Jesús Matheus Linares
José Gregorio Hernández, nuestro Beato está a la espera de la confirmación de su segundo milagro, para que la Congregación de los Santos en Roma validará que todo esté conforme al derecho canónico y procesal para el estudio de la causa de los milagros.
De acuerdo a monseñor Tulio Ramírez, ex vice postulador de la beatificación y actual Obispo de Guarenas, ha dicho: “creo que antes de octubre podemos tener resultados”, reconoció. Refirió que todo dependerá de la Congregación de los Santos, y de la opinión emitida por los distintos especialistas que verificarán el testimonio del presunto milagro, realizado por el médico de Isnotú, en Miami, estado de Florida, EUA.
De acuerdo con el arzobispo de Miami, Thomas Wenski, las actas fueron enviadas a Roma y si se verifica el milagro, la causa para su canonización pudiera avanzar. Con este paso se avanza en la Fase Romana para el posterior estudio por parte de la Comisión Médica. De comprobarse la intercesión divina del beato, es el Papa Francisco quien tiene la potestad de firmar el decreto y proclamarlo santo.
El cardenal Baltazar Porras, administrador apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, indicó en su reciente visita a Estados Unidos que ese segundo milagro estaba en fase de estudio. “Estamos recogiendo los datos para llevarlos a Roma y que allá lo estudien. Se trata de un señor que estaba dado por muerto, que estaba recluido por un problema renal y misteriosamente sanó”, adelantó desde Washington. Sin embargo, no se conocen más detalles del caso.
.Recordemos que en la historia de los estudios médicos en Venezuela, existen tres fechas emblemáticas: Lorenzo Campins y Ballester en 1763 funda la primera cátedra para la enseñanza de la medicina en la entonces Real y Pontificia Universidad de Caracas (hoy Pontificia Universidad Católica Santa Rosa); Para 1827, luego del decreto del Libertador Simón Bolívar que da inicio a la UCV, el rector José María Vargas crea la Facultad de Medicina y, en 1891 funda el doctor José Gregorio Hernández los estudios experimentales de forma científica.
Y es que nuestro Beato era un verdadero filósofo, por su carácter reflexivo, era poseedor de un espíritu selecto, tenía un admirable sentido crítico, que lo hacía un pensador de alto vuelo. Para José Gregorio los grandes problemas de la humanidad no le eran ajenos. Su legado a la Filosofía contribución humanística quedó escrito en su obra Elementos de Filosofía (1912), donde expone la visión personal que tenía sobre el mundo y sobre las relaciones que vinculaban a los hombres entre ellos y con el Ser Supremo. Esta obra es un testimonio sobre las reflexiones más subjetivas del autor.
Pero además, José Gregorio tenía una singular metodología científica y un curioso espíritu, siempre ávido de la verdad, que siempre lo impulsaron desde el comienzo, al campo de la experimentación. El “médico de los pobres” comprobaba los hechos aprendidos en la teoría y ejecutados más tarde en escuelas extranjeras, y con los resultados obtenidos en nuestro medio, algunos de los cuales, como la numeración globular roja, en franca discrepancia con las cifras europeas, son presentadas por él, al Primer Congreso Médico Panamericano de Washington en 1892, demuestran su talante de importante científico. Son numerosos los aportes de Hernández a la ciencia. En 1893 publica en varios números de la Gaceta Médica y luego en un libro en 1906 su obra escrita quizás más importante, «Elementos de Bacteriología», calificado por los conocedores como prodigio de concisión y claridad y que representa el primer texto de esa especialidad presentado en el país[1].
Este humilde trujillano, nacido del matrimonio formado por Benigno Hernández y Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros nació el día 26 de octubre de 1864 en una comarca trujillana, Isnotú, al que bautizaron a comienzos del año siguiente, en enero en la Iglesia del Niño Jesús de Escuque y que llamaron José Gregorio, estaba predestinado a realizar una loable labor evangelizadora a través de la Medicina.
.Su padre se dedicaba al comercio y su madre a las labores del hogar. Por línea materna este niño descendía del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros quien fue confesor de la reina Isabel, La Católica, fundador de la universidad de Alcalá y un gran propugnador de la cultura en su época. Por el lado paterno José Gregorio se emparentaba con Francisco Luís Febres Cordero Muñoz, eminente educador y escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española.
