Jardín de Exordios (III) / Por Alí Medina Machado

Sentido de Historia

 

De asuntos educativo-culturales

Pórtico:

 

La enseñanza viene a ser un proceso que tiene lugar en la mente del alumno, proceso dirigido por el maestro, sin que éste sea el que forme el conocimiento del alumno. El conocimiento lo forma el propio alumno por medio de sus energías mentales. La verdadera acción didáctica no consiste en llenar la mente del alumno con lo que hay en la del maestro, sino en excitar su inteligencia para que forme un conocimiento como el del maestro o a veces superior. Si hubiésemos de seguir al pie de la letra la definición o la identidad “enseñar-dar conocimientos”, la función del catedrático en la clase se convertiría en una especie de monologuista, siendo los alumnos los receptáculos o los espectadores, cuando precisamente en la clase uno y otro son actores y dialoguistas.

Practicando la enseñanza según su más adecuado concepto, nos daremos cuenta cómo poco a poco va entrando el alumno por las vías de la especulación sencilla, irá él mismo descubriendo verdades en vez de adquirirlas; entonces habrá formado el propio alumno su conocimiento. (P. D. Pineda. 1954).

 

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Tenemos que uno de los propósitos fundamentales de la educación, esencial podemos decir, es justamente, potenciar al hombre para la conquista de la verdad y vivir conforme a ella; pero también, la de comprender que esta verdad es cambiante en la misma manera en que evoluciona el tiempo, que arrastra consigo las realidades de la sociedad y de la cultura. El maestro y la escuela tienen que ir siempre en esa dirección, hacia el cambio constante. En igual sentido, los valores sociales los inculca la educación. Los educadores cumplen un rol dual; de una parte, tienen que conformar sus propios valores; y de la otra, tienen que formar valores a los educandos. Pero, preguntamos ¿hasta ahí nomás? ¿Y el resto de la comunidad, fuera de la cerca de la escuela? Sabemos que la sociedad actual, esta época tan problematizada, vive saturada de falsos valores, de supuestos que surgen y permanecen al lado de los verdaderos, por lo que tiene que obrarse con cuidado y tino. Y del conjunto de los auténticos, ¿cuáles valores se deben inculcar con prioridad, o todos son prioritarios? Es para debatir. En lo cierto de esta disyuntiva, aparecen discursos que nos pueden ayudar, como el de Pérez Esclarín.

 

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El ideal de la educación reclama un contexto ideal también para el acto educativo. En la medida en que la comunidad sea apropiada para la educación, habrá una educación excelente, una educación de calidad. En esta medida habrá una educación auténtica y transformadora, ese deber ser que cuesta tanto lograr. Pero sucede, que en este contexto ideal que se sueña, no aparece en la mayoría de los casos, y el que existe, casi siempre carece de los elementos que son imprescindibles o necesarios para actuar con mayor propiedad. El marco social de la escuela, en una generalización permitida, está lleno de insuficiencias, en situaciones negativas por el trabamiento de la acción escolar misma y la extra-escolar (muy importante esta última), por lo que no se logran resultados satisfactorios u óptimos, como es lo deseable.

 

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Conocemos que en la actualidad toda acción cultural es una petición moral de las comunidades humanas. Éstas necesitan ser atendidas para lograr un mejoramiento de sus condiciones de vida adecuadas a la complejidad que plantea la sociedad y por condiciones de liderazgo y supervivencia. Las masas comunitarias integradas al cuerpo social demandan de asistencia cultural. Es un imperativo urgente la concurrencia del esfuerzo de instituciones y organismos que le presten asistencia, porque se siente con derechos adquiridos que los ayuden a reivindicar sus anhelos de participación en los bienes culturales que ofrece la sociedad. A estas alturas del desarrollo de la civilización, no se concibe tantas calamidades sufridas por un importante sector de la pluralidad social. Mucha gente sigue total y absolutamente marginada, excluida de los beneficios colectivos y sin acceso a la participación.

