De la unión de Benigno Hernández y Mansaneda de una parte, y Josefa Antonia Cisneros y Mansilla de la otra, romántica unión de unos refugiados en el pueblito de Isnotú del estado Trujillo, nace un hermoso niño a quien se dio el nombre de José Gregorio. Bautizado en Escuque por el padre Victoriano Briceño, fueron sus padrinos don Tomás Lobo y doña Perpetua Henríquez. Fue confirmado en 1867 por el señor arzobispo Juan Hilario Boset y apadrinado por el presbítero Francisco de Paula Moreno en el pueblo de Betijoque. Aunque venido al mundo en humildes condiciones era de prosapia ilustre, de alcurnia y abolengo proveniente de linajudos solares cantábricos, una de cuyas ramas vino a Venezuela en el segundo tercio del siglo XVIII y echó raíces en la ciudad de Boconó.
Baja de la montaña a los catorce años y viene a Caracas a comenzar sus estudios en el Colegio Villegas graduándose de Bachiller en Filosofía en 1884. Relata el doctor Villegas, fiel amigo de entonces y de siempre, que Hernández poseía un carácter taciturno y callado, serio y reflexivo, poco jugaba con sus compañeros y en los recreos prefería estudiar música y leer. Leía a Plutarco, Kempis y «La vida de los santos».
Quiso ser abogado
Su primera vocación fue estudiar derecho pero su padre lo hace desistir y se decide por medicina; una vez decidido centra su mente por los caminos de la biología y no hay quien lo detenga, estudia con voracidad, como impulsado por una fuerza interior, llegó a poseer una cultura enciclopédica, era erudito y sabio, sometido a una recia disciplina; hablaba inglés, alemán, francés, italiano, portugués, dominaba el latín, era músico, filósofo y poseía profundos conocimientos de teología.
Su formación científica fue sólida, labrada desde los primeros años de estudios médicos por maestros de gran talla, entre los que se contaban Adolfo Ernst y Adolfo Frydens Berg. Se doctoró en Medicina en la Universidad Central de Venezuela el 29 de junio de 1888; en esos días en presencia del Rector, como era costumbre sacó dos temas o ponencias que luego debía de desarrollar ante un jurado examinador, estos fueron: 1º) La doctrina de Laennec, que asienta la unidad del tubérculo, frente a la escuela de Virchow, que sostiene la dualidad; y 2º) La fiebre tifoidea típica de presentarse en Caracas, es solo excepcionalmente. Curiosamente estas estaban relacionadas con enfermedades bacterianas, campo en el cual se verá centrada su profesión médica ulteriormente, ya que es considerado el fundador de la Bacteriología en Venezuela.
Al graduarse se va a su tierra natal y allí recibe el llamado de uno de sus profesores, Calixto González, quien mucho lo distinguía y apreciaba, para que regrese de inmediato a Caracas, pues lo había recomendado al gobierno para una beca de estudios en Europa. El presidente Rojas Paúl, por falta de médicos especialmente dedicados a la experimentación en 1889, decreta que, por cuenta del gobierno, se nombre al joven médico venezolano, de buena conducta y reconocidas aptitudes, para que se traslade a Francia, a estudiar teoría y práctica en las especialidades de microscopia, histología normal y patológica, bacteriología y fisiología experimental, con la asignación de seiscientos bolívares mensuales.
Trabajó en los laboratorios de Charles Richet, (Premio Nobel 1913), fisiología experimental en la Escuela de Medicina de París que había sido colaborador de Etienne Jules Marey y a la vez discípulo del sabio Claude Bernard máximo exponente de la medicina experimental en Francia; con Mathias Duval histología y embriología y con el eminente Isidor Strauss que había sido discípulo de Emi le Roux y Charles Chamberland quienes lo fueron a la vez de Louis Pasteur, bacteriología.
