Eduardo Viloria / DLA
“Te encargo mucho que no pierdas de vista el fin de tus estudios, y que no es para ser buen histologísta, ni fisiologista, ni bacteriologista, que tú estudias, sino para ser buen médico, y es buen médico el que sabe curar sus enfermos, lo cual se empieza a aprender, no en el laboratorio, sino en el hospital; el laboratorio es simplemente un auxiliar, pero la clínica es lo esencial”.
(Carta del Dr. José Gregorio Hernández a su sobrino Benjamín, desde Nueva York. 12 de noviembre de 1917).
Aunque de jovencito el beato José Gregorio Hernández Cisneros pensó inclinarse por estudiar leyes, con la orientación del papá, su gran ilusión profesional fue el ejercicio y enseñanza de la medicina. Anhelaba prepararse cada vez mejor y señalaba que era en la práctica, en los hospitales y en la atención a los enfermos, donde se aprendía a ser buen médico, es decir, a curar.
Puede decirse, en lenguaje actual, que fue un médico cirujano con especializaciones y que sus cualidades profesionales le hacían un galeno integral.
Poco tiempo estuvo sin ejercer, sobre todo mientras residió en La Cartuja o en el Seminario; mantuvo una constante actualización; fiel y estricto en el cumplimiento de sus deberes para con los pacientes e instituciones que atendía. Cuidaba a todos sus enfermos sin distinción; entre estos figuraban presidentes, empresarios, militares, políticos, religiosos, pero también la población de cualquier estrato social. Aunque desde recién graduado, se distinguió por la preocupación hacia los pacientes más humildes, fue desarrollando paulatinamente en su quehacer profesional un apostolado que hoy pidiéramos llamar “preferencial” con los más pobres.
Desde el Santuario de Isnotú, en el marco de la aprobación por parte del Papa Francisco de la canonización del beato JGHC, enviamos nuestra felicitación y oración por todos los médicos en su día.
(Presbítero José Magdaleno Álvarez, Rector del Santuario Niño Jesús de Isnotú)
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