En las últimas décadas muchos países vienen sufriendo de una enfermedad grave: el deterioro de la política. Ello conlleva gobiernos y gobernantes cada vez menos democráticos y menos éticos. Gobernantes que responden a intereses partidistas o personales, o a ambos. Que sirven a grupos de interés y, una tendencia nueva y creciente, a quienes financian las campañas.
Uno de los casos de mayor gravedad es el de Estados Unidos de Norteamérica. El supuesto ejemplo de democracia, al cual Fukuyama invitaba a todos los países del mundo a imitar, se ha derrumbado estrepitosamente con el mandato de Donald Trump.
Algunos expertos en el tema vienen dando la voz de alarma desde hace ya muchos años. Lawrence Lessig, Profesor de la Universidad de Harvard, ha sostenido que en E.E.U.U. hay primarias electorales monetarias antes de las primarias políticas. Se refiere a la fase de recaudación de fondos para financiar las campañas políticas. Argumenta que eso significa que es el 0.02 de los votantes, 400 familias estima él, los que realmente eligen a los gobernantes de ese país. Como es lógico, estos responden muy marcadamente a los intereses de este minúsculo porcentaje de la población de ese país.
Otro caso extremo y grave es el del Jair Bolsonaro. Su declarada, orgullosa y vociferante defensa de la opción dictatorial, la tortura y el machismo, entre otras posturas antidemocráticas y anti-derechos humanos fundamentales, son una flagrante negación de pilares claves de la democracia.
Si alguien dudaba del deterioro creciente de la gobernanza de estas democracias – que no lo fueron nunca si un régimen democrático implica respetar, no sólo declarativamente, los derechos fundamentales de todos sus habitantes- la pandemia del Covid-19 lo ha hecho evidente de una forma patética. ¿Cuántas ciudadanas y ciudadanos de esos países han muerto como resultado de la gestión de la pandemia por parte de estos gobernantes?
Creo conveniente que todas y todos miremos los números y tomemos consciencia de ello, comparando la gestión de estos gobernantes con las de otros países, especialmente con el de Ángela Merkel, la líder alemana, que es un ejemplo vivo de lo que hace una gobernanta que respeta y cuida de las ciudadanas y ciudadanos a los cuales se debe.
Urge una innovación radical en la política y en los gobiernos que esta genera. Por el muy peligroso y creciente deterioro de la calidad de ella, pero también por el cambio radical de las sociedades que hoy en día conformamos. Estas son mucho más complejas y dinámicas que en los tiempos en que este tipo de democracias y gobiernos fueron gestados.
Y el mundo cambia cada vez más rápida, profunda e impredeciblemente, lo que exige de respuestas también mucho más rápidas y mejor diseñadas.
Necesitamos un Cambio de Paradigma en la forma en que las democracias deben funcionar, en la política y en las formas de gobierno. Muy importante, necesitamos una innovación radical en la selección de las y los gobernantes, para asegurar que estos tengan una conducta ética, respondiendo eficientemente a los intereses, necesidades y urgencias de la ciudadanía, con estricto respeto del Estado de Derecho y los derechos humanos fundamentales.
Necesitamos evitar a toda costa que sigan gobernando “humanos” del tipo de los antes señalados y muchos otros que han alcanzado las esferas de poder, en los diferentes ámbitos y niveles del Estado. Son ellos una amenaza para la democracia, la paz mundial y la humanidad de la humanidad. Más aún cuando otras potencias mundiales tienen gobiernos autoritarios que no sólo no vacilan en vulnerar los derechos fundamentales de sus habitantes, sino que también constituyen una amenaza para la paz mundial.
Un paradigma que ha ganado terreno con muy buenos resultados, en diversas partes del mundo y a diversos niveles, desde el municipal hasta el nacional, es el de Gobierno Abierto.
Tres son los pilares de este paradigma de gobierno:
- Transparencia,
- Participación y
- Colaboración.
Las Tecnologías de Info-comunicación (TICs), que durante esta pandemia global han mostrado tener un potencial mucho mayor del que veníamos utilizando, facilitan y favorecen esta opción.
Es este un buen momento para avanzar en esta dirección. No sólo es garantía de mejores gobernantes y una mayor calidad de la política y los políticos. Si bien diseñados, sistemas de esta naturaleza ayudan a tener una ciudadanía más informada y responsable de sus opciones. Más conscientes, no sólo de sus derechos sino también, y esto es clave para que la democracia funcione, de sus deberes.
Seguiremos conversando…
Carlos Vignolo
Académico Universidad de Chile