Por: José Magdaleno Álvarez B.*
Este lunes 03 de abril se cumplen 134 años de la partida definitiva del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros desde nuestro suelo andino hacia Caracas. Muy jovencito había viajado por primera vez a aquel ambiente radicalmente distinto de donde creció. Quería estudiar medicina y regresó laureado de conocimientos y prestigio. Volvió a su suelo natal, estando por cumplir los 25 años de edad, a reencontrarse con los suyos y ofrecer las primicias de su profesión, pensando quedarse entre nosotros. Pero la historia transcurrió de otro modo. Basándonos en las cartas que intercambió con su entrañable amigo desde la juventud, Santos Aníbal Domínici, y en la obra Nuestro Tío José Gregorio, presentamos algunos pormenores de aquellos meses. En su pequeño y natal Isnotú
El periplo del Doctor Hernández por Isnotú y los Andes venezolanos duró desde septiembre de 1888 hasta abril de 1889. Es uno de los períodos de los cuales se conservan más cartas con su entrañable amigo Santos Dominici.
-Un mes antes de su regreso, el 29 de junio de 1888, había presentado, con rotundo éxito, su examen de grado en la Universidad Central de Venezuela. Aquel joven galeno regresaba en plenitud de ilusiones y con afamada ciencia. Había seguido de nuevo esta larga ruta: Caracas, La Guaira, Puerto Cabello, Curazao, Maracaibo, La Ceiba e Isnotú. El primero de septiembre arribó a su terruño. Seguramente hubo mucha alegría por el reencuentro con su padre, tías, hermanos y antiguos amigos del pueblo. Por cierto, cuenta que recién llegado tuvo bastante fiebre, la cual resultó pasajera.
Por aquel entonces el poblado se llamaba Libertad. La parroquia eclesiástica Nuestra Señora del Rosario, creada años antes a solicitud de los moradores del pueblo, era atendida por los sacerdotes de la vecina Betijoque. Fungía como sacerdote a cargo de estas comunidades el padre Sinforiano Betencourt.
José Gregorio, a su regreso encontraría la extensa familia; residían en su casa, además de la maternal tía María Luisa, su padre Benigno y su segunda esposa María Hercilia, cuatro hermanos del primer matrimonio casi todos en edad juvenil (menos César, su hermano más cercano, quien según cartas de su papá, residía para el momento en San Miguel de Boconó); habitaban también allí los otros seis hermanos, hijos de las segundas nupcias, todos menores de trece años.
Había en la casa, una huésped muy especial: sor Ana Josefa Hernández Manzaneda, hermana de Benigno, quien se trasladó a Isnotú, debido al decreto de expulsión del clero extranjero y cierre de conventos promulgado por el gobierno en 1874. Tenía José Gregorio diez años, cuando Sor Ana Josefa, su tía, llegó a la casa. Benigno había construido, en el solar, dos habitaciones para recibir a dos hermanas suyas que eran monjas de clausura. Solo vino la de Trujillo pues la que residía en Mérida falleció tres días antes de entrar en vigencia el decreto. “Allí la trató y observó José Gregorio, tres años más o menos, pues este fue enviado a estudiar a Caracas. Y cuando José Gregorio terminó sus estudios y regresó encontró de nuevo a sor Ana Josefa en su casa de Isnotú, y la trató y observó nueve meses más.» (Nuestro Tío José Gregorio, Tomo I, pág. 272).
Durante estos meses el doctor Hernández habita en casa de su familia, atiende los enfermos de Isnotú, Betijoque y alrededores en sus propias casas. La primera impresión de su terruño le impactó por lo poco poblado, ciertas costumbres en cuanto a la salud y, en general, por el cambio radical del ambiente culto, universitario y académico, al que ya se había adaptado. Le preocupaba no disponer de libros y revistas de medicina. Pero no pierde tiempo y lee cuanto puede, indaga informaciones sobre la UCV, los hospitales, los cargos relativos al mundo académico y de salud, libros y temas médicos. También aprovecha para seguir aprendiendo el idioma inglés y repasar el alemán.