 

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Las comunidades, más las de adentro del cuerpo geográfico, requieren una gran educación cultural, adquisiciones para que el individuo y el grupo lleguen a formar su propia educación cultural. Para ello se debe contactar lo esencial de la cultura; de ser preciso, ir a sus raíces, ver cómo se genera y se produce la cultura, desde sus núcleos silvestres hasta sus formas académicas más acabadas. A veces tenemos que preguntarnos cuáles son los requisitos y las condiciones del proceso educativo y práctico mediante el cual el hombre se conduce hacia un estado formal o culto, aunque esta última palabra no guste mucho. Hay varias fuentes y vías que pueden irnos mostrando esas realidades; manifestaciones la mayoría de ellas subyacentes delante de nuestros propios ojos. El esfuerzo es conveniente. El propósito gradual de ir ascendiendo a los bienes culturales, ideales planteados que muchos han logrado, como también sabemos; aquellos que hicieron el esfuerzo, que se dedicaron y entregaron a ello, que tomaron la determinación de formarse; que dedicaron tiempo a esa búsqueda que pareciera interminable, aunque no lo es, y que al final se encuentra, con el consiguiente lema de “valió la pena hacerlo”, o el de “misión cumplida”. Y con la también consiguiente estela de satisfacciones.

 

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Un libro se hace, fundamentalmente, para sembrar la civilización hecha sensible como una cultura, y para que el ser humano comience a fortalecer valores superiores que una vez comprendidos, le servirán para que él mismo mejore y afine su personalidad intelectual. Permite igualmente una fijación de valores provenientes de nuestras raíces tradicionales autóctonas, que han sido recogidas en las páginas de libros fundamentales escritos por los grandes pensadores nacionales, y en nuestro caso regional, por escritores que han dado lustre a la Entidad. Todos ellos los unos y los otros, han basado su ideología vital en la preconización de una sociedad del humanismo, construida sobre las bases de la mejor identidad nacional, y con una gran confraternidad. El libro siempre se propone enseñar al hombre la verdad de lo que es una auténtica libertad de conciencia y una verdadera moral.

 

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En una escuela abierta, las leves ideas de los niños siempre están por salir. Con la rigurosidad de la edad el novel escritor repiensa sus ideas para llevarlas al cuaderno. A lo mejor quiere traspasar sus muros de angustia para solicitar un juguete. A lo mejor lo traza lleno de colores en su tierna mente. Se entrega al acto de la escritura con el lápiz a flor de labios. -Estaré contigo este domingo, escribirá mentalmente a la amiguita que tiene a su lado, mientras ella también traza, pero esta vez se concentra en el ritual del juego con la muñeca o la cocina o la linda maquinita de coser. Son los signos esperanzadores de la escuela detenidos en el simbolismo concreto del lápiz y el cuaderno, cual elementos de los primeros rasgos de la escritura, incipientes instrumentos a los que hay que prestarles toda la atención posible, porque son los puntos de partida que en todo el proceso escolar tienen permanencia y rasgos seguros de perennidad.

 

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La escuela es grande. Es el lugar que llena las primeras ilusiones concretas de los niños. Disipa las brumas con las que llegan a esa inicial estación de vida. Por las ventanas abiertas de las escuelas se meten los horizontes del destino a la vida de los niños. Se les acercan todas las lejanías. Advienen a los niños las ideas. Por las ventanas cerradas de las escuelas se cuelan los fantasmas que asustan a los niños. Se les cierran los ojos, se tornan ciegos. La escuela es, debe ser, la eterna amiga y compañera de los niños. Es, debe ser, la campanita matinal que les alegra los oídos. Es, debe ser, un chorrito de miel que les alimenta la mente. Que la escuela no sea bruma ni espuma, sino tierra abonada. Que no sea llanto ni quebranto, sino canción de alegría. Que no sea oscuridad medrosa sino luz alumbradora. Por todo esto son tan necesarias las escuelas abiertas.