Su madre, una mujer muy devota falleció cuando él tan solo tenía ocho años pero dejó impregnada en la personalidad del infante una fuerte religiosidad. Su primer maestro, Pedro Celestino Sánchez quien regentaba una escuela privada en Isnotú, notaría muy pronto las habilidades e inteligencia del pequeño, quien le recomendó a su padre, que lo enviara a la capital de la república.
Con trece años cumplidos JGH llega a Caracas y es inscrito en el colegio Villegas, allí obtiene en 1884 el título de bachiller en Filosofía. Cuenta Guillermo Tell Villegas regente del famoso colegio que José Gregorio era poco dado a jugar con sus compañeros y prefería pasar el tiempo libre en compañía de libros. A corta edad ya conocía a los clásicos y se auto impuso con mucha disciplina la obtención de una vasta cultura enciclopédica.
En la UCV
A los 17 años ingresa a la Universidad Central de Venezuela para estudiar leyes pero el padre conociendo la natural inclinación de su hijo por ayudar a los demás lo anima a emprender la carrera de Medicina, este lo hace ingresando por Biología. Al graduarse de médico el 29 de junio de 1888, José Gregorio Hernández era reconocido por sus inconmensurables conocimientos. Hablaba inglés, francés, portugués, alemán e italiano y dominaba el latín; era filósofo, músico y tenía además profundos conocimientos de teología. Para cumplir con el requisito académico de ejercer los primeros años en la provincia se traslada por un año a la región andina radicándose en su pueblo natal, Isnotú. El 30 de julio de 1889 regresa a la capital para dar comienzo a una brillante labor científica. Ese mismo año el Presidente de la República, Dr. Juan Pablo Rojas Paúl decide enviarlo a hacer el postgrado en las universidades de París y Berlín con el objetivo de que estudiara teoría y práctica en las especialidades de microscopia, histología normal y patológica, bacteriología y fisiología experimental; para tal fin le fue otorgada una beca de 600 bolívares mensuales.
Cuando estaba en Europa fallece su padre quien le deja en herencia algunos bienes que él de manera desprendida decide traspasar por completo a los hijos de su hermana Sofía. Regresa en 1891 para dedicarse a enseñar todo lo que había aprendido por lo que funda algunas importantes cátedras en la Universidad Central de Venezuela y trae el primer microscopio. Su prestigio aumenta cada día más.
Hermano Marcelo
En 1907 con 43 años cumplidos y luego de haber prestado importantes servicios a su patria, el Dr. José Gregorio Hernández conversa con el arzobispo de Caracas, el padre Juan Bautista Castro, y decide por su vocación sacerdotal. Viaja a Italia, al convento de la orden de San Bruno en La Cartuja de Farneta cercana al pueblito de Lucca. Fue aceptado bajo el nombre de Hermano Marcelo y le fue asignada una de las celdas donde debía observar rigurosas normas y someter al cuerpo a constantes mortificaciones.
Entre estas estaba no comer o beber por días enteros, evitar el contacto con otros seres humanos incluyendo a sus hermanos religiosos, además de soportar temperaturas de varios grados bajo cero, no podía procurarse ninguna forma de calor mientras estuviese en la celda como novicio.
Todo esto llevó a que el ahora Fray Marcelo, pese a estar espiritualmente motivado a continuar tuviera que desistir pues su salud se vio gravemente comprometida.
El padre superior D. Rene, considero entonces prudente el que Fray Marcelo volviera a ser el seglar José Gregorio Hernández y que regresara por unos años a Venezuela hasta que recuperara totalmente su salud.
Esta fue la razón, y contra su voluntad, que se vio precisado a dejar los hábitos y a abandonar la Cartuja de Farneta nueve meses después de haber ingresado en ella.
El Médico de los pobres
De vuelta en Caracas fue nombrado Jefe del Laboratorio del Hospital Vargas, al final luego de dos nuevos intentos por dedicarse de lleno a la vida monástica tuvo que desistir por su debilidad corporal; decidió entonces llevar una vida simple y en oración al lado de su hermana Isolina y ayudando como médico a sus pacientes más necesitados, era el comienzo del “médico de los pobres”.
El domingo 29 de junio de 1919 cuando se cumplían 31 años de su graduación como Médico Cirujano, un lamentable accidente le quitó la vida.