Incluso podemos seguir su rutina diaria según sus cartas: se levanta a las siete de la mañana; visita enfermos en Isnotú; va a Betijoque a caballo para visitar los enfermos de allá que nunca son muchos; regresa para el almuerzo; lee hasta las tres de la tarde; vuelve a visitar a los pacientes de Isnotú y Betijoque y la noche la pasa leyendo; aunque se queja de no poder hace otra cosa útil.
En una carta a Cesar, fechada cuatro años después, José Gregorio recordaría a Don Manuel Briceño y toda su familia con quienes pasaba agradables ratos. Se refiere también a la familia León. De sus escritos se desprende que había un boticario (En Isnotú o Betijoque) quien recetaba y un varón experto en sacar muelas. Durante el tiempo que pasó en Isnotú pintó dos cuadros al óleo, uno del Sagrado Corazón de Jesús y otro de Nuestra Señora del Sagrado Corazón que regalaría a su cuñada Dolores, la esposa de César Hernández, quien los conservaba en su casa de Caracas.
Planea ir Valera a establecerse, pero se informa bien y lo descarta; sueña con viajar a Europa para especializarse e indica que su papá Benigno piensa mandar a sus hermanos a estudiar comercio en Nueva York.
Nos permitimos suponer que el Beato visitó la tumba de su querida madre Josefa Antonia en el cementerio local y que, por supuesto, volvió a doblar sus rodillas ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario, en la pequeña iglesia de Isnotú, ubicada donde actualmente está la plaza doctor JGH; allí aprendió a adorar a Jesús Sacramentado; y también a participar devotamente en la Misa.
Visitando otros pueblos trujillanos
El 18 de octubre está en Valera. Hace descripciones interesantes de los paisajes y su topografía, sobre la ciudad que se está formando y sus habitantes entre quienes destaca la significativa colonia italiana. Llevó consigo a alguna de sus hermanas. Participa en un baile nocturno a piano con una familia local. Comprueba que no le conviene quedarse allí pues ya había dos médicos.
Regresa a Isnotú posiblemente a finales de mes; en estos días ocurre el episodio de su visita al enfermo en una montaña lejana por la noche, en medio de una intensa tempestad, el cual fue reflejado en uno de los cuadros de Iván Belsky, exhibidos en el Museo del Santuario de Isnotú.
El seis de noviembre sale desde Isnotú para Boconó donde llega probablemente el 15 o 16. Recordemos que su familia paterna procedía de aquel lugar. En la ruta, al pasar por El Baño de Agua Caliente, atiende a un niño de siete años que al parecer tenía un tumor inguinal. Suponemos que el Beato visitó a su hermano César quien estaba viviendo en San Miguel, pueblito ubicado en las cercanías del hoy llamado Jardín de Venezuela. En Boconó permanece hasta finales de noviembre o los primeros días de diciembre. La estadía le agradó mucho: sus paisajes, cultivos, ríos, el clima, el pueblo. Relata que se bañó en el caudaloso rio. También visitó el pueblito de Niquitao.
Era su intención conocer y establecerse en Boconó, pero no se decide para evitar posibles confrontaciones debido a la situación política del momento; los dos médicos que allí residían eran los jefes del partido político dominante. Al regreso pasó por El Baño de Agua Caliente y trajo la medicina regalada al enfermito que había visitado.
A comienzos de diciembre se encontraba de regreso en Isnotú. Reporta a su amigo Dominici haber estado enfermo de la garganta con mucha fiebre; también que planea ir al Táchira a dar un paseíto. “Por estos lugares es muy difícil que yo pueda aprender algo y gracias que no olvidé lo poco que he logrado aprender con tanto trabajo”. Aprovechó el tiempo para estudiar el laringoscopio; su hermano Benjamín le servía de gran ayuda porque tenía poco sensible la laringe; y mientras su hermano doctor practicaba, él lo miraba divertidamente. También quiere aprender a realizar un examen oftalmológico; añora aprender microscopio, destreza que su amigo Dominici estaba adquiriendo.
El 22 de diciembre ocurrió en Isnotú un episodio que le causaría honda tristeza: una familia muy pobre se envenenó toda; la abuela, la madre y sus ocho hijos se contaminaron comiendo unas “carotas tóxicas”; dos fallecieron.
