Jardín de Exordios (II) / Por Alí Medina Machado

Sentido de Historia

 

 

 

De asuntos religioso-espirituales
Pórtico:

 

La misión de los educadores católicos tiene suma importancia en este momento de la realidad venezolana, donde muchas cosas están en juego y donde la educación tiene que asumir un papel protagónico, no solamente para la preparación del recurso humano que nuestro país necesita, sino para la formación del hombre en un sentido de integralidad, donde los aspectos humanos, éticos y comunitarios priven tanto como los asuntos técnicos. (…) Es el sentido del despojamiento total, del
silencio dignificante, de la escuela enriquecedora de la sabiduría de Dios. Aquí está el secreto para el educador católico: sentirse un hombre dignificado por el amor de Dios. (…) quiero insistir mucho en la identidad del Docente Católico. ¿Por qué? Porque la identidad genera propiedad, encuentro consigo mismo, responsabilidad. Pienso que la identidad al igual que los valores morales, son dos aspectos de una misma realidad que se deben rescatar inmediatamente en la realidad venezolana.

(Pbro. José Luis Azuaje Ayala.1994)

 

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La ciudad de Trujillo ha sido fiel históricamente a los valores de la Santa Iglesia. La historia de esta ciudad de Trujillo es de iglesia, pues ella nació bajo la advocación de nuestra Señora de la Paz.

Desde siempre esta doctrina espiritual de la presencia de la Virgen en medio de nosotros. No hay
hecho del devenir trujillano que no esté contenido dentro del marco de lo mariano: Ciudad mariana es Trujillo: la virgen de la Paz como Patrona; la virgen del Rosario, como símbolo de la educación de los niños y los jóvenes desde muy atrás en el tiempo, pues sabemos que el Colegio Nacional nacido
hacia 1832, fue puesto bajo la advocación de la virgen del Rosario. Y en uno de los barrios más tradicionales de la ciudad: la Calle Arriba, pues la advocación le ha correspondido a la virgen del Carmen, lo mismo que en Las Araujas. Y en esta parroquia, que todos llevamos en el alma, la advocación le corresponde a la virgen de La Chiquinquirá; todas ellas entonces, Señoras, como enseñanza doctrinal; todas admiradas y testimoniadas por la población local, que a una o a la otra, porque todas son madres de Dios, les ha brindado su mejor comportamiento en la fe y la creencia como se debe admirar a los santos y santas de la Iglesia, padres y madres espirituales de cada uno de nosotros, los que practicamos la fe y la esperanza.

 

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En el medio de esta obra eclesial está el hombre, en el punto medio de esta historia tan social a los trujillanos, a nuestra Iglesia; tan social a nuestro gentilicio está el hombre, el obispo que entendió que su Ordenación Episcopal era un compromiso para subsidiar, ayudar y estar al lado de su grey en actitud de permanente ayuda y de entrega como se detecta a simple vista cuando se lee su Currículo de Vida. Por eso, con José Bernhardt, decimos que, “el hombre se perfecciona en la capacidad de convivencia”, ¿Y qué otra cosa que una gran convivencia entre los propios miembros del clero, entre éste y el colectivo; entre él y la comunidad local y regional, ha establecido el señor Obispo diocesano? Cuando leímos el proceso de su formación como sacerdote, entendimos cabalmente por qué Monseñor Vicente Hernández Peña ha sido Pastor eficiente y productivo.

 

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Esta comunidad como una gran esfera constitutiva de vida secular ha tenido siempre una profunda consistencia socio-espiritual, lo que le proviene de ancestros por la fundación española que le dio definición socio-histórica. El grado de lo espiritual nutrió la vida hogareña, social y personal de pobladores que hicieron de su existencia una práctica de principios fundantes esenciales en lo religioso-espiritual, tanto así que la urbe fue nutrida en su centro y periferia por instituciones de signo religioso, que se convirtieron enreferentes de la vida humana cotidiana y referentes socio- culturales de una identificación comunitaria, como un valor afectivo que estuvo en todos los seres humanos, grupales e individuales, como una práctica sensible en comunión con los postulados por ello superiores de la religión católica.

