José Gregorio Hernández: el apego al terruño, cruda y dolorosa realidad

JGH: identidad y pertenencia

Ese amor por su lar lo mantuvo siempre. En su mente estuvo viva la promesa hecha a su madre, de regresar ya graduado para ayudar a su pueblo y a su gente.

 

“¡Por fin en el terruño donde nací ! Gracias a Dios y a la Santísima Virgen. Dos semanas de viaje por mar, lago, ferrocarril y he llegado sano y salvo. Gran alegría por el reencuentro con la familia, y vivencias que creía olvidadas para siempre, me asaltan y llenan de una emoción jamás sentida. Pero este es el pueblo más feo del mundo; un montoncito de casas de mala calidad y chozas al borde del camino real. Cuando entré se me frunció el alma. Trato de mirarlo con ojos de piedad.”

Con texto original de la carta escrita por José Gregorio Hernández, el lunes 3 de septiembre de 1888 con motivo de su reencuentro con la tierra que lo vio nacer y lo cobijó, abrimos esta primera entrega de la serie especial, JGH, Identidad y Pertenencia, con motivo del centenario de su muerte. En dicha carta, JGH refleja el amor por su lar, por su entorno, por muy feo, deprimente y con todas las calamidades que padecía, era su tierra, su hogar, el sitio donde nació, creció y comenzó a visualizar su porvenir antes de dejarlo cuando solo contaba con 13 años para ir a prepararse a Caracas.

Se ve al niño José Gregorio junto con su hermana Isolina

JGH quien nació el 26 de octubre de 1864 y falleció el 29 de junio de 1919, mantuvo siempre ese amor. En su mente estuvo viva la promesa hecha a su madre, de regresar ya graduado para ayudar a su pueblo y a su gente.
La identificación de JGH con su pueblo y sus habitantes fue desde que comenzó a tener sentido de la razón. Desde muy niño se vio involucrado en la vida cotidiana y rutinaria del lugar, Insotú.

Isnotú sería el nombre de una de las doce parcialidades de la nación Escuquey. Según especifica el Dr. Raúl Díaz Castañeda, en 1864 era la capital del Municipio Libertad, al que en 1968 se le cambió ese nombre por Municipio José Gregorio Hernández. Parroquia civil en 1857, y eclesiástica en 1867. A esta pequeña comarca, huyendo del incendio sanguinario de la Guerra Federal, llegó en 1862 don Benigno Hernández Manzaneda, nativo de Boconó pero asentado en Pedraza, Estado Barinas, de donde era su novia Josefa Antonia Cisneros Mansilla, quien lo acompañó en esa huida. Se casaron en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Betijoque, el 2 de octubre de 1862, cumplido el requisito de “exploración de sus voluntades, el examen y aprobación de la doctrina cristiana y no resultar impedimento alguno de las tres proclamas que se leyeron en la misa conventual de tres días festivos continuos”, como quedó registrado en el Libro de Matrimonios número 4, año 1862.

Josefina y Benedicto, amorosos padres del futuro santo, José Gregorio

Sin duda que aquel poblado en el que convivió José Gregorio entre los años de 1864 y 1878, fue de mucha precariedad, de pobreza y lleno de necesidades, donde por ejemplo, el agua había que sustraerla de los manantiales cercanos, la electricidad llegó muy tarde en relación a otros poblados. En fin, ese era el Isnotú que vio crecer a JGH, pueblo que amó profundamente sobre todas las cosas. La vida y existencia en el lugar fue de suma dificultad para todos. José Gregorio y su familia no escaparon de esa situación del Insotú de aquel tiempo. Era Isnotú, su sentido de pertenencia.