Terminados sus estudios en esa ciudad, solicita permiso y se traslada a Berlín a estudiar histología y anatomía patológica y seguir un nuevo curso de Bacteriología. En París compró un laboratorio de fisiología por instrucciones del gobierno. Terminada con brillo y éxito su misión en Europa, regresa a la patria en 1891, y el gobierno de turno bajo el mando de Raimundo Andueza Palacios tomando en cuenta la adquisición del laboratorio por Hernández, decreta la creación de los estudios de histología, fisiología experimental y bacteriología, a cargo del mismo catedrático quien fungirá como director; simultáneamente es nombrado catedrático de las asignaturas y en noviembre en presencia del ciudadano rector Doctor Elías Rodríguez, toma posesión del cargo y presta el juramento de ley. La cátedra de Bacteriología fue la primera que se fundó en América.
Maestro insigne
Su obra cumbre en el terreno de la ciencia, aquella que lo coloca en el solio de los grandes maestros de la medicina nacional, fue su obra docente, la de maestro insigne que supo ser inspiración y símbolo para legiones de discípulos que enaltecieron su memoria llevando sabiduría, decoro y honestidad a todos los rincones de Venezuela. Supo ser a la vez, sin dejar de ser él mismo, científico connotado, profesor erudito, médico eminente y sapientísimo, investigador in fatigable, filósofo profundo, artista de refinada sensibilidad, ciudadano intachable y sobre todo, hombre, de envidiables cualidades y excelsas virtudes. “Era un sabio casi niño” según Rísquez.
Creacionista
Este bien logrado conjunto de su peculiar personalidad, lo llevaron con sobrada razón, a ocupar puesto prominente entre sus contemporáneos y a dejar después de su muerte, una luminosa es tela de imperecedera recordación.… Fue siempre un gran sincero, tanto cuando investiga los misterios del mundo infinitesimal, como cuando responde tajante sin evasivas: «Yo soy creacionista», a la formal encuesta académica de Razetti, acerca de la teoría del transformismo en el origen del hombre y la evolución de las especies. Fue siempre adversario sincero y declarado de la doctrina evolucionista, cuyos postulados, por demostrativos que fueren, no aceptó nunca como verdades confirmadas. Adscrito fielmente a la tradición bíblica, no creyó nunca en la evolución y transformación sucesiva de las especies; fue creacionista en el sentido más amplio de la palabra y jamás admitió transacción alguna entre las demostraciones de la ciencia, especulativa o experimental, y la palabra sagrada de los profetas, por cuya voz se trasmitió a la humanidad la revelación divina y la historia original de los seres que hoy vi ven en la tierra.
FECHAS IMPORTANTES
Considerando en la historia de los estudios médicos en Venezuela tres fechas importantes, diremos que Lorenzo Campins y Ballester en 1763 funda la primera cátedra para la enseñanza de la medicina en la entonces Real y Pontificia Universidad de Caracas; en 1827 Vargas crea nuestra Facultad de Medicina y, en 1891 funda Hernández los estudios experimentales de forma científica. Es con él cuando comienza la verdadera docencia científica y pedagógica, a base de lecciones explicativas, con observación de los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de vivisección y pruebas de laboratorio. Introdujo el microscopio y enseñó su uso y manejo; coloreó y cultivó microbios; hizo conocer la teoría de Virchow.
Era investigador por vocación. Su metodología científica y su curioso espíritu, siempre ávido de la verdad, lo llevaron desde un principio, al campo de la experimentación. En 1893 publica en varios números de la Gaceta Médica y luego en un libro en 1906 su obra escrita quizás más importante, «Elementos de Bacteriología», calificado por los conocedores como prodigio de concisión y claridad y que representa el primer texto de esa especialidad presentado en el país. En ella define la bacteriología, los microbios, microbios vegetales, animales, sus formas, coccus, bacilos, spirillus, clasificación de Pasteur, etc.
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Por: Alexander González
Con información de: Dr. Leopoldo Briceño-Iragorry