 

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Todo este contexto revisado es más que la reunión de un conjunto de principios significantes de una vida en que ha prevalecido lo espiritual, la “Primacía de lo espiritual”, obra de Maritain en que vemos principios de verdad, “sin miramiento por otra cosa que la eternidad en una forma de vida
cristiana, señaladora del rumbo existencial de un conglomerado que ha buscado vivir en consonancia con lo que ha creído son sus creencias apegadas al magisterio de una religión que se llama santa en su doctrina y en sus realizaciones cotidianas, pues señala este filósofo que: “No hay orden ni paz en el ser humano sin que el sentido esté sometido a la razón, y sin que la razón misma esté sometida a Dios”, con lo que se confirma una disposición normativa de un colectividad que ha trasladado su acción espiritual a una práctica de sentido, en consonancia con el significado de imágenes religiosas en esos espacios concretos llamados templos fundamentalmente.

 

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Las fiestas patronales, como vemos, tienen una concepción eminentemente religiosa, carácter debido al elogio popular, al santo y su vida; a sus milagros, en una tendencia de fervorosa admiración que da lugar a la exaltación, al engrandecimiento del patrono, que muchas veces es
mudado del campo histórico al legendario mediante un proceso de taumatosia, mediante el cual los hechos naturales vividos por un santo se convierten en milagrosos o sobrenaturales. Las tradiciones de nuestros pueblos se envuelven generalmente en un contenido no totalmente verosímil, y están muchos de ellos fundamentados en el hecho religioso, con una realidad que no es naturalmente posible, pero que es aceptada por la creencia popular, ya que citan lugares y personajes determinados sobre todo en el espacio.

 

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El padre Ramón Aponte, dinámico sacerdote que ejerce como párroco de la Iglesia Matriz, viene adelantando un proyecto ejemplar que debe ser respaldado por los pobladores de la ciudad, e imitado hasta donde sea posible por los otros párrocos. Se trata de acondicionar dos habitaciones de la Casa Cural para alojamiento de los campesinos que bajan a la ciudad a hacer sus diligencias, y que por alguna razón tienen que pernoctar en la misma. Estas habitaciones les servirán de alojamiento seguro y recibirán las atenciones que la parroquia les pueda brindar dentro de sus posibilidades. Este proyecto es ejemplar, sin duda alguna, pues se basa en la función social de La Iglesia, que se mueve para la solución de un problema que, aunque no creemos es frecuente, mucha gente “pasa las de Caín”, porque además de los contratiempos, se ve limitada económicamente para sufragar las tarifas establecidas por los establecimientos del ramo. De modo que la idea del padre Aponte es plausible, pero sobre todo muy beneficiosa.

 

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La Paz es una condición y una necesidad para hallar una realidad social propicia al hombre; es un programa urgente dentro de un tiempo de crisis que roba al individuo y a la sociedad su tranquilidad y su esperanza. Por su carencia, el futuro, más que una meta, se asoma como un epitafio universal, como una sola y definitiva piedra debajo de la cual reposarán las cenizas de un mundo inmolado por el armamentismo de su propia demencia. Se pregona la paz hoy y, paradójicamente, se sostienen la guerra y la injusticia. En esta actividad ve el hombre consumirse los signos de su propia existencia y las perspectivas de su tiempo futuro.

 

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En los adentros de la iglesia Matriz, luego Catedral, se conocieron los misterios de los rosarios rezados y cantados. Las voces de abuelas cuyo recuerdo es un solo y débil viento al que aprendimos a respetar por la voz de los padres. En su seno sonaron y resonaron los salmos y los versículos,
porque ella albergó la más vieja Biblia, aquella de escrituras en latín, de tapas y lomos unicolores y de notas musicales hímnicas en los márgenes manuscritos. Así fue la Matriz en lo memorial. Por eso admiramos su fisonomía que mantiene en parte, sus rasgos primarios, Y no nos equivocamos cuando proclamamos que en sus altares, en medio de avatares y crueldades, próceres eclesiásticos y civiles se rindieron ante el llamado de los aldabonazos de Dios.