 

Dolorosa realidad

 

El domingo 30 de marzo de 1888 escribiría profunda reflexión sobre lo que había sido su regreso a los andes y su terruño: “He decidido cerrar este Diario hoy. Han pasado siete meses desde mi salida de Caracas a la montaña, pero lo he sentido en mi espíritu y en mi existencia con el peso de siete milenios. Hasta agosto del año pasado tenía yo de la vida un criterio apolíneo, rodeado como estaba de amigos de elevada y densa erudición, que desbordaban mi orgullo en aquellos ambientes de refinada elegancia donde el respeto, la dignidad y las buenas maneras se daban la mano con el arte en todas sus manifestaciones… Salí de la Universidad reconfortado espiritualmente, colmado de sueños, creyéndome dueño de mí mismo, pero de estos muy duros siete meses de mi estada en la montaña, y de las decisivas siete horas de mi ascenso al páramo, iluminado por la luz divina, recojo otra visión de los hombres, con sus desgracias, su estrechez mental, su aplanada y confusa espiritualidad y sus muchas desviaciones, producto de sus tinieblas y de herencias nefastas. Siento que de esa triste realidad que no veía, emerjo ahora transfigurado, herido mortalmente por ella, dispuesto a echarme sobre los hombros la cruz nada liviana de entregar mi vida a su redención por la mía propia, dispuesto a desnudarme de la mortaja de la mundanidad y el egoísmo, que nos hace muertos entre muertos, para ir hacia Dios hasta donde me alcancen las fuerzas del cuerpo y del espíritu.”

 

Se fue inconforme
para no volver

 

JHG amó profundamente aquel pueblo natal de grandes sueños, un día lo vio partir inmerso en profunda tristeza para no volver

El Dr. Hernández se radicó en Isnotú hasta el 30 de julio de 1889, recibió una carta de su maestro, el Dr. Calixto González, donde decía que lo había recomendado al presidente de la República Dr. Juan Pablo Rojas Paúl para que fuera a París a estudiar con perfección ciertas materias experimentales y así contribuir a la modernización de la medicina venezolana.
En abril de 1889 tomó la misma vía que lo llevó a Caracas la primera vez y se fue para no volver. Tenía 25 años para ese entonces.
Se fue seguramente con la inconformidad de no haber podido hacer más por su gente. En su interior seguramente sentía cierta frustración por eso. Se fue y sabía que no volvería. Su estadía no fue lo placentera que se imaginó. No consiguió en su tierra el apoyo y respaldo esperado, por lo cual no pudo ser profeta en su tierra.
“Esa estadía de apenas siete meses, de difíciles circunstancias, gratuitas agresiones políticas e inesperados pasos sobre la realidad en varias poblaciones de Trujillo, Mérida y Táchira, pienso que le hizo cambiar su visión del mundo y sus planes profesionales, pero le condensó, purificándola, su vocación religiosa. El que llegó fue uno, y otro el que regresó”, sostiene el Dr. Raúl Díaz Castañeda, autor de la exquisita literaria novela, José Gregorio Hernández “Un milagro histórico”.

 

Solo aguantó un año

Tan solo un año pudo mantenerse en su pueblo natal el Dr. José Gregorio Hernández, lapso entre agosto de 1888 y el 30 de julio de 1889, tiempo que le bastó para vivir la auténtica realidad de su región, no solo de Isnotú, también palpó la situación que se atravesaba en poblados como Valera, Boconó, Betijoque, lo mismo que en los páramos andinos, Mérida, Colón en Táchira, de donde no se llevó buenos recuerdos.

 

 

SU SENTIDO DE PERTENENCIA

 

La vida y existencia en el lugar fue de suma dificultad para todos. José Gregorio y su familia no escaparon de esa situación del Insotú de aquel tiempo. Era Isnotú, su sentido de pertenencia

 

 

 

 

 

Referencias y Consultas: Raúl Díaz Castañeda. Fragmentos de las Cartas de HG fueron extraídos de la novela José Gregorio Hernández “Un milagro histórico”, 2014. Francisco González Cruz, Isnotú y el Dr. José Gregorio Hernández, 2015. María Matilde Suárez y Carmen Vethencourt. “José Gregorio Hernández, del lado de la luz” Fundación Bigott. Caracas, 2000. Archivos y hemeroteca Diario de Los Andes. Biblioteca, Universidad Valle del Momboy – Valera.

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