Fatídico día
Aquel domingo 29 de junio de 1919 amaneció de rutina en el número 3 de San Andrés a Desbarrancados, vivienda de la familia Hernández. José Gregorio se levantó a las cinco y como era su costumbre rezó el Ángelus. Al terminar encaminó sus pasos a la vecina iglesia de la Divina Pastora con la intención de oír misa y comulgarse.
Cercano al Waraira Repano (Cerro Ávila) que separa a Caracas del mar, La Pastora era por entonces el lugar preferido de las familias por la tranquilidad y su clima siempre agradable. Por las calles estrechas se oía el armónico paso de las recuas de mulas cargadas de mercancía que los arrieros llevaban al centro de la ciudad y de cuando en cuando pasaba algún tranvía que llevaba pasajeros hasta El Paraíso haciendo escala en la Plaza Bolívar.
Al salir de misa y aprovechando que era domingo, José Gregorio Hernández se fue a visitar a algunos de sus pacientes en la zona; luego regresó a casa donde su hermana Isolina lo esperaba con el desayuno, metódico como era organizó su consultorio y se fue a pasar revista a otro grupo de pacientes, labor que acometía cuando no tenía que dar clases en la universidad. Al cumplir con cada una de las visitas volvió para tomar un baño y a las 12 en punto del mediodía rezó nuevamente el Ángelus.
Le fue servido un almuerzo compuesto de sopa, legumbres, arroz y carne que acompañó con un refresco de guanábana, al acabarlo se sentó a reposar en la silla mecedora que tenía para atender a sus pacientes; allí seguramente pensó en el cercano viaje a Curazao que tenía proyectado con su familia. Esa misma tarde ultimaría los detalles con sus hermanos y sobrinos.
Cerca de las dos llegó alguien para avisarle que una anciana se encontraba gravemente enferma, El doctor tomó su sombrero y con paso apresurado se fue al encuentro con la dama que vivía entre las esquinas de Amadores y Cardones, luego de auscultar a la señora y viendo que era muy pobre decidió ir a comprarle el medicamento que le había recetado, para ello se acercó hasta la farmacia de los Amadores. Al salir con las medicinas para entregarlas a la anciana, el Dr. José Gregorio vio que había un tranvía estacionado justo al lado de la farmacia y apurado como estaba por el estado de la paciente cruzó la calle sin mirar a los lados.
Angelina Páez quien habitaba en el número 29 de Amadores a Guanábano fue testigo de excepción. Estaba asomada a la ventana de su casa al momento de ocurrir el accidente. En su relato contaría que al momento de ser impactado por el vehículo, José Gregorio exclamó: ¡Virgen Santísima! Y de inmediato cayó contra el poste.
Como causa de la muerte se señaló fractura en la base del cráneo. El velatorio que en un primer momento la familia decidió realizar en la casa número 57 de Tienda Honda a Puente Trinidad terminó llevándose a afecto en el paraninfo de la Universidad Central de Venezuela donde miles de caraqueños acudieron a rendir sus respetos al querido y admirado médico. Comenzaba un sentimiento nacional por el médico de los pobres.
Su fama como filántropo y su conocida vocación religiosa quedó para siempre en el sentir del pueblo que le rinde culto y veneración atribuyéndole numerosos milagros ya no solo en Venezuela sino también en otros países de América Latina.
En 1949, hace 73 años, el Vaticano abrió un proceso de canonización y en 1986 le otorgó el grado de Venerable. El pasado 30 de abril se cumplió el primer año de su beatificación, ahora estamos a la espera de su canonización.
JGH es considerado el impulsor y pionero de la verdadera docencia científica y pedagógica. Coloreó y cultivó microbios e hizo conocer la teoría celular de Virchow. Fisiólogo y biólogo, conocía a fondo la física, la química y las matemáticas. Era músico, filósofo y poeta. Puntual en el cumplimiento de sus deberes de docencia. Vivió el carisma y la vida de San Francisco de Asís, reconociendo en el pobre a la persona de Cristo sufriente, a quien sirvió a través de sus pacientes, dando lo mejor de él sin importar altas horas de la noche o condiciones climáticas adversas. Ahora a esperar de este segundo milagro que lo eleve como Santo a las alturas, que así sea.
[1] 8. Hernández JG. Lecciones de bacteriología. Gac Méd Caracas. 1893-94;1(11):53-54, 1(14):77-78, 1(9):73-74, 1(5):42-43, 1(6):48-49, 1(18):107-108.