De asuntos poético-literarios
En Venezuela ha habido una generación de poetas signados por la bohemia, cuando los desvelos y vigilias del canto estaban animados de una mística y de una sinceridad insospechable, dentro de una trashumancia lírica y una dulce errancia a través de los sueños. Había entonces respeto a las formas y al poeta mismo. Parecía un pequeño dios, a quien debía rendírsele culto de admiración como ante un altar sagrado. Al poeta se le veía como un ente poseso de dones que sólo el cielo entrega a los Elegidos. Se leían sus versos en aquel mundo de sueños y colores, con aquella ilusión del milagro que es la poesía, y las palabras surgían de los labios del bardo como un asombro. Había verdaderos poetas que integraban un mundo azul de encanto y belleza, y el de los lectores que amaban y respetaban el arte y sus creadores. No se les miraban defectos aun cuando las copas del vino y los amaneceres frente a los paisajes diversos y pueblos distintos les sorprendieran, tras el señuelo del canto, la ilusión de una mujer esquiva o de una novia siempre presentida, o simplemente en un afán de viajar en pos de una aventura romántica. Pero por sobre todo el poeta poseía un lenguaje límpido y una fresca inspiración. (Pedro Antonio Vásquez. 1956).
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Siempre habrá la novedad en la poesía cuando el espíritu se mueve, cuando el poeta abre la posibilidad de mirar hacia sus propios adentros para indagar sobre su propia conciencia, aunque puede mirar su entorno y hacer también descubrimientos que nutran su don de creación. En este mirar se reconoce el creador a sí mismo, y buscando expresividad se auxilia del lenguaje. Otea los conceptos literarios y la vida teórica de los signos de la lengua poética, y los emplea entonces para construir su razón creadora que es, justamente, el poema, como la grandiosa fábrica de su cauda productiva. Y todo vale en ese tránsito, porque los mundos de la poesía son infinitos y no los demarca ni detiene muros ni fronteras, por lo que aparecen enunciados desde esa interioridad.
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Toda realidad que vemos reflejada en el poema, es consecuencia de la potencialidad existente en el espíritu poético de ese hacedor constante: el poeta, que vive grávido y saturado, por lo que haciendo uso de su capacidad generadora comienza a hilvanar esas búsquedas de sentido que no obran otra cosa, sino las hiladas versiculares que dan forma y vida al poema. El poema, en este caso, es el resultado de lo que Enrique Castellanos reúne como tiempo y espacio de la poesía, al afirmar que, “el espacio del escritor no es distinto al del hombre”, pues todo poeta no es sino un ser humano. Y al afirmar, igualmente que, “el tiempo es el resultado de nuestros estados internos”; por lo que confirma, pues, que en lo poético se condensa el espíritu, o en todo trance, el halo espiritual yacente se sitúa con posibilidad de exteriorizarse y hacerse visible, luego de la necesaria elaboración de la palabra concatenada en sentido, y hecha a su vez poema, por el empeño creador que se quiso asumir.
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Todo sueño es la primera piedra de la poesía. Soñar para después escribir. He ahí el secreto. En poesía todo sueño es el comienzo de un verso; puede ser el final también; así como en la música es el comienzo del tema de una canción. El sueño se hizo para abrir las primeras páginas, así como es la sustancia de todo verdadero canto. Rainer María Rilke es uno de los grandes poetas universales, y no únicamente lo es por la magia de su lenguaje, sino porque mejor que nadie supo soñar y aprisionar sus sueños para luego revelarlos, en “un abuso de soledad” que le acusó Vàlery “…Oh, y la noche, la noche…” Muchos poetas, esta vez marginales y desconocidos hacen entrar la poesía a sus libros por las puertas del sueño. Sus poemas son estampas oníricas salidas de una alcoba muchas veces desvelada.
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Su nombre, Pablo Neruda… Pero, qué importa su nombre sino su poesía. Los versos de este bardo dieron la mejor cosecha de su obra divina llena de vida y de significación. Sus días y sus noches, hacedoras de su biografía total, sus horas y sus sueños comienzan o terminan muchas creaciones suyas. Dentro de esa realidad fundó imágenes diversas devenidas de la sombra interior a la luz exterior, como un gran alumbramiento, una verdadera emergencia de perennidad. Poesía de la vida, de caminos abiertos, voluptuosa por tantos sueños con el amor, De ahí sus poemas, muchos, para una canción desesperada: “…desde las ramas de la / noche, /de pronto entre los / otros, / entre fuegos violentos / o regresando solo, / allí estaba sin rostro / y me tocaba.”
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El trabajo del escritor toma generalmente diferentes vertientes, desde lo meramente creativo sin ansias de trascendencia alguna hacia los espacios exteriores. Pero a veces se genera otro tipo de responsabilidad, de conciencia militante, hacia lo exterior. Y es entonces cuando el lenguaje deviene como una denuncia o alerta que se lanza con una escritura de tipo conceptual. Esa escritura tiene sus formas y maneras de elaborarse netamente corrida como la de la prosa, o cortada o interrumpida como la del verso, entre pausas delimitadas por la puntuación, y otras veces por el sonido; entre lo fónico y lo semántico, que ambas estaciones son literarias y dicen lo que el escritor quiere decir.
