Alfredo Toro Hardy
De acuerdo a MIT Sloan Management Review: “Las empresas chinas han evolucionado desde la etapa de la mano de obra intensiva para convertirse en el rostro más innovador de la economía mundial. Durante los últimos cinco años éstas han innovado como nunca antes… Ha llegado la hora de que las compañías occidentales se cuiden. Esta no es la China a la que se habían acostumbrado y las ramificaciones de ello son profundas” (Dan Prud’homme and Max Von Zedtwitz, “The Changing Face of Innovation in China”, Summer 2018, Volume 59, Number 4).
Los impresionantes avances tecnológicos chinos se hacen sentir en los sectores más diversos: Inteligencia Artificial, robótica, nanotecnología, tecnologías energéticas verdes, bioingeniería, etc. Nuevamente, de acuerdo a la revista antes citada: “Las empresas de mundo entero están empezando a reconocer estos cambios. En un sondeo realizado en 2014, dos tercios de lo altos ejecutivos de empresas extranjeras consultadas reconocieron que las empresas chinas eran tanto o más innovadoras que las propias”.
Un libro reciente de Kai-Fu Lee, emprendedor tecnológico nacido en Taiwán, educado en Estados Unidos y con negocios tanto en este último país como en China, hace un balance del desarrollo de la Inteligencia Artificial en China y en Silicon Valley (AI Superpowers: China, Silicon Valley and the New World Order, Houghton Miffin, Boston, 2018). En el mismo plantea como China y Estados Unidos son las potencias mundiales indiscutibles en este campo y como la primera está en proceso de desplazar al segundo.
Según Lee, China no sólo tuvo un desarrollo tardío en materia de Inteligencia Artificial sino que en éste, como en otros campos tecnológicos, sus pasos iniciales se sustentaron en apropiarse desvergonzadamente de los avances estadounidenses. Sin embargo, hoy día China no sólo se ha convertido en el único gran competidor de Estados Unidos, sino que va en camino a superarlo. Tres son las razones básicas de ello.
En primer lugar, la Inteligencia Artificial ha pasado de la era de la invención a la de la instrumentación. Como en el caso de la energía eléctrica, una vez que ésta se consolidó, lo realmente relevante pasaron a ser las aplicaciones prácticas que se le dio a la misma. China, en este campo, evidencia una ventaja manifiesta sobre Silicon Valley. La misma se gestó en su época de copia desvergonzada de productos ajenos. Los emprendedores chinos en esta materia son gladiadores acostumbrados a la lucha a muerte en el Coliseo. O recurriendo a otro símil, son expresión de una lucha darwiniana por la supervivencia en la que sólo los mejores prevalecen. Dicha camada no sólo resulta despiadada, sino también inmensamente pragmática y experimentada en el mundo de los negocios. Tampoco su ética del trabajo tiene límites. Acostumbrados a laborar sin pausa, no se amilanan ante horarios irracionales. Frente a ellos, los empresarios y creadores de Silicon Valley se presentan como caballeros de guante blanco, acobijados por burbujas de privilegio. En el proceso de puesta en práctica de nuevas aplicaciones, su dominio de la lucha callejera les brinda una importante ventaja comparativa.
En segundo lugar, la Inteligencia Artificial ha pasado de la era de la experiencia a la de la información. Una vez superado un cierto umbral de desarrollo tecnológico, es el volumen de información que alimenta a los algoritmos, y no la experiencia de sus creadores, el que marca la diferencia. Ello por la simple razón de que gracias al llamado proceso de aprendizaje profundo, la Inteligencia Artificial se enseña a sí misma por vía del volumen de información con el que cuenta. Hasta que aparezca un nuevo salto tecnológico, la fuerza motora en este campo vendrá dada por el volumen de información del que se disponga. Aquí, los chinos tienen también las de ganar. Sobresalir en la instrumentación significa, a la vez, disponer de una mayor cantidad de aplicaciones prácticas en el día a día de los usuarios. Ello se traduce en un mayor volumen de información con respecto a éstos, así como en relación a sus aspiraciones y necesidades.
Finalmente, a diferencia del proceso de creación tecnológica estadounidense, en donde el gobierno aplica una política de manos afuera, el gobierno chino promueve activamente el desarrollo tecnológico. Bajo la campaña “emprendimiento masivo, innovación masiva”, lanzada por el Premier Li Keqiang en 2014, las autoridades nacionales, provinciales y locales se lanzaron de lleno al apoyo de nuevos emprendimientos tecnológicos privados. Esto se ha traducido en la creación de miles de empresas incubadoras de tecnología y de innumerables enjambres tecnológicos. Ello, en adición a numerosos estímulos fiscales y a la provisión de abultados fondos de financiamiento. Viendo el área de la creación tecnológica como vía para superar la dependencia en las manufacturas de mano de obra intensiva, y no teniendo la paciencia para esperar a que ésta alcanzara su madurez de manera natural, las autoridades chinas aceleraron grandemente tiempos y procesos.