Recorrido por los estados Mérida y Táchira
El lunes 24 de diciembre el joven médico emprende viaje, a lomo de mula, hacia el Táchira, pasando por la vía de Mérida; le acompañó un caballero del cual desconocemos su identidad; probablemente algún peón de la familia o un conocido del pueblo quien le sería de ayuda. Aquel viaje tenía como objetivo examinar esos lugares para establecerse. Llega a Valera el mismo día 24 y algunas amistades del lugar le convencen de quedarse pues le habían organizado un baile. Estuvo allí hasta las cuatro de la madrugada, hora en que partió para Timotes donde pernoctó y al día siguiente continuó su camino.
De aquella larga travesía por el páramo le impresionó mucho el paisaje, la altura de los picos montañosos, la vegetación, el intenso frío de la serranía merideña; su acompañante se vio afectado por el “mal del páramo” pero sin grandes consecuencias. Se hospedan una noche en Mucuchíes, en el sector llamado El Cenicero, saliendo del pueblo, en donde, debido al frio extremo, “apenas logra dormir”.
Llegaron a la ciudad de Mérida, probablemente, el 26 de diciembre; allí se detienen por cinco días para dar descanso a las bestias y atender otros compromisos. En aquella urbe participa en un baile, organizado por el presidente del Estado, el día 31 de diciembre. Entre las diversas actividades que hizo el doctor Hernández destaca la visita a la universidad local; en una de sus cartas describe lo deplorable que ésta presentaba en su sistema; a su perecer solo funcionaba bien la Carrera de Derecho.
El 04 de enero de 1889 estuvo en Tovar según comenta su papá Benigno en una misiva de la fecha; se encuentra en Colón, estado Táchira, el día 14 de enero. Opina que le gustó mucho el pueblo e insinúa que pudiera establecerse allí. Se sabe por otras fuentes que pernoctó también en La Grita, invitado por el insigne sacerdote niquitaense Jesús Manuel Jáuregui Moreno; permaneció en aquel Estado hasta finales de mes.
Regresa a Isnotú y parte definitivamente hacia Caracas
A finales de enero de aquel año José Gregorio regresa del Táchira a su natal Isnotú. Una de sus preocupaciones sería el lugar para establecerse como médico. El tema debió ser parte de las conversaciones frecuentes con el amado y respetado padre, pues incluso Benigno manifiesta la intención de mudarse con toda la familia pensando en el porvenir de su joven descendencia.
El 14 de febrero José Gregorio escribe a su amigo Santos Dominici: “Por fin como que ha suceder lo que tanto habíamos temido. Me dijo un amigo que en el gobierno de aquí me han marcado como godo y que se estaba discutiendo mi expulsión del Estado o más bien si me enviarán preso a Caracas; yo pensaba escribirle a tu papá para que me aconsejara en qué lugar de oriente podré situarme porque es indudable que lo que quieren es que yo me vaya de aquí… Le escribí al Dr. González diciéndole que me quiero ir. Si aquí apura la cosa, yo me iré a Caracas y allá decidiremos el remedio. (Nuestro Tío José Gregorio, Tomo I, pág. 201).
El 03 de abril de 1889 salió José Gregorio de Isnotú para Caracas. El día 5 se embarcó desde Maracaibo vía Curazao. Llega a la capital el 9 de abril. Al poco tiempo sería enviado a Europa de donde traería significativos adelantos científicos para la patria. Estando en París murió su papá Benigno, lo cual causó gran pesar en el doctor José Gregorio. Ya no regresaría por estos lados. Una vez vuelto de Europa se instalado definitivamente en Caracas, paulatinamente irá trasladando a todos sus familiares hacia la capital donde había mayores oportunidades de superación. Pero él y su familia no se olvidaron de sus amigos de Isnotú ni de su pueblo. A pesar de la lejanía mantuvieron estrechos contactos con sus amistades, ayudando a cuantos podían. Tampoco los hijos de Isnotú perdieron la relación con ellos. Los familiares del beato también estaban pendientes de la iglesia parroquial Nuestra Señora del Rosario, templo al cual habían traslado, desde el cementerio local, los restos mortales de sus padres Benigno y Josefa Antonia, el 28 de agosto del año 1900.
*Presbítero Rector del Santuario Niño Jesús de Isnotú
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