José Gregorio Hernández, un ciudadano de valores, ejemplo de respeto (y II)

El respeto positivo, el que tolera la disidencia, las ideas ajenas y que construya sobre la base de un país diverso y plural. Ese respeto positivo, el que se refiere la tolerancia de las opiniones diversas y a la legítima defensa de las propias, es uno de los grandes valores del Dr. José Gregorio Hernández

 

Por: Alexander González

Con información aportada por Francisco González Cruz


“Respeto positivo y no respeto negativo de silencio o de temor ante la expresión de las ideas, ese clima universitario debe ser una gloria para Venezuela y debe reivindicarse hoy”, afirmaba el Dr. Rafael Caldera al referirse a la famosa polémica entre el Dr. Luis Razetti y el Dr. José Gregorio Hernández en el seno de la Academia Nacional de Medicina, de la cual eran fundadores.

Ambos científicos eran calificados y reconocidos, profesores innovadores en el campo de la salud, pero Razetti era ateo y Hernández católico practicante. El primero sostenía la teoría evolucionista de Charles Darwin y propuso que la Academia acogiera como principio dicha tesis. El segundo era creacionista y sostuvo que una academia científica no podía adoptar ninguna tesis como valedera, porque era contraria al espíritu de la ciencia, cuya misión es la búsqueda del conocimiento.

Escribe Hernández el 23 de abril de 1905: “Hay dos opiniones usadas para explicar la aparición de los seres vivos en el Universo: el Creacionismo y el Evolucionismo. Yo soy creacionista, pero opino además que la Academia no debe adoptar como principio de doctrina ninguna hipótesis, porque enseña la Historia que, al adoptar las Academias Científicas tal o cual hipótesis como principio de doctrina, lejos de favorecer, dificultan notablemente el adelantamiento de la Ciencia”.

La academia sabiamente acogió la tesis de Hernández, aún cuando en la época “El Origen de las Especies” era una especia de “biblia”. La controversia había sido muy fuerte, pero en un marco de altura y cortesía. Hernández tenía un alto aprecio por Razetti y para sentir lo que pensaba Razetti de José Gregorio Hernández basta recordar sus palabras en las exequias:

 “31 años consagrados a la práctica del bien bajo las dos más hermosas formas de la caridad: derramar luz desde la cátedra de la enseñanza, y llevar al lecho del enfermo, junto con el lenitivo del dolor, el consuelo de la esperanza…”. “Cuando Hernández muere no deja tras de sí ni una sola mancha, ni siquiera una sombra, en el armiño eucarístico de su obra, que fue excelsa, fecunda, honorable y patriótica, toda llena del más puro candor y de la inquebrantable fe”.

 Pero el respeto positivo lo necesitamos hoy todos los venezolanos. La situación en estos tiempos recios ha conducido a la extensión extrema de la violencia física y verbal, personal e institucional. El lenguaje de muchos de los llamados a dar buenos ejemplos es tóxico, grosero y agresivo, se descalifica con hostilidad al que piensa distinto, y se le persigue, encarcela y mata. La construcción de un país distinto tiene que reconstruir el tejido social nacional, fundar un nuevo, denso y solidario capital social que restaure la concordia, la confianza y el respeto.

Pero el respeto positivo, el que tolera la disidencia, las ideas ajenas y que construya sobre la base de un país diverso y plural. Ese respeto positivo, el que se refiere la tolerancia de las opiniones diversas y a la legítima defensa de las propias, es uno de los grandes valores del Dr. José Gregorio Hernández.

 

LOCAL Y GLOBAL

José Gregorio Hernández nació en Isnotú el 26 de octubre de 1864 y se crió en ese pequeño pueblo del estado Trujillo y a él retornó cuando se graduó de Médico. Allí, es esta geografía donde atemperan las altas serranías andinas para dejar ver el pie de monte, el espejo del lago de Maracaibo y el relampaguear del Catatumbo, de suave clima y grato verdor, recibió su educación inicial y conformó su carácter, del amor y la dedicación de su madre Josefa Antonia, Benigno su padre, sus tías paternas María Luisa Hernández y Sor Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús, del maestro don Pedro Celestino Sánchez, su padrino el presbítero Francisco de Paula Moreno y de los vecinos.

Benigno había donado el terreno para el templo y contribuyó a su construcción, Josefa Antonia tejió parte de sus ornamentos. Era una comunidad amorosa, religiosa y culta en medio del ambiente tranquilo, pero con el movimiento que daba el negocio y la posada familiar, con arrieros y viajeros que subían o bajaban gracias al tráfico del puerto de La Ceiba.

El 6 de febrero de 1878, a ocho meses de cumplir 14 años, sale hacia Caracas a estudiar medicina. La noche anterior había dormido en la posada de Don Benigno – su padre – el insigne sacerdote Jesús Manuel Jáuregui Moreno. Diez años después el 12 de septiembre de 1888, regresa a su lugar de origen.

El 29 de julio se había graduado de médico con honores y ya contaba con justificado prestigio como estudiante excepcional y persona de bien, que bien pudo haberlo tentado a quedarse en la capital. En Isnotú se entrega con pasión al ejercicio de su profesión, se involucra en diversas actividades de desarrollo comunitario tanto de su pueblo como de Betijoque, trabaja por el acueducto, por la creación de una Junta de Beneficencia, es parte de la Comisión Municipal de Asuntos Médicos, asiste al Concejo Municipal con regularidad y lo nombran Médico de Betijoque, visita diariamente a sus enfermos en ambas localidades y en los campos, visita a Valera, Boconó, Mérida y San Cristóbal.

Estudia inglés, francés y alemán, recibe revistas y noticias científicas por suscripción o por el envío de su amigo Santos Aníbal Dominici y otros , debate temas médicos con sus colegas en Caracas, está pendiente de su Universidad y al tanto de sus cambios, y pinta, lee, escribe, baila, ora y trabaja, hace planes para continuar su formación en Europa. En aquel pueblo tan modesto José Gregorio no pierde el tiempo. Es un ciudadano activo tanto en su comunidad local, como en los pueblos y ciudades que visita, como en Caracas mediante una abundante correspondencia.

Su viaje por el páramo merideño es fundamental en la vida de Hernández y se piensa que el tránsito por esos altos parajes, la inmensidad de aquellos relieves, lo riguroso del clima, la vegetación adaptada a los extremos del viento y el frío, la profundidad de los valles, todo en la compañía de su cuñado José Temístocles Carvallo, lo conmueve, profundiza su conciencia de sí, consolida en su vocación espiritual, su compromiso hacia la ciencia y su disposición de servicio a la colectividad.

En aquel tiempo quedarse en Isnotú no le hubiera permitido desplegar su potencial en ese campo del conocimiento. Las oportunidades estaban concentradas en pocos lugares, sobre todo en las grandes capitales, y en general la provincia venezolana era atrasada. Ese modelo centralista concentrador, a pesar de la retórica federal, se ha mantenido hasta el presente, y aun cuando los avances tecnológicos propios de la sociedad de la información y del conocimiento vence las distancias y hace accesible las oportunidades a todos, indistintamente del lugar donde se nace o se vive, la realidad del precario acceso a los servicios, a la lentitud de la conectividad, la baja calidad la energía eléctrica, la mediocridad de la salud y la educación y otros adversidades, determina que no tengan las mismas oportunidades los que hoy nacen en Isnotú o cualquier lugar de Venezuela que no sea Caracas y algunos otros pocos lugares. Por ello la subsidiariedad, la descentralización y la profundización del modelo federal es un imperativo de la Venezuela posible.

 

 


Fuentes consultadas:

 

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