Jardín de Exordios (IV) / Por Alí Medina Machado

Sentido de Historia

 

 

De asuntos ético-morales

Pórtico:

Un desconocido, no sé por qué, ni con qué intención, me ha endilgado amable carta preguntándome, con ruego de que le conteste, “que cuál ha sido en mi vida la actuación que más me ha satisfecho, y cuál la que más me ha apenado”. ¡Curiosa me parece esta curiosidad! ¿Qué se propondrá el desconocido amigo? ¿Será que yo confiese mis propios pecados? ¡Son tantos y yo soy tan viejo!, que ya casi no recuerdo. Y además es tan feo decir: soy un gran pecador, aun cuando esté arrepentido, que no me decidiré a la confesión total. Pero para no desairar al embozado amigo le diré uno, acaso el más pequeño de mis pecados mortales, pero indudablemente el de más graves consecuencias: confié en la palabra del hombre, y caí, ¿Cómo? Para qué decirlo, todos lo saben, pero todos callan. ¿Por qué? El éxito es fuerza, el fracaso debilidad. Yo también callaré para que sólo sea mía la amargura de la caída…! (José Rafael Gabaldón.1954)

 

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La palabra sociedad significa en una primera instancia multitud o pluralidad de seres. Por principios la sociedad no puede estar constituida por un solo ser o individuo, “aunque el grupo de individuos movidos por intereses comunes sí forman la sociedad, es inconcebible la sociedad de un individuo consigo mismo”, por lo que filosófica y lógicamente toda sociedad es una pluralidad, aunque debemos decir que no toda pluralidad es una sociedad. Ahí subyace uno de los principios filosóficos que le dan razón de ser.
Entonces diremos que la sociedad trujillana es la conformación de una población que ha compartido fines, uniones, intereses y objetivos, entre otros constituyentes a través de los tiempos, es decir, de la historia. Un grupo humano y solidario en este territorio que se llama Trujillo; hombres y mujeres nacidos libres e iguales en derechos y deberes, sin distinciones sociales, sino más bien que se han servido de los bienes sociales para una utilidad común, por lo que han hecho una sola y misma historia que los identifica y distingue.

 

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Estructuralmente, desde una fundamentación filosófica, la sociedad trujillana la podemos ver compuesta por un elemento material: la multitud de seres (pobladores o habitantes) asociados para integrarla y darle vida afectiva. Igualmente, ya con carácter formal, es una unidad producto de una concurrencia impulsada por una combinación de acciones y una coordinación de las mismas, a través de principios y normas de vida, regida por un orden político, jurídico y moral; con consistencia en el tiempo, lo que ha servido a su vez para definirle y conjuntarle sus hechos y realizaciones históricas.
Entonces, Trujillo como sociedad, no es más que una reunión mayor o menor de personas, de familias, de un pueblo; una agrupación humana venida desde lo natural, pactada ancestralmente por personas o individuos que se acordaron históricamente, “con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o algunos de los fines de la vida.”

 

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El trabajo cubre todos los extremos de la sociedad, por lo que su importancia es manifiesta y requiere que el orden gubernamental o gerencial lo admita y practique, como una disposición de servicio para que el cuerpo social y familiar se nutra y viva de acuerdo con la satisfacción de sus necesidades, al mismo tiempo con la certeza de mejores estadios de vida y desarrollo posible. Pero a la par que admitir la obligatoriedad del trabajo como un derecho humano, toca por igual a los gobiernos y a las instituciones que rigen el funcionamiento de lo social, instrumentar políticas y programas de acción de todo tipo, para que entonces el trabajo sea fuente permanente de la acción y de la inteligencia humanas, y que fortifique con sus realizaciones el mejoramiento de las condiciones integrales de las comunidades, tanto en lo material como en lo espiritual, extensiva a la satisfacción de las necesidades del individuo y del grupo, siempre teniendo como núcleo esencial de su sentido de ser el grupo hogareño o familiar.

