Tokio, 11 mar (EFE).- Japón recordó este viernes en ceremonias oficiales e improvisadas a las más de 18.000 víctimas del terremoto y tsunami que devastaron el noreste del país un día como hoy hace once años y provocaron el accidente nuclear de Fukushima.
Personas a lo largo de todo el archipiélago guardaron un minuto de silencio a las 14:46, la hora exacta a la que un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter sacudió el territorio durante varios minutos y dejó una huella imborrable en aquellos que lo vivieron y en el pensamiento colectivo japonés.
Transeúntes se detuvieron en las calles de ciudades como Sendai o Miyagi para observar el solemne momento cuando tañó una campana cerca de altares instalados en vías públicas para honrar a las víctimas, y familiares y amigos que perdieron a seres queridos se acercaron durante el día a las playas para recordarlos.
El temblor, que según científicos de la NASA alteró el eje de rotación de la Tierra y acortó los días, provocó un tsunami que superó los 10 metros de altura y arrolló todo cuanto encontró a su paso, incluidas miles de personas a las que pilló desprevenidas.
Según cifras oficiales, el desastre dejó unos 15.900 muertos, mientras que 2.523 personas siguen desaparecidas, principalmente en las prefecturas de Miyagi, Fukushima e Iwate, las más afectadas.
En la mañana de este viernes varias partidas policiales se desplegaron por las costas para peinar la arena y otras áreas en busca de restos, pertenencias o pistas que permitan la localización de personas que siguen desaparecidas
Además de las víctimas vinculadas directamente a la catástrofe, el número de fallecimientos posteriores por causas ligadas al suceso, como enfermedad o suicidios por estrés, era de 3.784 en septiembre del año pasado, según datos de la Agencia de Reconstrucción.
El desastre no sólo se cobró la vida de miles de personas, cambió el día a día de decenas de miles que todavía hoy siguen desplazadas.
DECENAS DE MILES DE DESPLAZADOS
Unas 38.000 personas siguen viviendo alejadas del que una vez llamaron su hogar once años después del suceso. Entre ellas, 15.516 residen en alojamientos temporales.
La mayoría de los desplazados, más de 26.000, eran residentes en la prefectura de Fukushima, donde el terremoto y tsunami ocasionaron el segundo peor accidente nuclear de la historia tras Chernóbil.
Los muros del dique de contención en torno a la central Fukushima Daiichi no pudieron contener el envite de las olas del tsunami, que inundaron los sótanos donde estaban los generadores de emergencia.
La refrigeración de los reactores nucleares falló y los núcleos de tres de ellos sufrieron fusiones. Se produjeron explosiones de hidrógeno y fugas radiactivas. La contaminación sigue presente en flora y fauna de algunos bosques de zonas cercanas, donde las labores de descontaminación no han concluido.
Aunque a lo largo de los años se han ido levantando las órdenes de evacuación vinculadas al desastre, en torno a un 2,4 % de la superficie de Fukushima es zona de exclusión donde se prohíbe la entrada por la alta radiación en inmediaciones de la central, cuyo desmantelamiento se aspira a concluir en la década de 2040.
«La reconstrucción de la prefectura de Fukushima tiene un largo camino por delante», dijo hoy el gobernador de la región, Masao Uchibori, en una ceremonia oficial celebrada en la ciudad homónima.
El gobierno central celebró durante diez años un memorial en la capital, Tokio, que acogió por última vez en 2021. A falta del acto, el primer ministro nipón, Fumio Kishida, se desplazó hasta Fukushima para asistir al evento allí, en donde señaló que «la recuperación de un desastre natural exige una respuesta a largo plazo».
Ambos políticos se refirieron a la reconstrucción de la región y a los retos pendientes para su revitalización.
Pese a que el terremoto del noreste de Japón tuvo lugar frente a las costas de Sendai, la crisis nuclear de Fukushima se ha convertido en sinónimo de la calamidad natural.
La reconstrucción de viviendas e infraestructuras en zonas devastadas por el tsunami avanza progresivamente, pero las labores son más complicadas en las áreas afectadas por la crisis atómica y, especialmente, las más cercanas a la central.
En Futaba, una de las dos localidades que la acogen y la única que sigue teniendo el acceso restringido en su totalidad por la radiación, algunos residentes han podido volver a pernoctar en algunas zonas desde enero tras más de una década. Está previsto que la orden de evacuación que sigue vigente allí se levante en junio, aunque se desconoce cuántas personas volverán.
Fukushima sigue sufriendo hoy los estragos del desastre. Sus agricultores, ganadores y pescadores continúan luchando por recuperarse, un esfuerzo que podría verse empañado por la decisión del Gobierno de verter a partir de 2023 el agua contaminada tratada utilizada para enfriar los reactores.
María Roldán