 

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La danza es el mundo, porque el mundo es una sola y eterna danza, al decir de una balletista francesa, que habla de sus movimientos en términos comparativos con los términos del mundo. La danza que es un tempo preciso porque los movimientos cuando están organizados en base a un ritmo, se convierten en danzas: tempo que antes era gesto y hoy es cinetismo y música; desplazamiento y figura en este arte de esta mujer venezolana (Graciela Henríquez) que anda demostrando su perfección danzaria por todos los escenarios de esta gran patria venezolana. El mundo tiene un tempo, dice la artista; nuestra tierra tiene el tempo de los días, de las estaciones; hay ritmos, hay ciclos: las galaxias tienen ritmo de compresión, de descompresión, de expansión. El mundo, queremos repetir, está organizado en base a un ritmo, por eso la danza es música, porque hay ritmo y melodía; movimiento y figura que, en este caso, se perfecciona por la gracia de esta danzarina nacional, que ha bailado interna y externamente siempre en nombre del país, de su país venezolano.

 

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En el aspecto socio-cultural, Trujillo es un emporio admirable para la instalación de una industria turística, ya que de por sí es uno de los estados de mayor atracción por su historia como fuente humanística, por su clima, por la bondad de su gente y la belleza de sus montañas. El turismo sabemos que es de gran importancia para el desarrollo de una conciencia cívica, y por tal circunstancia se hace necesario centralizar una poderosa campaña turística en escala nacional, contando para ello no sólo con nuestras emisoras radiales y otros medios de comunicación no menos importantes: periódicos, televisión, etc. Desde estos medios puede publicitarse que nuestra Entidad tiene excelentes carreteras que la cruzan en todas direcciones, accesibilidad y cercanía de los centros poblados mayores y menores; existencia de toda una red hotelera en sus principales ciudades, y centros y posadas en casi todos los otros lugares: variedad insospechada de paisajes, folklore, clima y sitios de diversión e interés, estudio y descanso, incentivos todos ellos para hacer del Estado, una gran realidad turística para el desarrollo.

 

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El sentimiento de la nacionalidad se fue transmitiendo de pueblo en pueblo, traspasando las naciones y propiciando entonces una saludable confrontación espiritual entre ellas, que luchaban por hacer resaltar sus fuentes culturales y sus valores sociales. Esa deseable gesta cultural cumplida musicalmente por trovadores, bardos y juglares comenzó a ejercer una vasta influencia en todas partes, constituyó un legado artístico invalorable, y lo más importante, afinó y desarrolló en todas partes el sentimiento de la nacionalidad que, como vemos, es la esencia y fundamento de toda canción patriótica o himno nacional, como se conocen estas composiciones marciales.

 

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Educación para atender la marginalidad. Este punto es muy importante y no puede soslayarse. La atención educativa a la marginalidad es una manera de atender a cabalidad la función moral de la escuela de hoy día, pues conociendo las dramáticas condiciones en que vive un grueso sector de la población, es lógico pensar que al sistema educativo le compete actuar con mayor determinación y eficiencia en la solución de las precarias condiciones de vida de pueblos, familias, hogares y seres humanos en la pobreza de la marginalidad socio-cultural. Por tal razón, en todo proyecto educativo a ser presentado para la construcción de una mejor realidad actual y futura de la sociedad venezolana, la asistencia directa a la pobreza y marginalidad debe concitar el mayor interés posible, para que el sueño de muchos sea la esperanza y la utopía que nos lleve a la más hermosa realidad. El papel transformador es una solicitud que se hace a la educación, como programa matriz para la transformación social y la vida labrada en contenidos materiales, progreso y bienestar, como soportes de una nueva civilización.

 

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El arte es una manera de ser y de estar. El camino del arte debe ser consustancial con la existencia. Domina y anima al mismo tiempo. El arte es un lugar en la vida, una búsqueda y hallazgo permanentes. “Es una pared que en pocos años se cubre de escrituras encontradas”. Nutre el espíritu hasta hacerlo solidario. Enseña creatividad, disciplina y muestra los rituales de la libertad y la osadía con que suele expresarse constructivamente todo creador de imágenes. (…) El artista, desde siempre, abierto a todos los horizontes para todos los hallazgos, las revelaciones, las producciones. Ser de ojos abiertos y de conciencia profunda para la cultura, alrededor del cual se ubica en el ejercicio, “en un ritual de transformar el mundo.”

 

 

 

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