 

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Esta morada vuelve a ser hogar de cultura y hermandad, cuando en acto espiritual se rinde un homenaje de reconocimiento a un trujillano íntegro: el profesor Jorge Carrillo Braschi. Y lo confieso, sentía sed de angustia porque Trujillo no había correspondido con el corazón a la obra pedagógica de Jorge, que la viene rindiendo desde joven, aunque sigue siendo joven. Es que el profesor Carrillo sembró su pedagogía musical-humanística en esta su tierra natal, a pesar de las innúmeras ofertas y ofrecimientos de trabajo formativo en su especialidad que le han provenido desde distintas partes, donde se valoran los hechos y los valores de la cultura, el hacer cultural y el trabajo de espíritu. Pero aquella sed de angustia termina hoy con este hermoso homenaje que se le tributa, poniendo como epicentro a la emisora del alma, Radio Trujillo, pionera de tantos hechos culturales, y al Ateneo de Trujillo, por igual, pionero cultural siempre, y casa grande nuestra para los más trascendentales e importantes acontecimientos del espíritu local y regional. Con este homenaje institucional y social se cumple un testimonio de justicia y de ética, sin duda alguna.

 

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La gente del Rotary Club es amiga de todos. Salen de sus casas para actuar en beneficio de los demás, y están actuando. Tienen programas específicos de servicio social. Los rotarios ayudan a los pueblos a vivir, a encontrar caminos propicios y a crecer positivamente. El Rotary es un grupo amplio de servicio, que “da de sí antes de pensar en sí”. Esto lo dice todo. A ellos les interesan todos los asuntos de la sociedad, lo que tenga que ver con lo social, con el ser humano; la estabilidad, el comercio, la tecnología, la industria, la riqueza, la ignorancia, es decir, el conflicto social dado por la acción del hombre, pues en el Rotary humano encontramos representación de todo el espectro social, que allí confluye. En el Rotary hay un liderazgo participativo. Allí se forman líderes para la participación, y para ser espejo de los demás por la superación constante de la personalidad. En muchos sentidos a los rotarios los vemos en actitudes heroicas ciertamente, porque es heroísmo dedicar tiempo en función de los otros, necesitados; Rotary siempre lo hace complacido.

 

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Hay trabajo por realizar…y de una enorme magnitud: mejorar a Trujillo, a esta ciudad en que es mentira que está enterrada la mano del tirano Aguirre, aunque lo pareciera. Aquí hay que seguir motivando un voluntariado para formar el contingente necesario que cambie poco a poco el rostro material y espiritual a una ciudad que desde hace tiempo se está negando a morir, aunque se difumina progresivamente, y eso es malo, muy malo. La ciudad se está haciendo espectro, esqueleto. Esta ciudad, es cierto, ha tenido un “gentío” de buenos ciudadanos que la hicieron constructivamente y lograron que se destacara nacionalmente, que obtuviera renombre. Pero eso fue antes. Ahora, hasta el tiempo la agota y la marchita, como lo estamos viendo. Hay una apatía y una desidia que la mata. Pareciera no poder ser, pero es así. Entonces, pensamos que aquí hay una gran tarea por hacer en pro de la ciudad, para revivirla, para reanimarla.

 

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Uno los ve misérrimos, sin prenda modesta alguna. Son muchachos que extienden su tristeza hacia todos los lados, desde todos sus poros. No tienen vida alegre. Se marchitan encima de la tierra pelada. Se mudan de una soledad a otra, de un solar a otro. El único color de oro que conocen es el de la tierra. Terrible realidad en medio de tanta opulencia social, en la que fulge una extraña iridiscencia de falsedad. Hay muchos niños que sólo saben mirar el cielo, pues es lo único que hacen en su cotidianidad. Viven en las orillas de su propia vida. No tienen destino. Hay niños merodeando los charcos que rodean el rancho, y gimen atacados por insectos malsanos que los cicatrizan de por vida. Es la realidad de una pobreza que no debiera existir, pero existe. Ojalá cambiara esta naturaleza muerta, este sino oprobioso que mantiene la marginalidad infantil en la peor languidez.