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La poesía es difícil desde todo punto de vista. Es un lenguaje especializado desde todo punto de vista también. Es un riesgo, por lo demás. Pero es también una aventura, una significativa aventura creadora, la más delicada aventura de creación por medio del lenguaje. Hacer poesía, escribirla, armarla, es un reto, que unos lo asumen como un rigor, y otros como un deseo de expresar o mostrar el producto de su pensamiento. La poesía a veces se detiene en la imagen, en la traslación y figuración como consecuencia de la imagen. Otras veces se asume con otros propósitos en el momento de manifestarse. Aparece entonces una escritura de logros disímiles, entre lo simplemente expresivo o una buscada estilística esteticista que lleva el lenguaje a dimensiones más profundas, de más difícil acceso para un lector común, y a veces para los avezados.
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“La primavera ha venido; / nadie sabe cómo ha sido”, confiesa el verso de Antonio Machado. ¡Aleluya! Así surgen las letras iniciales de unos jóvenes alumnos que, en el marco de un curso de aptitud académica, dejan un espacio libre para definir una existencia poética que está en ellos aunque difuminada por un no-hacer. En este Colegio, de predios hermosos, con el silencio ambiental como telón de fondo, vislumbra uno el jardín del Héroe, ACADEMUS, como en Grecia, y perviven aquí los lugares aprovechables para la poesía. La forma exuberante del medio físico es una razón que podría emplearse en dirección a la construcción de un orden poético aglutinador de tantas expectativas expresivas de los jóvenes. He aquí una pequeña muestra que dice de los elementos anímicos que hay en los espacios mentales de estos jóvenes. De ellos sale un lenguaje que, internalizado en el ámbito espiritual, comienza a drenar en bellas manifestaciones literarias. Dentro de una palabra o una frase viven las expectativas vitales de esos iniciados que aún no potencian el juego de la poesía, pero que lo tienen cerca y los puede llegar a atormentar. Sus ejercicios literarios tienen ya el goce sensual y estético que permite el lenguaje literario, como un primer modo de hablar poético que los llevará ineluctablemente al campo de la literatura.
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Interrogaciones a granel para preguntar muchas veces sin esperar respuesta alguna, la difícil disquisición del poeta que mira los resplandores y los hastíos que lo envuelven en la abierta y cerrada cotidianidad. Otras veces, es el canto al amor lo que permite vivir con holgura y comprender la parte más sensible y emotiva de nuestro mundo afectivo. En el amor poético aparece el mejor tiempo vivido, aunque a veces suele dictar padecimientos e incomprensiones; remembranzas y nostalgias por lo que se vivió y por lo que no ha de vivirse en el inexorable transcurrir. El paisaje y los recitales, en “el atrio de los sueños” que, al decir del poeta, aparecen apilados en el viento como herejía en los panteones del tiempo o en la esfinge de las cosas.
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Todo poeta es poseedor de un alma lírica, más el poeta infantil que sellena de espiritualidad para captar y referenciar lo pequeño y esencialmente afectivo. La pasión de este tipo de poeta se percibe en el resplandor dellenguaje, hecho inmenso desde lo tierno; desde la palabra sencilla y hasta en los signos superficiales con los que suele construir los orbes delicados de su poética, o en todo caso, de la literatura infantil en otros tipos de géneros y expresiones.
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Hacer lenguaje creador es un portento de los escogidos, la necesidad de visionar mundos nace en lo interior, se anida como una presunción de existencia y deseo, anuda orbes y facetas que, hechas plenitud, fluyen y cobran existencia como un manifiesto literario. ¿Qué genera entonces ese vértigo? ¿Qué realidad o utopía se esconde en nuestros abismos como un débil germen que comienza a nutrirse en la conciencia? Y, ¿por qué un simple enhebrar de lenguaje atraviesa la mente y llega el momento en que rompe los límites y se convierte en cuerpo literario como relato o poema?
Hay sin duda un identidad o correspondencia entre sujeto-persona y sujeto literario, y no es que éste último sea una exacta o completa homologación del primero, sino que no escapa, no puede escapar de ese calco o textura biográfica que se lee o se percibe en el lenguaje literario. No es tampoco casualidad o coincidencia; más bien, una plenitud representada en el universo lingüístico, en el texto que da forma a la enunciación, lo que el autor genera desde su propia vida.
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“Bahía del amor”, es un libro que contiene once sonetos nada más; once armaduras métricas con nombres de mujeres colocados en la mismaentrada de la primera estrofa de cada uno, para luego irlos desglosando como dueño absoluto de su propia capacidad de creación, cada figura en particular, en lo que también vemos una total correspondencia entre la cobertura externa, es decir, entre el dominio del exigente y pulcro endecasílabo, en simbiosis de armonización interna con originales imágenes, símiles y metáforas audaces y otras figuras, con las que, poéticamente Enrique Castellanos canta al amor y lo sublima.
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¿Acaso, no es la verdad de la vida la que dicta los imaginarios al poeta? Éste es un hombre-ser humano, asiduo visitante del entorno, que todo lo percibe con la fuerza de sus sentidos abiertos, con la pasión que deviene lenguaje, como si un gran aguacero interior le diera sus aguas para el desborde; jinete por los campos al azar; pupila de fuego para la captación, su imaginario despliega en esa larga carrera del quehacer poético, ese vislumbre que se percibe al leerlo, al introducirse en el lago de una serena y cristalina poesía sonetaria. (…) Poesía de la región desmenuzada; de ilimitada capacidad para interpretar lo real y lo quimérico, lo que está delante como imagen, como posibilidad para extraer lo maravilloso, lo que es capaz de traslucir desde la memoria, la exégesis de las cosas, porque para el poeta cualquier cosa es una cosa, una imagen, una proyección que se sustancia luego en pie, metro, verso.