José Gregorio Hernández: Valera, un pueblo que no fue de su agrado

JGH: Identidad y Pertenencia

Exploró varios pueblos de la geografía andina, y no logró establecerse. Pensó que Valera sería un buen lugar, pero no fue de su gusto y agrado.

El Dr. Hernández no logró ser profeta en su tierra, su lar le fue esquivo, dejando secuela en él, que lo marcó. Aquella Valera de 1988 no le gustó, no hubo empatía con ella

 

Esta segunda entrega del especial, JGH, Identidad y Pertenencia con motivo del Centenario de su Muerte (1864-1919), se enfoca en su paso y vivencia con el pueblo de Valera, una historia la cual al Venerable y próximo Santo de Insotú no le agradó y terminó frustrado al no poder instalarse en aquel poblado en 1888 y 1889. Esa historia reafirma que, el Dr. Hernández no logró ser profeta en su tierra, su lar le fue esquivo, dejando secuela en él, que lo marcó. Aquella Valera no le gustó, no hubo empatía. Aquí parte de la historia.

JGH recién graduado, regresaba a su pueblo para ser útil, pero pronto, se dio cuenta que las cosas no eran o no le estaban saliendo como las había pensado. Se sentía frustrado, para aliviar esa pena se encomendaba a Dios y la Virgen del Rosario a quienes les pedía que alumbren su camino.

A través de cartas, tenía comunicación con su amigo Santos Dominici sobre las experiencias en cada localidad que visitaba. El propósito de los recorridos del Dr. Hernández, era ver dónde podía establecer su centro de operaciones y ejercer firmemente su profesión de médico.

En sábado 22 de septiembre de 1888 deja escritas sus preocupaciones: “Las cosas no marchan como yo esperaba. La próxima semana iré a Valera a explorar el terreno; si lo encuentro propicio, me instalaré allí”.

 

Cartas testimoniales

 

Ya instalado en Valera, escribió el domingo 30 de septiembre:  «Estoy en el infierno. Cinco horas a caballo, descendiendo a una hondonada que es un horno. Tal vez algunos encuentren cierto atractivo a la meseta, con su fondo de montañas verdes y azules y tres ríos de buena corriente que la anillan, pero no está mi espíritu para paisajes. Todo me parece sombrío, desagradable, injurioso para mi sensibilidad.
Este pueblo es muy caluroso, de mal aspecto, vulgar, lleno de pulperías y botillerías, alborotado. Como en los puertos, aquí nada sorprende. Hay aventureros de toda laya, me confían, desde asesinos a sueldo hasta tahúres profesionales; me cuentan que en mesas de juego se han perdido fortunas importantes, fincas, casas familiares, concubinas y almas. Sé que exageran para impresionarme, pero la exageración es una medida de la realidad. …La política es el plato para todas las horas, lo que me enfada, porque la experiencia enseña que de la política y los políticos no podemos esperar sino calamidades. En todo político hay un criminal en potencia, aunque actúe por ideales; eso no va conmigo. Hay dos médicos, con buena posición, uno de ellos, el doctor Lugo, con estudios en Europa, inteligente y afable, pero poseído por el cubilete. El otro se llama Rodolfo Pérez, graduado en Caracas, casi tan joven como yo”…

(Fragmentos de las Cartas de JHG fueron extraídas de la novela, José Gregorio Hernández, Un Milagro Histórico, Dr. Raúl Díaz Castañeda y Hemeroteca Diario de Los Andes)

 

Poseído por Boconó

De Valera, JGH partiría a explorar las montañas de Boconó y su esplendoroso jardín. De Boconó quedaría impregnado de su belleza natural, la cual llega el día 15 de noviembre, y el 24 redacta: “Boconó es una ciudad muy bonita. En su topografía de colores cambiantes y su clima bastante amable se parece a Caracas…Un pequeño paraíso terrenal…»

 

De vuelta Valera

En Boconó no le fue bien. Vuelve a intentar seducir a Valera con un nuevo acercamiento. El 23 de octubre, plasma:  «Otra vez en el infierno, para el segundo vistazo. Mucho comercio, porque es un cruce de caminos, obligado para quienes con productos y semovientes van a las tierras altas o vienen de allá. Un hormiguero de unos cuatro mil habitantes dispuestos a lo que sea, y entre ellos muchos italianos garibaldinos, que tienen en sus manos los mejores negocios; por su origen, más que por la topografía, llaman a Valera Ciudad de las Siete Colinas, para recordar a Roma. La gente fina y decente es poca, pero sabe muy bien ocupar su puesto y hacer respetar su nivel social. Los demás honrados son gente muy pobre que se mantienen criando cerdos o desempeñando oficios menores. Muchos pordioseros, y tipos de mal vivir. Aquí nadie da puntada sin dedal.”

 

Noche de farra

 

Su tercera visita a Valera fue de paso, se produce cuando se disponía a explorar las montañas tachirenses a comienzos del año 1889. Vivió una noche de farra, bailes y diversión. Así lo cuenta Don Luis González en su obra, Valera, La Ceiba y La Globalización de 1998, y nos lo reafirmó en fecha reciente.
“El milagroso médico estuvo varios días en Valera. Por esa época asiste a un baile en casa de los Salinas, donde danzó toda la noche. En esos tiempos los valeranos se hacían lenguas de la habilidad de la bella María Rehuí como bailarina, novia de Eduardo Dagnino, amigo de José Gregorio. Era enero de 1889, el «siervo de Dios», que iba rumbo al Táchira, entra a Valera para comprar unos dulces y seguir su ruta. Lo divisan algunos amigos, no lo dejaron montar de nuevo la mula que lo transportaba y lo obligan a pasar una noche en el pueblo, armándose de inmediato una fiesta, donde el viajero ilustre bailó hasta el amanecer, cuando pudo de nuevo ensillar su bestia y continuar la marcha…”

 

Corazón santo

 

Luego de estos testimoniales, la conclusión es que, a José Gregorio Hernández el pueblo de Valera no le fue de su estima, no encajaba con su personalidad, con sus gustos y mucho menos con sus ideales. No pudo establecerse en ninguno de los pueblos a los que exploró, y Valera fue uno de ellos, quizás donde mayor oposición consiguió, no fue bien recibido. No fue profeta en su propio territorio, eso lo sintió, pero aun así, en su corazón siempre su lar estuvo primero, un corazón noble que no sabía de odios ni rencores. Un corazón santo.

 

Lo tachan de godo

El gobierno en Boconó lo tacha de godo y amenazan con expulsarlo y enviarlo preso, así lo refleja el 18 de febrero de 1889 al expresarle a su amigo Santos Dominici:  «En el gobierno de aquí se me ha marcado como godo y se está discutiendo mi expulsión del Estado, o más bien si me envían preso a Caracas…”

 

ENTRE EL
AMOR Y EL ODIO

Era mucha la gente que le amaba, apoyaban sus planes, pero igualmente sitió en carne propia el odio y desprecio de otros quienes no lo veían con buenos ojos.

 

 

Referencias y Consultas: Raúl Díaz Castañeda. Fragmentos de las cartas extraídos de la novela “Un milagro histórico”, 2014. Valera, La Ceiba y La Globalización, Luis González, 1998. Francisco González Cruz, Isnotú y José Gregorio, 2015. María Matilde Suárez y Carmen Vethencourt. “JGH, del lado de la luz” Fundación Bigott, 2000. Archivos y hemeroteca Diario de Los Andes. Biblioteca, UVM Valera.

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