 

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La Ermita de la Chiquinquirá, la iglesia de la historia colonial. Santuario de fe y de creencia religiosa de los parroquianos. Este viejo templo, hoy desaparecido, estableció una gran relación de vida espiritual entre los pobladores de la ciudad, aunque esencialmente lo hizo con los fieles de la
parroquia, ya que fiel significa proximidad y vecindad, entre sus acepciones. Aquí hubo por siglos el oficio de la religiosidad sin pausas, la santa religión como doctrina, el ejercicio y apostolado de los sacerdotes y la devoción de los fieles, dieron vida en plenitud a esta casa de Dios, que apagó o vio
apagar su existencia física luego de transitar por la dura cresta de los siglos, casi tres justamente, pues su letrero inicial, arriba en el borde de uno de sus paredones, escribía 1749, y su clásica estructura románica feneció en 1958, cuando se emitió el decreto de su final “derrumbamiento” en aras del “progreso”, plasmado en otra edificación de signos más ajustados a la modernidad.

 

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Seminario habemus. Se escribe emocionado cuando el motivo es aleccionador, cuando la devoción por el recuerdo está latente, y cuando el sentimiento aflora para querer devolverle a uno el tiempo y el espacio de aquello vivido ayer en consonancia con nuestras mejores aspiraciones y realidades. Así me sucede cuando escucho la palabra Seminario, pues fui profesor allí, en sus primeros años; del Seminario de Trujillo, de ese con el nombre de “Sagrado Corazón de Jesús”, que a todos nos enseñó ese epónimo religioso tan tradicional, y de eterna vigencia en el tiempo, en todos los tiempos; centro de formación sacerdotal, referente afortunado de lo que es y debe ser la educación que se da desde la completa coordinación entre la mente y el corazón. El Seminario fue y sigue siendo, gracias a Dios, un gran plantel de naturaleza religiosa, de formación de sacerdotes en sus primeras escalas, es decir, seminaristas; de un bachillerato pleno entre el ductor y el discípulo, pues esos eran los nombres de aquella diaria cotidianidad que se daba en el instituto, enclavado en una meseta del cerro, con el peñón de la Virgen al fondo, y la ciudad en éxtasis allá abajo, en su estrecho valle.

 

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¿Y qué pasó con el templo de San Francisco?…Sus muros siguieron siendo iglesia. “El año 1894,-cuenta el cronista Domínguez Villegas-, a causa de los temblores que sacudieron la ciudad, sufrió notables daños el templo de San Francisco que era templo parroquial de la Chiquinquirá y fue
inhabilitado.” Ese año, la ermita del hospital, es decir, el templo o la hoy iglesia Chiquinquirá, pasó a ser el templo parroquial. Con la oposición de mucha gente de la parroquia y de la ciudad entera, los viejos muros históricos del templo de los franciscanos, dieron paso, por 1924, aproximadamente, al teatro “Sucre”, decretado por el gobierno del general Vicencio Pérez Soto. Lo religioso, entonces, vino a ser sustituido por lo pagano. (…) Como orgullo de su prosapia y fortaleza de su sentido material y espiritual en aquellos ya lejanos años de los siglos precedentes, bien podemos decir, que el Convento de San Francisco fue una de las pocas obras de aquella famosa y rica ciudad que logró salir airosa de la bestial embestida que hizo el filibustero francés francisco Esteban Grammont de la
motte, en 1678.

 

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Trujillo, el Estado, es una sola Diócesis: la Diócesis de Trujillo. Tiene un solo Obispo y una sola Iglesia Catedral. Iglesia catedral significa residencia del obispo, lugar de la Diócesis. Y allí, en ese hogar, está la imagen de Nuestra Señora de la Paz, que nos representa a todos los trujillanos, sin excepción. Ésta es la iglesia Matriz, es decir, madre, maternidad, engendradora. La iglesia Matriz es la iglesia madre de todos los trujillanos. De allí irradia la presencia de ésta que es Madre de todos. La Virgen de la Paz, sépase, es por derecho y poder, la Santa Tutelar de la Iglesia trujillana. Es la santa elegida eclesiásticamente, y por Derecho Canónigo, como Protectora de todo el pueblo del Estado, en este pequeño territorio de siete mil cincuenta kilómetros cuadrados, que fue nación cuica, y luego provincia y luego estado: una sola historia en un solo y único territorio; una sola iglesia, un solo pueblo, ¿Y entonces?

 

 

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