 

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Nada más provechoso en nuestro tiempo que lo que se aporte socialmente, y que sintamos la necesidad de actuar en conexión con los demás. Y nada habrá de despertar con mayor fuerza en lo inmediato, que esa necesaria familia ecológica que nuestro tiempo está clamando a gritos. Es aceptable entonces, la idea de que haya voces altas y calificadas que vengan a traernos esa especie de evangelio redentor, que nos prepare a todos para la profesión de ciudadano y de hombre; conscientes de que la vida natural es perfección y belleza; pero que, tanto esa perfección como esa belleza, penden de un hilo, que es el bienestar total de la naturaleza, a la que debemos respetar profundamente en su biodiversidad.

 

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Cada vez más la interacción entre el hombre y la ciencia, deseada y absoluta, en la búsqueda del mejoramiento integral humano, genera productos investigativos de excepcional calidad, lo que permite visualizar que el progreso y bienestar tienen una densidad benéfica que conduce al optimismo antes que al pesimismo social, asomado en ocasiones y en instancias diversas. Y en lo que atañe específicamente a la problemática ecológica, vemos como en los últimos años ha aumentado la preocupación por ésta, tanto en los grandes centros de decisión mundiales, como en los más pequeños países, los que destinan inmensas aportaciones económicas y esfuerzos en estudios e investigaciones sobre el ambiente y la calidad de la vida; esfuerzos estos asumidos por científicos-investigadores que han venido asomando el resultado de sus desvelos y ofrecen formas y proyectos necesarios para lograr, con base en ello, una paulatina y progresiva solución a los desórdenes ecológicos que mellan el ambiente, con la grave carga de consecuencias nocivas para la vida. Es porque, ante la gravedad del problema, los aspectos ecológicos, hoy con mucha mayor preocupación que antes, son tomados en cuenta por todas las sociedades y gobiernos, tanto de los países catalogados de industrializados, como aquellos que conforman el amplio mapa del subdesarrollo.

 

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Una clarinada de conciencia debe asomar siempre a la función administrativa para que se entienda que la realización espiritual debe marchar paralela a la obra material. Qué gran tesis de pedagogía política entonces la de sabios gobernantes que supieron entender la parte humana de su gestión, en función de crear valores en la población por el conocimiento, y luego el reconocimiento de ésta a ese comportamiento asumido en beneficio del bien común, antes que en prebendas para sí mismos. Cuando se tributa a quien lo merece, el tributante crece a la par del tributado.

 

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Son buenos aquellos mandatarios que cultivan las ideas espirituales y demuestran con ello como una buena condición interior en el difícil arte de gobernar. El buen gobierno del espíritu podríamos denominar esta virtud política de mandar a construir institutos educativos y culturales, medios de comunicación, parques, avenidas, monumentos a los héroes civiles del estado; de acondicionar sitios recreacionales y señalarlos con nombres de ciudadanos realmente representativos, que son lecciones de moral útil. Y respaldo absoluto de los colectivos sociales deben recibir estas acciones de bien público, que enriquecen la vida y la conciencia de las comunidades.
Cuando hay una correspondencia bien entendida entre dirigentes y dirigidos las ciudades se humanizan y se culturizan en una progresión que crece con el tiempo.

 

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Antes como ahora la política es la ciencia de los vaivenes y de los acomodos y reacomodos. Es lo que popularmente se llama “actitud camaleónica”, de los individuos y de los organismos públicos y hasta los privados la practican. Como si se dijera “A rey muerto, rey puesto”. Sucede que en el transcurso de 1908, hubo aquí en Trujillo, en cada uno de los distritos, un acuerdo municipal para que Cipriano Castro fuese reelecto Presidente de la República. Pero sucede que en esos días Castro perdió el poder y se solicitó su enjuiciamiento, por lo que ni cortos ni perezosos los políticos trujillanos que habían firmado la adhesión a Castro, todos se voltearon de inmediato y reacomodaron sus posiciones dentro del nuevo régimen de Juan Vicente Gómez. En el mismo documento, que no lo habían enviado, simplemente cambiaron Castro por Gómez, con los mismos términos y el mismo panegírico de alabanzas a granel.

 

 

 

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