguidores que como fieles discípulos elevaron a lo más alto su memoria para llevar sabiduría, decoro y honestidad a toda Venezuela.
Siempre se ha dicho y lo hemos escuchado desde que tenemos uso de razón, que ser maestro no es necesario ser sabio, el verdadero maestro es el que tiene una misión, un mensaje que transmitir y sabe hacerlo; la conjunción de sabio y de maestro constituye el modelo vivo del mentor que forja y modela juventudes; José Gregorio Hernández encarnó ampliamente esta imagen del maestro ilustre.
José Gregorio Hernández tuvo entre sus virtudes, dos grandes y excepcionales cualidades, la disciplina y la disposición que le eran naturales. Murió de forma trágica, el 29 de junio de 1919 en Caracas al ser arrollado por un automóvil.
“La obligación de cada cual, aceptada alegremente, y cumplida con fidelidad por el bien común, es la mejor manera de ser hijos verdaderos de esta entidad que Dios ha querido unirla a nuestra vida. La Patria”, dice una frase que se le atribuye al Dr. Hernández.
Cinco claves de amor y fe
Ciudadano ejemplar
El compromiso con su país y su gente fue manifiesto en su vida desde que eligió la medicina como profesión. Sin embargo, es su regreso de estudiar en París con una beca del Estado y de ser alumno de dos premios nobel de la época, lo que marca un hito en la historia venezolana.
Votos religiosos
Se sintió llamado por los votos religiosos. Se unió a la orden Cartujos en Italia con el nombre de Fray Marcello, pero la enfermedad le hizo regresar a Caracas. También quiso hacerse sacerdote en Roma. Su camino estaba en la medicina, en ayudar a los más necesitados.
Su legado
Monseñor Baltazar Porras manifestó en un oportunidad, que la mejor manera de mantener y defender el legado del Dr. Hernández, es a través de la oración: “La oración hace que uno saque fuerzas naturales, esa misma fuerza que tenía José Gregorio y que muchas veces sacaba de los más profundo de sus entrañas”.
La devoción
La devoción por JGH comienza antes de su muerte, y eso quedó demostrado cuando falleció, fueron tantas personas a sus exequias que tuvieron que habilitar el Paraninfo de la UCV que estaba cerrado. La gente no dejó que lo llevaran hasta el cementerio en carruaje sino en hombros.
Siervo de Dios
En 1949 la iglesia Católica distingue a JGH como Siervo de Dios y tras un incendio en el Cementerio General del Sur por la cantidad de velas y ofrendas que le llevaban, sus restos fueron trasladados a la Iglesia de La Candelaria. Allí José Gregorio recibe cientos de visitas diariamente.
Consultas y Referencias: Médicos Trujillanos, Pedro Emilio Carrillo, 1974. José Gregorio Hernández (1864-1919) Leopoldo Briceño-Iragorry. Miguel Yarbe, Hombre de Dios y Siervo de los enfermos. Caracas 2010. Ernesto Hernández Briceño, “Nuestro tío José Gregorio”, Caracas, 1958. José Gregorio Hernández, su faceta médica. (1864-1919) – SciELO. Santuario José Gregorio Hernández, Isnotú. Archivos y hemeroteca Diario de Los andes.
