Jesús de Nazaret y el Desarrollo local

 

Todo se expresa a final de cuentas en el tiempo y el lugar concreto y habitual donde la persona humana vive. El ahora y el aquí.
Entre las lecciones más importantes que nos entrega la vida de Jesús de Nazaret está su nacimiento. No lo hizo en una gran capital como Roma que tendría un millón de habitantes, ni siquiera en Jerusalén la más populosa de esos territorios con unos ochenta mil pobladores. Lo hizo en Belén que tendría un poco menos de treinta mil y vivió en Nazaret con unos dos mil habitantes. Pero no emigró hacia un lugar donde el impacto de su mensaje pudiera tener más alcance, como quizás le recomendaría un moderno experto en mercadeo.
Jesús de Nazaret, el hombre más global del planeta, vivió en una aldea y en su entorno de unos cuantos kilómetros. Allí creció en una humilde familia de artesanos, rodeado de agricultores, criadores de ovejas y pescadores. Predicó unos tres años por los alrededores con palabras sencillas y, sobre todo, con su ejemplo de hombre bueno, honesto, humilde y franco. La palabra y el ejemplo fueron sus estrategias. Y desde su lugar dividió la historia: antes y después de Cristo.
Nos dejó una lección que cómo nos cuesta aprenderla y practicarla: si quieres cambiar al mundo cambia tú y tu pequeño espacio vital. Si quieres mejorar la tierra mejora tu lugar íntimo. Si quieres contribuir a detener el calentamiento global actúa en tu casa y en sus alrededores. Si quieres un mundo verde siembra un árbol.
Escribió Fernando Pessoa:
“El Tajo es más bello que el río que corre por mi aldea,
pero el Tajo no es más bello que el río que corre por mi aldea
porque el Tajo no es el río que corre por mi aldea”.

Es el lugar donde vivimos lo más importante en el orden a la praxis planetaria. Es en lo local donde se gesta el cambio global. Sembrar un árbol cerca de tu casa es más importante que mil discursos en las Naciones Unidas. Preservar el río vecino es salvar el agua del mundo. Mantener aseada tu casa y tu calle es tu mejor forma que tienes de contribuir a un mundo limpio. Lo demás es un discurso sin compromiso. Palabras al viento.
El lugar íntimo y propio es el sitio donde vives y satisfaces tus necesidades existenciales y espirituales. Ese lugar es donde eres, estás, haces y tienes. Es donde subsistes, amas, proteges, participas, recreas, educas, te identificas y ejerces tu libertad. Entonces no existe un espacio más importante que tu lugar. Por eso es necesario conocerlo, quererlo y cuidarlo. Perdonen un atrevimiento: “Si no intentas salvar a tu lugar, no salvas tu alma”.
No es caer en la ingenuidad insistir en el lugar. Lo global gobierna los asuntos en el planeta en temas tan importantes como el comercio, el sistema monetario y financiero, y son las entidades multilaterales las que deciden las políticas y las grandes empresas las que manejan los mercados y la información. Las tendencias homogeneizadoras mundiales no son cuentos, pero, así como el propio Jesús de Nazaret nació en una aldea que estaba en el imperio romano, cualquiera con un buen equipo puede contribuir a cambiar el mundo. Ya lo decía Pierre Teilhard de Chardin: “No hay fuerza en el universo que sea capaz de resistir la acción coherente y coordinada de un grupo de personas cuyas mentes funcionan convergentemente hacia un objetivo determinado”.

 

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